17 de des. 2007

Una locura grandiosa (entrevista a Jim Dodge)


El reclusivo autor americano se publica al fin en nuestro país. En sus libros hay rock’n’roll, speed, obsesiones, revuelta y redención. Más ritmo y emoción que en un disco de bop. Les presento a su nuevo escritor favorito: Jim Dodge.

Voy a empezar una religión. Si les cuento esto no es para pegarles el sablazo, ni con la intención de fundar una “familia” mansoniana con sus hijas de 14 años; mis intenciones son serias, que diría Elvis Costello. Voy a empezar una religión porque he encontrado al fin un profeta y ¿qué otra cosa se puede hacer con uno? Invitarle a una cerveza no, claro. Mejor reconocer su profunda percepción del mundo, celebrar su mensaje, compartir su visión. Mi profeta se llama Jim Dodge. Eso nos pone en un aprieto a la hora de escoger nombre para la religión (¿Dodgitas? ¿Jimianos?), pero bueno.
Jim Dodge era mi escritor favorito. Eso era antes de que se me apareciera un arcángel con guitarra y cara de Buddy Holly y me confiase que Dodge era El Salvador. Vaya. Al ser Dodge un autor ninguneado por nuestros editores, yo ya me había acostumbrado a predicar en el desierto. Por fortuna, El Aleph se ha decidido a sacar El Cadillac del Big Bopper, y Alpha Decay ha hecho lo mismo con Introitus Lapidis. El primero habla de una peregrinación para hacer entrega de un regalo nunca regalado, un viaje de conocimiento atizado por las anfetas y los singles de rock’n’roll. El segundo va de desafío al poder, de sustancias alucinógenas, de magia y de una sociedad secreta que va en busca de la piedra filosofal. Otros temas de sus novelas son la pasión y la obsesión, la amistad y la hermandad, la posibilidad de redención y la celebración del estar vivo. “Ése es un buen resumen”, nos dice desde Arcata, CA. “Sólo añadiría que muchos de mis personajes luchan por aprender cómo amar, cómo aplicar su pasión en el mundo, cómo sobrevivir al sufrimiento que el amor inevitablemente engendra. Contar historias siempre ha tenido para mí ese elemento de cómo. Hace veinte años tuve la suerte de trabajar con Aliza Jones, una mujer Atabascana cuyo pueblo aún posee tradición oral, y le pregunté cómo funcionaban las historias en su cultura. “Oh, ya sabes”, me dijo, “van de cómo te metes en problemas y cómo sales de ellos”.

Jim Dodge (1945), un autor de intensa trayectoria y talento, no es famoso; y además le da igual. Pero igual de verdad: “Si algo distorsiona peligrosamente la psique de los jóvenes escritores”, comenta, “es la presión por publicar, por agarrar algo de fama. Como siempre les digo a mis estudiantes, los dos grandes obstáculos que existen para los nuevos autores americanos son el fracaso y el éxito. La celebridad, como la lujuria, es un gasto de espíritu y un desperdicio de vergüenza: quedaos en casa y trabajad”. En efecto, Dodge no publicó hasta los 38, así que ya pueden sacar la cabeza del horno de gas todos los veinteañeros que acaban de recibir su manuscrito devuelto por una editorial.

Como habrán deducido por lo de “estudiantes”, Dodge es profe. También es anarquista (“Por supuesto que la acción directa está justificada: América está construida sobre la premisa éticamente defendible de que los humanos están moralmente obligados a luchar contra la opresión y la explotación de la vida humana y más-que-humana”), bioregionalista, apologista de los estupefacientes, Gran Comendador de las Canciones Buenas y un escritor tan vital que la mayoría de las novelas de otros parecen a su lado libros técnicos de patentes alemanas. Thomas Pynchon –que prologa Introitus Lapidis- dijo que leerlo era como estar en una fiesta donde se celebrara sin parar todo lo que importa. Y, ¿saben qué? Es cierto. Sus obras (incluyendo Fup, su debut, inédito aún en castellano) son un carnaval, una “locura grandiosa”, como se dice en El Cadillac... Y el autor, el tipo de hombre apasionado y sabio que todos hemos deseado como mentor. Pregunten, pregúntenle lo que quieran: ¿Escribir como terapia para superar la pena? “Al contrario, creo que pasar cinco horas al día en una habitación llena de lenguaje pensando en tus pequeñeces, culpa y errores solo contribuye al daño”. ¿Cibercomunidades? “Como Kurt Vonnegut, creo que las cibercomunidades no son comunidades de la manera en que éstas me emocionan; máximo, son grupos intelectuales. Virtual significa “en efecto pero de hecho no” y a mí las cosas que más me gustan de la vida son los hechos sensoriales, no las aproximaciones”. ¿El dolor del desamor? “El sufrimiento surge de apegos muy profundos, como el amor. Si no quieres sufrir, no ames, porque el amor va a perderse tarde o temprano. Pero si crees que el amor aún vale la pena, ama con todo tu corazón, y cuando termine, y duela, sufre en consecuencia. Pero no gimotees, te quejes ni lloriquees: la decisión era tuya; vive con ella. Como dicen los boxeadores: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. No escojas sufrir. No te regodees en tu pena”. Prometido, Jim.

Kiko Amat


(Artículo publicado originalmente en el suplemento EP3 de El País el 7 de diciembre de 2007. La entrevista íntegra -14 paginazas de word- será publicada próximanente en La Escuela Moderna #4, de próxima aparición)

12 de des. 2007

Ken Knabb vs. CrimethInc.


Recuerdo haber leído hace un par de años el libro Days of war, nights of love, del colectivo anarco-punk americano Crimethinc. No se quien me lo prestó, pero no me gustó nada. Supongo que me echó para atrás ese típico puritanismo crustie-vegano que te fuerza a creer que la suya es la única opción para los que están en contra del sistema político-económico en el que vivimos.
Ya sabeis, ese rollo de hacerte sentir culpable por trabajar 8 horas, ir a bares o restaurantes, beber alcohol en vez de cocinar pasteles o, incluso, usar desodorante (No es una broma anti-crustie, ¡lo dice el libro!).
Pero jamás podría articular mi crítica de una manera tan lúcida como lo hace el gran Ken Knabb, el creador de la influyente web situacionista, Bureau of Public Screts. Mucho de lo que crítica él del libro de marras lo podría subscribir yo mismo, sin la inteligencia, la lucidez y el criterio con el que Knabb cuenta, claro está. Desgraciadamente, está en inglés sólo. Perdón.
Pínchale Petey!.
Uri Amat

Un Hungry Beat en la corte del Depósito Legal

El dijous 13 de desembre, un membre de Hungry Beat (Kiko Amat) ha estat convidat a punxar al Depósito Legal (c/ Santa Anna 14, L'Hospitalet, www.depositolegal.com ).
La sessió serà després del concert de tropicàlia superdúper de El Guincho. Els discos començaran a ser punxats cap a les 23:30h.
Sonaran decididament Jazzateers, Orange Juice, el Give him a great big kiss de les Shangri-Las, el Little Joe dels Go-Betweens, Huggy Bear, Evie Sands, Dexys, el Moulty dels Barbarians, Roulettes, Buzz & The Flyers, ESG, Weekend, Chris Clark, The Bongos, el See my way dels Who, Jasmine Minks, The Cichlids, Pylon, Hurrah!, Clear Light, The DB's, The Feelies, The Rumble Strips, Lack of Knowledge, Bourgie Bourgie, Dee Walker, The Times i més.
Discos gloriosos punxats matusserament. Cançons hermoses i rares en els formats en que van ser concebudes (7" i 12").
Us hi esperem.

Miguel El Revelador


Cómic Miguel Brieva, el dibujante más politizado y crítico del momento, presenta su último trabajo Bienvenido al mundo.

Qué incómodo es Miguel Brieva. Incómodo como una silla de camping sin respaldo. En otro tipo de sociedad –alguna que confiase menos en la publicidad, el pan y el circo para atontecer a sus ciudadanos y se decantase por la opción pistolera - Brieva hubiese tenido ya “un accidente” de esos tan tontos que a veces les pasan a los tipos molestos para el poder como él. Esa caída por las escaleras desde un punto adecuadamente alto y quebra-nucas, ese tropiezo en el baño de asombrosa puntería letal, esa imprevista “depresión” (¡A él, que era tan optimista!) que siempre sobreviene acompañada de explícitas instrucciones de uso para el suicidio. Sí, en otras sociedades menos tolerantes que la nuestra, Brieva ya hubiese sido acompañado a un paseo en diminutivo. Qué suerte pues, que aquí todo vaya bien. Qué suerte tenemos de que, en el Occidente capitalista, lo peor que le pasará a Miguel Brieva es que se le tratará de corromper a cada paso. ¿No quedarían cucos, sus dibujitos, en anuncios de bambas o Ipods? Firme aquí. ¿No sería hermoso que Brieva terminase siendo uno más de esos dibujantes sin universo moral, meretrices del comercio, que dibujan bien sin mirar para quién? Firme aquí. Todo el mundo tiene un precio, como decían en Obélix y compañía. Solo hay que convertirles en mercachifles.

Con Brieva, sin embargo, lo llevan bastante crudo; porque, Brieva, ya ven, no Se Vende. Brieva es, en sus propias palabras, un moralista, entendiendo el concepto como alguien con una alta idea de la responsabilidad política personal. Si continúa así, este dibujante sevillano nacido en 1974 lo tiene todo para convertirse en –ejem- nuestro héroe. Feroz defensor de la autoedición como camino de difusión de ideas libres, lleva años editando su revista “de poética financiera e intercambio espiritual”, Dinero. También su otra revista Propuestas para no hacer. Aunque ha colaborado en múltiples medios (de fanzines como Mondo Brutto a periódicos como La Vanguardia o El País, pasando por revistas musicales como Rolling Stone) su discurso no ha dado un paso atrás. Su discurso, si me preguntan, es un lírico bombardeo de ideas libertarias sin la menor autocomplacencia, cripticismo o amigabilidad para con el sistema. Miguel Brieva es una mezcla de Agustín García Calvo y Jerry Mander, ambos en chistoso. Si es que se le pueden llamar chistes a esas imprecaciones y apocalipsismos que dibuja; y creo que sí pueden. A lo que hace podríamos llamarlo Humor Socialista, si la palabra no hubiese sido arrastrada por los charcos tantas veces. Socialismo que busca la felicidad e igualdad general, en lugar de la perpetuación de una élite corrupta y malévola. Ya saben de qué hablo.

El estilo de Brieva es difícil de definir. Él habla de Clowes y Crumb, a mí me recuerda a las ilustraciones de los catálogos de moda de los años 40 con unas gotas de Roberto Alcázar y Pedrín (en ilustración sólo, no jodan). Realista y surrealista a la vez. Su lenguaje es exagerado, caricaturizador y hiperbólico, aunque admite que, de seguir las cosas como están, en diez años sus viñetas habrán perdido toda fuerza irónica y no serán más que hiperrealismo: la realidad superando a la ficción, aunque suene a lugar común.

El último trabajo de Miguel Brieva es Bienvenido al Mundo (Reservoir Books, 2007) y tiene forma de enciclopedia. Junta definiciones (“Neoliberalismo: Simpático sistema socioeconómico que valora más un pedazo de papel o un litro de sustancia viscosa que, por ejemplo, a usted”) con viñetas cómicas como las que ven acompañando este artículo. Sus pescozones se dirigen contra la mercantilofilia, la publicidad (¡ah, la pérfida publicidad!), la tecnología inútil (al igual que García Calvo, Brieva distingue entre tecnología beneficiosa como el teléfono y el tren, y tecnología fundada exclusivamente con el objetivo de generar mercados, como el móvil o el coche), la izquierda liofilizada, los artistas a sueldo, las élites dominantes, la mansedumbre al que nos han conducido éstas... Como él mismo dijo en una entrevista para La Vanguardia, “mi humor va contra la indolencia del mundo”. Pero, a pesar del extenso campo de “contras”, Brieva no es un nihilista. Tampoco es, como tantos de nuestros maniatados intelectuales, alguien que se escuda en el relativismo teórico de la posmodernidad. Brieva declaraba en la revista Generación XXI que “aquellas maneras de explicar la realidad que de siempre me han despertado la curiosidad y la empatía más inmediata son justamente las que rebaten ese relativismo corrosivo, las que contemplan la necesaria contemplación de la verdad (...) y reclaman, una vez más, la urgencia de la utopía”. Las cursivas son mías. Las he puesto para dar fuerza al concepto de realidad (esto es malo, aquello bueno, es malo que haya ricos y pobres...) como algo opuesto al windsurfing teórico de posmodernos escurre-el-bulto como Deleuze o Derrida. No, la resignación posmoderna no es para Brieva. Ni, si me permiten un consejo, para ninguno de nosotros. Lo que nos hace falta son más reveladores de La Verdad, y es imperativo que existan “dos, tres, muchos” Miguel Brieva. Pero, de momento, vamos a disfrutar del que ya existe; les repito que es genial.
Kiko Amat

Bienvenido al mundo
Miguel Brieva
Reservoir Books

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 5 de diciembre de 2007; el artículo publicado era una versión ligeramente reducida del publicado aquí)

El chapismo que no cesa


Chapas La mini-pancarta circular que todo el mundo lleva en la pechera ha regresado después de días de gloria en los 60 y 70 (pero no 80)
Las chapas han vuelto y nadie sabe por qué narices. O sea: Bienvenidas, pero que conste que en los ochenta las llevaban cuatro mataos. Cuatro mataos, además, medio estrábicos de tanto intentar identificar qué chapa de 20mm llevaba puesta aquel tipo “con pintas” en la otra punta del vagón. Porque en aquella época –una era glaciar estilo Mad-Max sin Internet ni Ipods- las chapas eran el gran identificador subcultural. El equivalente del pañuelo coloreado en bolsillo trasero de los gays hecho baluarte punk-rocker. La declaración de intenciones de la chapa era, por su tamaño, más discreta que la de una camiseta, pancarta o tatuaje facial. Por tanto, era ideal para los que preferían el anonimato urbano (con códigos sutiles para-los-que-sepan-ver) al mohicano llamador de atención y puñetazos en la cara. La chapa dice lo que dice, pero flojito y en Morse.
Sí, la chapa en el pectoral era el guiño masónico que confirmaba “las pintas”. Pues en aquellos grises días pre-92 en los que la gente escribía a mano y bebía felizmente en la calle, “las pintas” tribales eran algo muy sutil que poca gente exhibía. Es difícil de imaginar hoy, cuando entrar en cualquier club-abrevadero de veinteañeros es como sumergirse en un video de Blondie de 1979, hoy, cuando el look espástico-geométrico nuevaolero ha triunfado de forma aplastante y los teenagers llevan encima más chapas que un miembro del Politburó, lo raro que era aquello. Joder, era tan raro que uno no se lo creía hasta que echaba un vistazo al chapote de la solapa en cuestión. Aaaah: The Clash. Lo sabía. Era como detectar la horrible deformidad de alguien que ha estado en nuestra misma leprosería. Uno del club.

Chaperos y chapistas
Una chapa habla. Una chapa le sitúa a uno en un punto concreto del mapa de pertenencias culturales. Dice: “Soy esto”. También es posible que “esto” sea “un gran gilipollas”, no me entiendan mal; las chapas no son algo implícitamente positivo. De hecho, me he pasado un poco antes cuando he dicho que en los ochenta no las llevaba ni Dios. En BUP estaba lleno de tías con chapas de Martin Kemp (Spandau Ballet) o Simon Le Bon (Duran Duran). Pero no como hoy, desde luego.
Las chapas en su utilización masiva son una herencia del Club de Fans de los 50’s y 60’s (We love The Beatles y Vote for Elvis y eso), pero también de las campañas políticas americanas de la misma época y de los movimientos contraculturales del final de la década. Quizás la más mítica sea la chapa del CND, el Comité para el Desarme Nuclear inglés, que ha acabado derivando en lo que la gente llama “el signo de la paz”: aquel trípode emboscado que diseñó Gerald Holtom en 1958 y que hizo su primera aparición en la marcha antinuclear a Aldermaston del mismo año. Pero se podría decir que la explosión chapista llega con el pop (Peter Blake inundando sus cuadros de chapas, Pete Townshend y Keith Moon de The Who cargándose las chaquetas con ellas) y revienta en el punk y la 2-Tone de finales de los 70. Es allí cuando la chapa se hace obligatoria. Ningún punk rocker, mod o rude boy que se respetara a sí mismo podía salir a la calle sin llevar 5 o 6 de ellas, mínimo. Stiff Records (If it ain’t stiff it ain’t worth a fuck), The Specials, The Damned, The Jam, Blondie is a group, etc. Nuestro arsenal.
Por cierto: Cuando hablo de chapas me refiero exclusivamente al button badge; el óvalo metálico recubierto de papel plastificado. Los pins son otra cosa, y los que las llevan son un tipo de persona completamente distinto; son los mismos que coleccionan ranitas en cualquier formato, sobres de azúcar y estatuillas hechas con sus propias mucosidades.
Una chapa puede ser Decorativa (rayas, dibujos, gatos), Política (“No más bombas en Tajikistán”), Gracioso-Bromista (“Estoy aquí solo por la cerveza”, I’m with this idiot), Irónico-Retro-80’s-Bizarra (Naranjito, El Fary, La Ruperta) o Publicitaria (¿Quieren adelgazar? Pregúntenle cómo al tipo enajenado y desaseado que lleva la chapa). O, claro, Culturalmente Identificativas (grupos, sellos, fanzines). La oferta es infinita, pero piensen bien lo que se ponen. Nadie les va a encontrar enigmáticamente sofisticados si llevan una chapa sopera que dice: Pornstar.
Una chapa suele valer 1 euro o menos; incluso pueden comprarse la máquina que las fabrica por 199 euros, tanto si quieren ponerse todas sus creaciones (van a parecer un árbol de navidad, pero en fín) como si quieren dedicarse al negocio. De hecho, muchos diseñadores se han pasado al rollito retro-poppie de hacer chapas exclusivas, como puede verse en el libro Chapas de Gavin Lucas. En sus páginas retozan múltiples artistas gráficos (ugh), pero también Mark Pawson, por suerte. Mark Pawson es un artista londinense con vínculos a los neoístas (de los que hablamos en un Reciclajes pasado), obsesionado con el arte popular –pero de veras, no para convertirlo en un hobby para ricos- y un señor que supura anti-cultura seria por todos sus orificios. Las chapas neoístas Demolish Serious Culture son suyas, así como las de Give Up Art (“Dejen de producir arte”). Pero no se crean que es un estirado. Pawson también produce chapas con mapas o calles (fruto de su amor por la psicogeografía), chapas I Love (I love Jacques Derrida, I Love Fucked-up Noise...), chapas de fieltro, con dibujos de telas, comida, de todo.
Les dejo con mi chapa favorita: Press. Original de los últimos 60’s. Me la dio un amigo inglés, asegurando que eran chapas oficiales de prensa que los yippies de Berkeley se ponían para que no les bastonearan los antidisturbios. Qué tiempos de inocencia debían ser aquellos, en que una mera chapita falsa detenía mágicamente las porras de los malos; hoy en día te hacen pulpa porque tu nombre empiece por la letra equivocada.
En cualquier caso, Press no está en venta, así que no pregunten.

Kiko Amat

Chapas
Gavin Lucas
Editorial Gustavo Gili
127 págs.

Chapistas en la red:
Fancy Pop
www.fancy-pop.net/
Plataforma Asturiana de Chapas y Complementos
http://www.plataformasturiana.tk/
Modern City Records
www.moderncityrecords.com/
Pop Madrid
www.popmadrid.com/popshop/chapas
Chapas a Tutiplen
http://www.chapasatutiplen.com/
Mark Pawson:
http://www.mpawson.demon.co.uk/


(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia el 5 de diciembre de 2007)

5 de des. 2007

Cançons Hungry Beat IX a l'EJE

Las canciones que pusimos en el Hungry Beat IX del pasado 16 de noviembre en el EJE. Falta Jose, pieza esencial del quinteto, que enfermó. Lo que queda habla por sí mismo, sin embargo. Nerds: a apuntar, como nosotros apuntamos.

Miguel
MEGACITY FOUR – January
THE DAMNED – I think I’m wonderful
PETER & THE TEST TUBE BABIES - Jinx
PARAISO - Estrella de la radio
THE BARRACUDAS - Radios in revolt
THE DARLING BUDS - Burst
TELEVISION PERSONALITIES - I hope you have a nice day
THE DAMNED/CAPTAIN SENSIBLE - A riot in Eastbourne Pier
THE HOW – I was a boy
BMX BANDITS – My generation
BEACHWOOD SPARKS –Midsummer Daydream
THE MAD HATTERS – Dancing with the dead
JOHN’S CHILDREN – Desdemona
PLASTICLAND – The magic rocking horse
REVOLVING PAINT DREAM – (Burn this house) Down to the ground

Uri Amat
Les Savy Fav In these woods
The Pink Fairies Do it
Huggy Bear Fuck yr heart
The Original Sins Heard it all before
The Housemartins I smell winter
Can Moonshake
Redskins Keep on keeping on
Zumpano Momentum
Oxford Collapse Let’s vanish
Thin White Rope Lithium
fIREHOSE for the singer of REM
Kerosene 454 electrics on the rise
Superchunk water wings (???)
The Outsiders Touch
The Three O’clock Jet fighter
Trotsky Icepick Little things you don’t know
Q and not U (una de “Different damage” que no recordo)
Antelope Wandering ghost
Lyres She pays my rent now
Edwyn Collins 50 shades of blue
Robyn Hitchcock and the Egyptians Egyptian cream

Jordi Geli
START -DER BEAT
THE BUREAU - LET HIM HAVE IT
GEORGIE FAME - NO THANKS
DELORES HALL - GOOD LOVIN´MAN
MAJORLETTES - TOO HOT TO HOLD
MILLIE JACKSON - BREAKAWAY
DAN BRANTLEY - I CAN´T TAKE NO MORE
LEE ROYE - TEARS
BOBBY WOMACK - WHAT YOU GONNA DO
THE CONTINENETAL 4 - THE WAY I LOVE YOU
THE RAVEN - CALAMITY JANE
LORD THUNDER - THUNDER
CLARENCE MURRAY - THE BOOK OF LOVE
CHARLES SPURLING - THAT´S MY ZONE (HE´S PICKIN´ON)

Kiko Amat
DEXYS The teams that meet in caffs
BETTY LAVETTE You’ll wake up wiser
WEEKEND Drum beat for baby
EVERYTHING BUT THE GIRL Another bridge
RUDI Crimson
ALICE CLARK Don’t you care
THE JASMINE MINKS Think!
MARINE Life in reverse
CHRIS CLARK From head to toe
THE RUMBLE STRIPS Boys are back in town
THE BONGOS Question ball
YEH YEH You will pay
KIMBERLEY REW Stomping all over the world
EVIE SANDS Take me for a little while
KAMENBERT Hey baby
BRIGHTON 64 No volverán
THE WHAT...FOR! Goin’ out of my mind
THE SINNERS Good and evil
TED TAYLOR (Love is like a) Ramblin’ rose
MAKIN’ TIME I know what you’re thinking
JACKIE WILSON The girl turned me on
GETTO KITTY Stand up and be counted
JEAN WELLS Try me and see
CURTIS MAYFIELD Soul music
THE STYLE COUNCIL How she threw it all away
LACK OF KNOWLEDGE The uninvited

Manifest Anti-Bicing


Hi ha moltes coses del Bicing (pronunciat "baising" que queda més americà) que no m'agraden. La primera es que tots el nous "Bicingueros", la majoria dels cuals no te ni puta idea d'anar en bicicleta, van per l'acera i ja he estat apunt de ser atropellat unes quantes vegades. De fet un cop que anava super-carregat amb dues motxiles, una a cada braç, em van venir una parella mixta de "bicinguerus" de cara per la mateixa acera, un al costat de l'altre i vaig pensar "No m'aparto, no m'aparto…", com al joc aquell de "El gallina" en que dos cotxes es llancen l'un a l'encontre de l'altre i es tracta de veure qui te més collons i s'aparta abans. Aixó vaig fer i la Erasmus es va fotre una hostia al xocar frontalment contra la motxila de la meva esquerra. Ni em vaig girar. Mireu si soc cabró. I no vull ser ciutadà, pero es que ja n'hi ha prou. Oi, que els cotxes i motos no hi van per l'acera?
I ja sé que també es culpa de l'Ajuntament, i que els carrils bicis son una puta merda, perillosos i que sempre hi ha taxistes parats enmig del pas, i que abans de fotre lo del Bicing podien fer uns carrils bicis més decents, pels que ja tenen bici pròpia, pero es que no em mola ser atropellat. I menys encara que quan vaig tranquilament per l'acera hi hagi un "bicinguero" darrera meu "dring, dring, dring" perque el deixi passar.
Una altre cosa que no m'agrada del Bicing es que han tret tots els pàrquings de bicis per posar punts de "Bicing" i ara el pobres bicicleteros de tota la vida no tenen on aparcar les bicis, ja que, per acabar-ho d'arreglar l'ordenança cívica prohibeix lligar les bicicletes als arbres i faroles. No soc gens bicicletero, de fet no he agafat una bici desde que anava de vacances al Camping Neptuno de Pals, pero es que aixó es una situació bastant ridícula, no?
Pero el que més odio del Bicing, per sobre de tot, es que a mes de burros som uns "apaleaos". Si no mireu aquesta noticia que desvelava el setmanari Directa fa unes setmanes:

" L'empresa que gestiona el Bicing financia Bush i promou la Guerra a l'Irak Segons ha pogut investigar el Setmanari de Comunicació Directa en la seva edició d'avui, l'alcalde de Barcelona va adjudicar el servei del Bicing a Clear Channel, una empresa de Texas que finança el partit republicà de George Bush.

Segons ha pogut investigar el Setmanari de Comunicació Directa en la seva edició d'avui, l'alcalde de Barcelona va adjudicar el servei del Bicing a Clear Channel, una empresa de Texas que finança el partit republicà de George Bush. La filial a l’Estat espanyol té la seu central a Madrid, amb el nom de Clear Channel España SLU. Aquesta depèn de Clear Channel International, amb seu als Països Baixos, però totes elles estan controlades des de San Antonio, a l’estat de Texas, als EUA. Els seus màxims directius són Paul Mayer, Randall Mays i Mark Mays. Gran part dels beneficis generats per la multinacional es destinen a la Mays Family Foundation, que subvenciona i patrocina, entre d’altres coses, la causa política del partit republicà dels Estats Units, presidit per George Bush. Van col·laborar en la campanya per les presidencials de 2004 i també ho fan en l’actual carrera per arribar a la Casa Blanca. Des de les 1200 emisores de ràdio local que controla aquesta gran corporació, també van promoure la participació de la ciutadania a les marxes de suport a la guerra prèvies a la invasió militar del març de 2003".

No està pas malament, oi? O que us pensaveu?
Uri Amat

9 de nov. 2007

Hungry Beat IX con The Bite


Con este cartel excepcionalmente espartano que nos hemos sacado de la manga en cinco minutos post-carajillo, La Escuela Moderna se complace en invitaros a la próxima verbena Hungry Beat. Nuestra novena, y parece que era ayer.

Lo celebraremos en uno de los santos lugares de La Escuela Moderna, el Espai Jove de l'Eixample (Ali Bei 120, Metro Marina) el día viernes 16 de noviembre hacia las 21:30.

El calendario de festejos lo iniciarán THE BITE, el cuarteto de punk-mod-powerpop barcelonés que está a punto de sacar su 10" de debut en Daily records. Para el que pregunte, The Bite tienen en el pop ruidoso de 1979 su sonido ideal: The Jam, The Chords, The Undertones, The Purple Hearts... Con algo de rockanroleo antipódico a lo Radio Birdman y feedbacks rompe-guitarras marca The Who por si acaso faltaran ingredientes. Jaleo con Ben Shermans, en resumen. Arrogancia original que no requiere de artismos ni explicaciones: Never explain, never apologize, que decía el sabio de John Osborne.

Tras ellos, los pinchadiscos de Hungry Beat (Miguel, Jose, Uri & Kiko Amat, más su nuevo miembro Jordi "DJ Castañazo" Geli ) pondremos todos esos discos raros que hemos acumulado tras años de ventolín y cajones y dedos sucios: DIY de tres copias, indie escocés prehistórico, 60's punk rayado, soul con zapatillas, pop épico, revivalismo mod, punk-del-que-se-puede-bailar y freakbeat que airea fulares. Para connoisseurs y aficionados, siempre.
Y, como en ocasiones anteriores, a los diez primeros (que lo pidan) les regalamos estupenda cinta recopilatoria.

Todo lo demás ya se sabe: cerveza asequible, pista amplia, patio andaluz, camarería amable y solícita, discos que no tiene ni cristo, baile sin subvenciones. Autoayuda a base de singles gloriosos: Hungry Beat.

Estáis todos invitados.
La Escuela Moderna

Modernismo combativo

The Jam El trío inglés de pop impetuoso que lideró Paul Weller, hoy revisitados en directo sin su líder y alma mater

Las canciones son el mejor medio para conquistar el tiempo y efectuar un viaje místico al pasado. La frase es mía, aunque suene a que la dijo el Neal de Els Joves en un momento de particular fumadez. Escuchando determinadas canciones uno retrocede en el tiempo al momento en que las escuchó por primera vez. Y servidor de ustedes, si escucha el disco In the city de The Jam, es catapultado a sus 14 años. Bam. Ustedes se preguntarán, con razón, para qué rayos querría uno volver a esa edad concreta. Reventarse granos de la nariz, organizar pajathones en el lavabo paterno o llevar el peinado más absurdo de la Tierra no parecen a primera vista cosas que uno desearía revisitar. Lo importante aquí, ven, son los Jam y los cambios que desencadenaron.

¿Alguien recuerda el momento exacto en que cambió su vida? ¿El vórtice catártico de mutación personal? Yo sí. Mi vida pre-Jam se sostenía con el Thriller de Michael Jackson, ropa comprada por mi madre y una completa desorientación vital. Y de repente, In the city (1977). Ojos centelleantes como bolas de discoteca, pulso trotante, sudor-en-manos. El impulso, la voz, la fiereza del sonido, los riffs con los que empieza el tema principal. ¿Cómo decirles? Fue como abrir una trampilla al otro lado de la cual están todas las cosas que vale la pena celebrar: la juventud, la belleza, la pasión, la rabia. Y, de repente, encontrar una voz parecida a la tuya diciendo cosas que aún no sabías cómo verbalizar. “En la ciudad hay mil caras que resplandecen / Y esas caras doradas tienen menos de 25 / Quieren decirte, quieren contarte / Sobre la idea joven” (In the City). O “Cualquier cosa que quieras hacer / Cualquier lugar al que quieras ir / No necesitas permiso para todo lo que quieres” (Art School). ¿Ah, no? ¡Viva!

Pero me dejé llevar por la emoción sin explicar por qué The Jam. The Jam son uno de los grupos más importantes del pop. Existieron de 1977 a 1982, cuando su líder, ideólogo y compositor Paul Weller los disolvió en la cúspide de su fama, antes de que se diluyera la idea. Ese gesto, por sí solo, justificaría su existencia. Pero es que además, The Jam sacaron 6 álbumes impecables de furioso arte pop con influencias de Tamla Motown, los Who, el punk y la psicodelia inglesa; muchos nombran como favorito All Mod Cons (1978), pero el mío es Setting Sons (1979). Por las increíbles miradas a la vida de la clase obrera inglesa en Saturdays kids (el lad inglés retratado entre pintas, coches Cortina y council houses), Private hell (el infierno cotidiano) o Smithers-Jones (la agonía calma del oficinista recto, correcto y narcoléptico). Por los temas políticos: The Eton rifles, un ataque a la clase alta que Weller escribió tras ver a unos alumnos de Eton mofándose de una manifestación contra el desempleo, y Little boy soldiers, el himno antimilitarista. Por esas dos inspiradas viñetas de relaciones humanas que son Burning sky o Thick as thieves, la mejor descripción jamás hecha de una amistad fracturada con los años: “Estábamos unidos como ladrones, íbamos a estar juntos siempre / En aquel momento lo creíamos, pero resultó que al final / Robamos la amistad que nos mantenía unidos”. Acérquenme un pañuelo, deprisa.
Los Jam, además, metieron 40 singles en las listas, lo que les hace una de las mejores bandas de singles de la historia. Weller recuperó y revitalizó él solito la idea mod –con su imagen, su sonido, sus guitarras Rickenbacker y declaraciones de pertenencia- una identificación subcultural que cientos de adolescentes continuarían. Paul Weller era, como Jonathan Coe dijo de BS Johnson, el “modernista combativo de clase obrera, con fiero genio y visión de túnel”. Muchos jóvenes vieron en su música el primer ejemplo de expresión surgida de la propia experiencia, autoenseñanza y testarudez, en lugar del medio académico. Weller, aunque ahora haya cambiado de idea en casi todo, fue como un Dios Catalizador; tras escuchar a los Jam, la gente empezaba fanzines, formaba grupos, lo que fuera. The Jam son esenciales también por esas reacciones.

Y ahora me dicen que The Jam vienen a tocar aquí, rebautizados como From The Jam y sin Paul Weller, y ustedes me preguntan: ¿Vas a ir? Y solo les puedo contestar lo que decía Lermontov en Las Zapatillas rojas: “Para mí, esto es una religión. Y a uno no le gusta ver su religión practicada... así”.
Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 7 de noviembre de 2007)

The Sea and Cake: Si el 6 fos el 9, si el jazz fos pop

Everybody (Thrill Jockey, 2007) és un dels pocs discs actuals que fan honor a la llarga cadena d’influències autoadjudicades sense fer el ridícul, i sense ser un pastitx. De fet, creant un so nou per un nou món. The Sea and Cake, els seus autors (especialment Sam Prekop, l’home de la batuta), ho fan semblar tot tan natural que la única possible conclusió és que ho duen cosit a l’ànima. És soul music, gent.

Sonar a coses concretes, tenir influències òbvies, no és un crim. Teenage Fanclub –per dir un exemple– no s’han allunyat mai gaire del pop produït de Big Star, i ningú els ha denunciat encara. El pop és així. Es repeteix, s’enfonsa, torna a sortir a la superfície, i els seus acords es van canviant la roba per lluir millor en els balls de noves dècades. D’altra banda, hi ha grups que aconsegueixen un so tan particular, tan diferent de tot el que els precedia, que sembla que hagin inventat el que fan. Aquest és el cas de The Sea and Cake. Porten passaports marcats amb els segells del krautrock, la música brasilera, el jazz d’Impulse, el soul de Curtom o el dub jamaicà, però el que surt dels seus instruments és un pop que balla el hulahop, tan nou i estrany i dolç i rítmic que sembla que surti del no-res. I tanmateix, les influències mencionades es poden percebre, traient el cap pel darrere d’un determinat conjunt de notes. És només que és un flaire subtil en lloc d’obvi. Elegant. El toc d’algú que sap transformar les proteïnes assimilades en un nou gest.
The Sea and Cake potser són, com insinua la seva pàgina Myspace, un “supergrup del postrock” (tres paraules ben lletges, per cert, especialment “supergrup” i “rock”). Això és perquè es van formar el 1994 quan estaven a altres grups i ho van fer per un projecte únic que –després de set LPs– ja no ho és. Els anomenen supergrup, doncs, perquè Sam Prekop (guitarra, veu, líder) i Eric Claridge (baix) venien de Shrimp Boat, i Archer Prewitt (guitarra) és dels The Coctails, i John McEntire (bateria) és un Tortoise. I els anomenen postrock, imagino, perquè ningú sap què dir. Ja els he dit que The Sea and Cake eren difícils de desar a calaixos amb etiquetes. Jazz-pop, kraut-bossa, groovin-pop, melodic dub-pop... Podria passar el matí tractant de clavar-los l’agulla d’entomòleg, però no ho faré. És millor que els ho expliqui Sam Prekop, el cervell al sol.

El periodista anglès Kevin Pearce va dir fa anys que hi havia quelcom de gloriós en el fet que cada disc de The Sea and Cake sonés exactament com un disc de The Sea and Cake. O sigui, que havíeu aconseguit un so completament distintiu, impossible de confondre.
Vaja, això és un compliment molt alt, i crec de veritat que el so surt natural. No ens interessa premeditar cap direcció específica ni establir cap norma a què ens puguem adherir. Cada disc, espero, reflecteix acuradament el que ens interessa a cada època, és tot molt del moment. Però com que portem junts tant de temps, cada moment duu al darrere molta història, i aquest és un avantatge del qual intentem treure partit.

Tots els vostres discs em donen una estranya sensació de calma i plenitud, sense que això impliqui gens d’efecte new age / so-de-les-balenes. No gaire gent provoca aquesta placidesa.
Crear calma i placidesa mai ha estat la nostra ambició directa. Entenc perfectament com això s’esdevé, només que no és intencionat. M'interessa trobar la bellesa pura en la música, no només que sigui bonica sinó que es noti l'esforç de buscar la perfecció. Aquestes cançons poden evocar els elements que tu hi sents.

Malgrat el vostre so completament personal, vàries coses el permeten. Hi ha una mica de Marcos Valle i Joyce i brazilian, potser alguna cosa afrancesada, molt jazz, un pessic d’indie-rock (com a Crossing Line), un pessic de rock alemany (a Left on)... Diries que és una descripció correcta?
M’agrada tot el que menciones. Sóc especialment fan de Joyce, i Kraftwerk sempre han estat una inspiració. Diria que recentment he tractat de no escriure cançons que sonessin influenciades directament per la música brasilera. Em sembla que durant una època vaig estar perillosament a prop de convertir-me en un “estilista”, quelcom que mai m’ha interessat.

Hum. O sigui, que m’he inventat això del so francès.
No. Jo el que diria és que no sóc cap expert en música pop francesa, que no en conec la major part, però va haver-hi una època en què m’interessava molt Serge Gainsbourg. Morricone també ha estat una gran influència, i fins i tot avui m’adono que s’ha filtrat a la majoria de coses que escric. Això té a veure amb les seves melodies, molt intrincades però a la vegada molt directes.

El que és curiós és que, sigui el que sigui el que llenceu a l’olla, tots els vostres discos són bàsicament i decididament pop.
Crec que sempre hem treballat dins de la tradició del pop. Per molt que a vegades sembli que ens allunyem del cercle, el que fem és encara essencialment música feta per un grup pop.

En la meva opinió, un dels senyals d’identitat del grup és la veu. Una veu molt conversacional i pròpia, molt cool. Em fa pensar una mica en Mose Allison.
Bé, gràcies, una influència molt important en la meva manera de cantar ha estat la música de DJ jamaicana, específicament U Roy, Big Youth i Prince Jazzbo. Sempre m’ha sorprès per la seva natura conversacional i la seva qualitat rítmica. Pots cantar amb i en contra del ritme, per sobre i per sota de la música. És una gran influència en el meu fraseig.

Potser va ser la teva veu la que va fer que el teu disc en solitari What’s your new professor sonés tant a The Sea and Cake sense ser un disc del grup.
És cert, no hi ha manera de fugir de la meva veu. Realment és l’única manera que tinc de cantar, així que si canto és lògic que la gent pensi en The Sea and Cake. Les cançons per si mateixes estan, en una fase molt primigènia, tallades amb el mateix patró, així que el meu material solo podria també haver estat del grup. La diferència està en la gent amb qui contacto per posar en pràctica les meves idees. En qualsevol cas, sempre hi ha una connexió, sigui vocal o musical.

Els crítics tendeixen a afegir la paraula “críptiques” darrera la paraula “lletres” quan parlen del grup. Realment, algunes de les combinacions de paraules sonen xocants, estranyes.
N’estic d’acord. Les millor lletres també romanen xocants per mi. El cert és que no m’interessa un estil d’escriptura lineal, i que les impressions són per mi més importants que qualsevol missatge. Hi treballo molt, en les lletres, així que naturalment són essencials. Tanmateix, no sóc molt preciosista a l’hora d’escollir les paraules, em sento bastant alliberat de les seves limitacions, i això segur que contribueix que siguin bastant críptiques.

Quina és la prioritat que tots els membres de The Sea and Cake –donat que teniu altres grups– adjudiqueu al grup?
Per mi tots els objectius són iguals, només que es transformen en centrals depenent del moment. Bàsicament, quan The Sea and Cake comencen a treballar, aquesta és la prioritat per tots nosaltres. D’altra banda, depèn de mi de que The Sea and Cake estiguin o no actius.

Les cançons s’atribueixen a tot el grup. Ens pots explicar com funciona el procés compositiu?
Començo amb una col·lecció difosa d’idees en guitarra, que presento a Archer i Eric. Juguem amb elles, noves idees emergeixen, coses canvien, s’afegeixen arranjaments, i aleshores ens reunim amb John. Llavors ja treballem amb el que tenim com a grup. En aquest punt es graven els temes bàsics. Posteriorment m’enduc les gravacions al meu estudi i treballo en la veu. És en aquest punt quan sembla un treball en solitari. També sento que tinc un poder considerable sobre la música segons com canto, ja que abans de posar veus les peces encara són llibres oberts. Finalment, però, considero que la música està escrita per tots, perquè si un element canviés, el resultat seria completament diferent.

Xicago és un dels punts de referència de la música negra americana, sigui blues, soul o house. Quina és la teva relació amb tota aquesta cultura i com t’ha influït?
Encara em recordo del primer cop que vaig agafar una guitarra i vaig intentar tocar Xicago blues. Vaig créixer obsessionat amb la música de Xicago, i a casa escoltava tot el dia Curtis Mayfield, així que es pot dir que és una enorme influència. Quan vaig començar a tocar en un grup m’interessava més la història del jazz de Xicago, especificament AACM, i també em fascinava que Sun Ra hagués treballat aquí. Al final, però, en sóc només un fan, i realment no tinc una connexió cultural amb la música afroamericana.

Et preguntava això perquè trobo que The Sea and Cake és un dels grups menys “blancs” de tots els grups formats per gent blanca. I que això s’aconsegueix tocant música que no està basada d’una manera directa en paràmetres o acords del blues / r&b / soul.
Vaja. Això sí que és un compliment.

Per acabar, un inevitable moment nerd-fan-coleccionista. Digues discos i artistes que hagin modulat la teva visió de la vida, el món, la cultura, l’amor... I coses que estiguis descobrint ara.
Algunes de les coses que estic escoltant últimament són les recopilacions d’Studio One que treu Soul Jazz; s’està tornant una obsessió, la veritat. També l’últim disc de la Colleen, Les ondes silencieuses, em va agafar completament per sorpresa. És malèvolament bonic. També m’agrada molt el nou disc de Fennesz amb Sakamoto, Cendre. I hi ha un excel·lent grup de Baltimore que es diu Beach House, amb disc homònim. El nou de Panda Bear, Person Pitch, és genial.
Alguns dels artistes més importants per mi són: Sun Ra, Miles Davis, Lee Perry, Brian Wilson, Morricone, Walker Evans, Morton Feldman, Phillip Guston, Paul Klee, Atget, Curtis Mayfield, Neil Young i Nina Simone.
Kiko Amat

(Article publicat originalment a la revista Benzina #20, octubre de 2007)

5 de nov. 2007

Paul Weller: El Apolo Mod (una entrevista)



Paul Weller es pura realeza pop. Un noble guapetón de linaje mod inglés, y una celebridad de las que provocan a su paso que la gente se fracture el cuello estilo Linda Blair tratando de verle. Esa fama, Weller la ha alcanzado a base de hacer discos intensos y bellos, y colocando durante tres décadas muchas canciones en el Top 10 británico. Paul Weller (1958, Woking) fue el líder y fundador de The Jam, posteriormente de The Style Council, y desde 1990 exitoso artista en solitario con nombre y apellidos. En términos de talento musical, Weller es pues un apolíneo Dios Viviente del Pop que comparte limbo con Pete Townshend, Ray Davies o Curtis Mayfield, pero también una personalidad compleja y un señor con genio del que hace tartamudear a entrevistadores.
Condensar en pocas palabras lo que sus dos ex-grupos representan es imposible. The Jam eran más que un grupo, como se dice del Barça. Una forma de vida, un ejército, algo a lo que pertenecer. Las canciones de Weller eran los Mandamientos, y en cuanto a seguimiento enfervorizado y fiel, los Jam no tenían parangón. Las pocas bandas de su época que provocaban una identificación social semejante (Dexys Midnight Runners, Madness o The Specials, por ejemplo), Weller los desecha hoy de un manotazo: “No veo ninguna conexión con esos grupos. Los pocos que me gustaban en el momento eran Wire, Gang of Four, Slits o Joy Division”.

Pero si The Jam eran un fenómeno único, su siguiente grupo, The Style Council, fue un refugio de incomprendidos. Weller desechó por completo la idea de grupo de rock, dejó de tocar la guitarra para expresar su rechazo, y se lanzó a realizar música de inspiración negra que rompió en parte con el legado de pop fiero de The Jam. Cambios grandes, que el músico desdeña hoy; pues Weller, oh no, ha cambiado de idea. “Eso era sólo como me sentía en la época. Lo cierto es que el rock no está muerto; está vivo y bien saludable. Todo lo que dije entonces fue porque estaba muy involucrado en política, típico de los primeros 80. Las comunidades estaban fracturadas, al igual que los sindicatos; mis ideas surgían de ese ambiente”. El Weller que en 1988 diría “Para mí, la música rock es un anacronismo” toca hoy rock de bandera y se codea con Oasis y Ocean Colour Scene, grupos que –de existir- hubiese crucificado en su juventud. “La vida es así” –dice, sin asomo de ironía- “La gente cambia según van pasando los años. Todo eso es algo que ya no me importa”. Pero, ¿Y todos esos looks magníficos, esas declaraciones inspiradoras? “La mayoría me dan algo de vergüenza. Me da escalofríos ver algunas de esas fotos. Tienes que comprender que yo crecí en público. Las etapas peores de una vida, en mi caso fueron registradas y analizadas. Aquellos peinados...”.

Otro cambio de Paul Weller ha sido su actitud política. De vociferante socialista (uno de sus éxitos, Shout to the top, decía sin tapujos: “No te equivoques / Esto es lucha de clases”) y miembro de la plataforma Red Wedge, Weller ha pasado a un apoliticismo muy brit-rock. “Ya no me identifico con aquello. Todos los políticos me decepcionaron. Creo que es un gran timo, ¿no? Todos ellos, los Blairs y los Bushes, tienen planes ocultos. Estoy muy desilusionado, pero aún estoy contra la guerra. No me parece bien que un gobierno pueda ir y bombardear a esos pobres desgraciados”. Adiós Weller El Dandy Rojo, Hola Weller El Lad (Lad: joven inglés fan de la ropa casual, el fútbol, emborracharse y las chicas) ¿Muy Oasis? “Me encantan los dos primeros discos de Oasis, recogieron bien el espíritu de los 90. Un grupo indie shoegazer hecho de lads a los que les gustaba solo follar y el fútbol. Un grupo que no temía no ser intelectual; no sé si esto era bueno o malo, pero sí diferente. En cuanto a la bebida, somos una nación de borrachos. Es un rollo isleño: o bebes o te vuelves loco. Las épocas en que he sido abstemio me he aburrido mucho”.

Dos cosas para las que Weller nunca ha tenido opiniones contradictorias han sido los discos buenos y su pertenencia al lóngevo culto mod. Para lo segundo, solo tiene elogios: “Aunque se inspire en parte en el pasado, creo que lo mod es aún relevante y contemporáneo, y evoluciona constantemente con el tiempo. El rollo mod va de coger como una urraca todo lo que sea bueno. Cuando apareció el punk, para mí fue lo mismo: Chicos buscando su voz, creando caminos. Es un viaje formativo de auto-conocimiento juvenil, inherente a Inglaterra, único, algo que incluso hoy empapa toda la cultura; mira el peinado del cantante de los Arctic Monkeys, tío. Algo poderoso, chicos creciendo y entrando a formar parte de subculturas, de pandillas, exhibiendo su estilo y escuchando música enorme”. Discos, siempre discos: la universidad del fanático Weller y su mayor influencia. “Toda la vida soul, de los 50, 60 o 70. Reggae y ska también, claro. Compro discos a destajo, y siempre tengo la sensación de que se me escapan cosas. De ahora me gustan Hard-Fi, Arctic Monkeys, The Enemy (que tienen muy buenas letras) y los Babyshambles. Pete (Doherty) tiene mucho talento, a pesar de todas las gilipolleces que hace”.

Weller ha tenido siempre la antena bien puesta. En los 90, fue uno de los únicos artistas pop que abrazó el nuevo house americano, llegando incluso a grabar un disco que rechazó Polydor. “Todavía me encanta el house de los 80 y 90: Promised land, Blaze, Join hands... Fue frustrante cuando la prensa nos destrozó. Seis años después, la gente empezó a comprender”. Señalar el camino a seguir ha sido siempre algo muy Welleriano; muchos fans conocieron a escritores como Colin McInnes, poetas como Adrien Henri, dramaturgos como Joe Orton y bandas como The Action gracias a las declaraciones de amor de Weller. Es imposible pues despedirse del Modfather sin preguntar quiénes fueron los que le marcaron el camino a él. “Los grupos con los que crecí: Beatles y Who. John Lennon hablaba en una entrevista de Buffalo Springfield o El libro tibetano de los muertos, y yo salía corriendo a comprarlos”. Weller quizás habrá cambiado, pero su entusiasmo juvenil nunca lo hará.

Kiko Amat


(Entrevista publicada originalmente en el periódico El Pais del 26 de octubre de 2007. El artículo aparecería en una forma abreviada por razones de espacio; esta versión es la que estaba pensada como definitiva)


Nota: Algunas respuestas de Weller no aparecerían en el artículo final. Para los coleccionistas de trivia Welleriana, el músico definiría lo rave como "basura aporreante para borrachos", declaró sentirse halagado por la eclosión del mod revival de 1979, reaccionó ante nombres como Orange Juice y Vic Godard como si fuese la primera vez que los oía en su vida, afirmó que en Inglaterra "siempre han existido grandes peinados, lo que no sé si es una cosa buena" y puso como ejemplos de canciones favoritas de ahora mismo el "Wear it in your face" de The Dells y una versión reggae del "Crazy mixed-up girl" de cuyo autor no recordaba el nombre "pero era algo así como The Creators". Weller, además, dice totally man e innit todo el rato, rie más de lo esperado, no tiene ningún interés -como ya se ve en el artículo- en casi ninguno de sus aesthetics ni declaraciones pretéritas y suena, en general, como un señor inglés cualquiera al que nos hubiésemos encontrado en los urinarios y con el que intercambiáramos unos cuantos clichés meadores.

22 d’oct. 2007

Oi!: La parte mala de la calle

Bonito no es. Pero, por otra parte, nunca se ha tratado de eso. El sonido Oi! es feo, malcarado, rebotado y agresivo. Es una cicatriz de boxeador, un dedo amputado de maquinista de fábrica, un gaje del oficio, una verruga del punk rock. En repetidas ocasiones, es ofensivamente bruto. Pero, de nuevo, no se trataba de demostrar gran inteligencia. Era otra cosa. El Oi!, ese punk callejero de barrio marginal que coincide en nacimiento con el mod revival de 1979, es un cabezazo en la nariz. Gary Bushell, un oportunista escriba de la revista Sounds (aunque, por aquel entonces, genuinamente interesado en revivalismo mod y rock’n’roll skinhead) lo bautizó así en la época; la palabra “oi!” es el equivalente inglés de nuestro “¡Eh, tú!”. La interpelación algo faltona con tonos imperativos. Lo que te grita el encargado en la fábrica el segundo día de trabajo. Lo que te dice el matón de pub el minuto antes de que te hayas metido en una pelea. Oi! ¡Eh, Nen!
El Oi! y el que suscribe esto tenemos una relación amor-odio larguísima. Por una parte, claro, considero algunas de sus más extremas manifestaciones despreciables; como hombre de izquierda radical, obviamente, uno no puede sino contener el vómito cuando le hablan de los disturbios racistas de algunos conciertos de la época, o se para a considerar las letras de sus grupos más “sospechosos” (grupos que solo alguien MUY inocente no definiría como derechistas). De esto, por supuesto, ni hablar. Al río con ellos.
Por otro lado, hay algunas cosas en el Oi! y Street Rock’n’Roll primigenio (Cockney Rejects, Angelic Upstarts, Infa-Riot, The Business, Peter & The Test Tube Babies o Sham 69) que son fascinantes. Su parte de verdadero (si bien algo romantizado) grito de clase y comunidad; una parte que, cuando sale de los grupos adecuados, se percibe como una auténtica declaración de resistencia. Sin paternalismos de clase media, ni pretensiones intelectuales. Sin decoración. Una música y una voz que son irrecuperables por los media y la modernez. Su feura, su estridencia, la hacen la única música del mundo que nunca jamás saldrá en anuncios de coches, o se pinchará entre grupos en festivales, o la diseñadora Estoyloca que va al Razz se estampará en camisetas. Los cuatro Cockney Rejects –por ejemplo- son tan pequeños, tan delincuentes, tan simples y están tan enfadados que están más allá de la recuperación por el mainstream y de cualquier comercialización. Hay algo extremadamente hermoso en esta situación de pura intocabilidad de mofeta; es éste un estilo, una forma de vida, un entorno que ni la clase media ni las grandes compañías ni la gente guapa desea tocar. Oi! es completa Lepra pop. Casi puedes imaginar la mueca de asco de la modelo o el ilustrador de turno al enfrentarse al acné y los exabruptos y los tatuajes Bic de aquellos grupos de adolescentes sin estudios. Oi? Ecs.
Porque ésta es la pintada de los gamberros callejeros, hecha disco. Vandalismo público con guitarras; el equivalente de chutar bolsas de basura, con estribillos. Éste es el auténtico rock’n’roll del obrero no-especializado, el canto de la parte mala de la calle, sin flores, ni libros, ni sexo glamuroso, ni esperanza de ningún tipo. Cualquiera que haya vivido en el extrarradio de una gran ciudad lo reconocerá al instante, como a un viejo colega de bar.
Oi!: Cerveza y gradas y el barrio como única frontera amenazada reconocible. Ruido con botas de ocho agujeros. Desempleo Sound. La anti-intelectualidad del Oi!, su capacidad de supervivencia y su orgullo, esa mano que muerde al periodista y al funcionario de Ayuda Social que llama a la puerta, el “no queremos nada de vosotros” es uno de sus atributos más dignos. Es cierto: Ni es bonito, ni es pacífico. Pero, por otra parte, el mundo en que vivimos tampoco lo es.
Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en el periódico Diagonal#61 del 20 sept-03 oct)

Jimmy Jimmy


Novela El debut del angry young man Kingsley Amis pinta las cómicas tribulaciones del antiheróico profesor de una universidad inglesa


Jim Dixon es un rebelde. Sí, como decía la canción de las Crystals: Él es un rebelde. Un angry young man, un joven airado, un marginado de labio torcido, el “hombre no susceptible de contagiarse del entusiasmo general”, como afirmó Colin Wilson en The Outsider. Pero, al contrario que los existencialistas espatarrados en divanes de los ensayos de Wilson, al contrario que los dandis adictos a los enemas de Huysmans o los Roquentines que miran con asco por la ventana mientras escuchan blues y beben absenta, la rebeldía de Dixon se manifiesta de otras maneras. Dixon odia a mucha gente (“Cada uno de vosotros pertenece a una de las dos grandes divisiones del género humano, la gente que me cae bien y la gente que no”), y la sociedad le da cien patadas, y en eso coincide con los nombrados outsiders. Pero Jim lleva una procesión interior que sólo sale a la superficie en incontrolados ataques de muecas (a espaldas de la gente), pequeños actos de vandalismo social y grandes tajadas con desperfectos colaterales.
Jim es el adorable protagonista de La suerte de Jim (1953) de Kingsley Amis. Ojo, esto no quiere decir que sea adorable como un pony o una Barriguitas, sino que es un adorable colgao. Jim Dixon es profesor de Historia Medieval en una universidad privada inglesa, y su historia se desarrolla en algún punto de los primeros años cincuenta. Por su mal encajar en el entorno, Jim se parece un poco a ese otro profesor desplazado, el Paul Pennyfeather de Decadencia y caída de Evelyn Waugh. Por sus ganas de largarse a otra maldita parte y su penosa incapacidad para hacerlo, y en cierto modo también por su bulliciosa vida interior, Jim se parece al Billy Liar de la novela homónima de Keith Waterhouse. Su entrañable patetismo y sus planchas monumentales preceden los de un millón de series inglesas actuales, de The Office a Peep Show. Menudo uno es Jim.
La cómica trama se basa en los siguientes dilemas de Jim: cómo preparar un discurso sobre un tema que desconoce por completo y no ser despedido por su superior, el irritantísimo y odiable profesor Welch; cómo dejar a su semi-novia actual, Margaret (yo la visualizo con la cara de Chus Lampreave y el cerebro de Priscilla Presley, ustedes hagan como gusten), de la que se nos dice: “Cualquier atención medianamente decente que Margaret hubiese recibido de él era el resultado de una victoria temporal del temor sobre la irritación y/o de la pena sobre el aburrimiento”; cómo ligarse a Christine, la actual novia de Bertrand, el repugnante pintor moderno que es –para colmo- el hijo de Welch. Jim detesta a este pintamonas oportunista con tal virulencia que se declara capaz de “dedicar los próximos diez años de su vida a abrirse camino hasta sentar plaza como crítico de arte con el propósito de hacer reseñas desfavorables de la obra de Bertrand”. En otro punto también nos comenta: “Bertrand no puede ser buen pintor; él, Dixon, no lo permitiría”. El odio de Jim surge, en parte, de haber comprendido que todas las mujeres que valen la pena acaban en manos de idiotas. Es un axioma irrefutable que todo humano enamorado y no correspondido ha pensado alguna vez.
Al igual que el protagonista, el autor Kingsley Amis (1922-1995) era también un angry young man. Pero aunque se le incluía en el grupo de escritores ingleses mosqueados de los 50’s del que formaban parte John Osborne, Alan Sillitoe o el mencionado Colin Wilson, Amis prefirió utilizar el humor en lugar del drama para exorcizar su disgusto, algo que volvería a demostrar en posteriores obras como Una chica como tú (1960) o Los viejos demonios (1986). Kingsley Amis, déjenme que les diga, era un tipo tan grande que se le perdona todo; incluso haber engendrado a Martin Amis y pasarse a los Tories. Amis Senior odiaba con furia a los necios, y por ello puede resumirse La suerte de Jim como una constante batalla primordial entre imbéciles y no-imbéciles. La diferencia entre esta novela y una como Billy Liar, sin embargo, es que en ésta ganamos nosotros. Me refiero a los no-imbéciles, por si dudaba algún malintencionado. No voy a adelantarles el final, pero sí les diré que los enclenques con mala dentadura del mundo, cabreados y paupérrimos y mil-veces-rechazados-por-la-guapa-de-la-clase, tenemos en La suerte de Jim nuestra pequeña venganza. Y les puedo asegurar que sabe de lo más dulce. Dulcísima, sabe.

Kiko Amat


(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 10 de octubre de 2007)


La suerte de Jim
Kingsley Amis
Destino
334 pág.

5 d’oct. 2007

Soul gitano (y vengo a tu casamiento)



Rumba funk Un nuevo recopilatorio ahonda en el cruce autóctono de la música negra con la rumba catalano-flamenca

¿Orgullo nacional? En el caso del que escribe, algo tan raro como un cólico miserere. Y, antes de que empiecen a bastonear a un muñeco de paja que me simbolice, déjenme que les recuerde algo. Por cada Pau Riba, Francesc Pujols, Enric Casasses o Andreu Nin (por nombrar cuatro catalanes inspiradores) tenemos muchos otros nombres que, por trágico que nos parezca, sí simbolizan la cultura catalana oficial, de Sau a El cor de la ciutat. No me digan que no es como para echarse a llorar y enterrar barretinas como si no hubiese un mañana, joder.
Por eso, cuando aparece una razón para el júbilo y el agitar de banderas, no es cuestión de dejarla pasar. Esa razón se llama Rumba Catalana. Sí, amigos, la rumba catalana es solo nuestra. Podemos agarrarla y ponernos en desafiantes jarras en La Jonquera, mil altavoces enfocando a la Galia y ahogando el plañido de sus chanteuses con el palmear victorioso de nuestros rumberos. Pero lo mejor viene ahora. Una parte de esa rumba estuvo influida por el soul, creando lo que sin duda es una combinación celestial. O sea: sonido bailongo autóctono + la música más bella creada por el hombre + gitanos. Si esto –el soul caló- no es una granada de mano emocional que lanzar a la jeta de la cultura burguesa catalana, no sé lo que es.

Calófonk
Han oído bien: GITANOS. Y al que responda Tu Padre, ahí está la puerta, y detrás de ella unos amigos míos con bates de béisbol que le enseñarán el significado de las palabras “respeto racial”. Gitanos haciendo rumba con funk, como demuestra la mayoría de cortes del recopilatorio Achilifunk; gipsy soul 1969-1979. El rescate nos viene de mano del reconocido excavador discográfico barcelonés Txarly Brown, un hombre de mirada limpia que empezó como fan del ska y se ha convertido en uno de los más importantes conocedores vinílicos de música negra de aquí. En Achilifunk, Brown desentierra “con fundamento, pasión y credibilidad” una selección de canciones calófonk de lujo -algunas catalanas, otras no- y encima lo nutre de contexto en el completo libreto que acompaña al CD. La historia, se la resumo yo: Primero está el son cubano (que, como todo, viene de África vía-esclavos), transformado al llegar a España en rumba flamenca (un “palo chico” del flamenco, ya estamos faltando) y que sufre su final mutación mística en Catalunya al hacerse rumba catalana. Ésta, con una lírica “adaptada del tango, del guaguancó y la guaracha” y un sonido cercano al de la música orquestal afrocubana, fermenta aislada del entorno payo en bodas gitanas durante 1957-63 y acaba dominando el mundo en la época 1965-75, sostenida por su triunvirato Peret- Chacho-El Pescaílla.


Cuando esta rumba se orienta hacia el sonido de club en 1969, le surgen foruncularmente las primeras fusiones. Primero con el llamado “flamenco pop”: Las Grecas, Encarnita Polo, el mencionado Chacho y, en su vertiente rock-psicodélica, hasta los grandiosos Smash con su El garrotín, todos ellos –excepto Grecas- representados en Achilifunk. Pero el grueso de las tropas y lo que justifica el subtítulo Gipsy soul son los artistas que –gracias sobre todo a la faena de productores y músicos de estudio, ojo, y no tanto por los propios artistas- orientan su rumba hacia el jazz-funk, la música disco, el funkarrón e incluso el soul. Sí, soul. Y aún les diré más: northern soul. Como mínimo dos temas del recopilatorio podrían pasar por rompepistas northern del Wigan Casino inglés: Bum bum del tres-veces-mencionado Chacho, y una especie de exitazo 70’s soul proto-disco con parones llamado Pares o nones de Los Marismeños. Pínchenlo después del Hung up on your love de los Skull Snaps en un club foráneo y observen triunfantes como la pista se inmoviliza y la gente saca las carteras para pagar lo que sea por ese hit inaudito.


Hay muchos más, algunos de ellos emocionantes. Los Amaya aparecen con Qué mala suerte la mía, para mí el cenit de este disco. Descrito por Brown como “el punto intermedio entre La Habana y Barcelona”, la canción desencadena en el oyente tal alegría de estar vivo –gracias a sus cadencias medio pop de Costa Oeste, medio mexicanas- que van a sorprenderse corriendo desnudos por la calle como si fuesen un Hermano del Espíritu Libre o cualquier profeta milenarista de la Edad Media. O sea, es así de buena. Cerca de ella hay otras negritudes que parecen imposibles. Tanto Los Chunguitos con su Baila mi ritmo (cara B del ultraconocido Dame veneno) como Rumba Tres con Rumbita tru, la, la como Los Chorbos con su instrumental Sones del chicharro hacen algo que solo puede definirse como Rumba Funk: guitarras wah-wah, trompetas Stax y ecos de Isaac Hayes, junto a palmas y fraseos inconfundiblemente rumberos. Increíble.


Por supuesto, Dios aquí es Peret, descrito por Brown como “el amo” y “rey de reyes”. La prueba es Chaví, una mezcla en clave rumba del Shaft con algo del She’s not there de The Zombies, cantada en caló y apuntalada con un contagioso ritmo que hará que se paseen con el tumbao de un proxeneta. En las notas de Brown sobre Peret, de hecho, se menciona un programa televisivo de TVE de 1974 llamado A su aire. Yo he visto ese programa, y se quedó fundido en mi retina como si me hubiesen marcado con el sable candente de Miguel Strogoff. En él aparece Peret con un look que el entendedor no puede sino reconocer como el de haber pasado una larga noche tomando bebidas espirituosas con señoras de mala fama. Viéndole irrumpir de aquella manera por entre las sillas del cine de su barrio con la camisa desabrochada, sin afeitar, tocando la guitarra como si fuese una trompeta del Apocalipsis, enjoyado a lo Mr.T y escudado por su gang, uno solo puede murmurar: Qué tío más grande. Y es que ya se lo he dicho antes: Puestos a buscar iconos de la cultura catalana, ¿a quién prefieren ustedes? ¿Tàpies o Peret? Vamos, hombre.
Kiko Amat

VV.AA
Achilifunk; Gipsy soul 1969-1979

Lovemonk, 2007
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia el 18 de septiembre de 2007)

En Las Guindas

Los discos que pinché en Las Guindas el jueves 20 de setembre 2007, en excelente compañía, durante lo que tiene pinta de haber sido mucho rato.

DEXYS There there my dear
MARCOS VALLE Mustang côr de sangue
MOSE ALLISON I’m smashed
GEORGIE FAME In the meantime
VIC GODARD T.R.O.U.B.L.E.
MEMPHIS Aprés ski
MARINE GIRLS That fink, jazz-me-blues boy
THE SEA AND CAKE Too strong
THE BEAT Doors to your heart
WEEKEND A life in the day of... Pt.2
CAETANO VELOSO Tropicália
LIZZY MERCIER DESCLOUX Room mate
THE CLIENTELE The dance of the hours
DONOVAN Sunny south Kensington
JOYCE Aldeia de Ogum
MONA RICHARDSON Heartbeat
THE ORCHIDS Everything about you
EVERYTHING BUT THE GIRL When all’s well
LUDUS My cherry is in sherry
MAXIMUM JOY White and green place
JOSEF K Heads watch
THE SHAMEN Something about you
THE STANDELLS Riot on sunset strip
THE DENTISTS Pallino
13th FLOOR ELEVATORS You’re gonna miss me
McCARTHY Well of loneliness
THE SMOKE Have some more tea
THE FALL Fantastic life
THE BIRDS No good without you
LiLiPUT Die matrosen
THE LAUGHING APPLE Wouldn’t you?
THE ELECTRIC PRUNES I had too much to dream (last night)
DELTA 5 Mind your own business
THE MUSIC MACHINE Masculine intuition
COMET GAIN Tighten up
SCENE CREAMERS AK47
THE BUFF MEDWAYS Troubled mind
ELS XOCS Més enllà (Milk cow blues)
THE SINNERS Good & evil
ESSENTIAL LOGIC Music is a better noise
THE WOLFHOUNDS Ex-Cable street
THE STYLE COUNCIL Walls come tumbling down
VIC GODARD Holiday Hymn
TELEVISION PERSONALITIES Favorite films
THE CHILLS I love my leather jacket
THE CICHLIDS Did you ever
LOS APSON Voy por tí (Seventh son)
MOSE ALLISON Seventh son
THE V.I.P.’s Don’t let it go
BID Love
ZUMPANO Wraparound shades
HURRAH This boy
THE BONGOS Telephoto lens
THE NEW PORNOGRAPHERS Mutiny, I give you
THE VASELINES Son of a gun
THE DONKEYS Don’t go
ART BRUT Good weekend
FIRE ENGINES Hungry beat

Kiko Amat

20 de set. 2007

La Escuela Moderna presenta: Nueva Vulcano y Vague Angels



El 6 de octubre, finalizando una gira que les ha llevado por diez ciudades de la Península, llegan a Barcelona Nueva Vulcano y Vague Angels, compartiendo cartel en una fiesta que viene envuelta con los lazos de regalo de La Escuela Moderna.
Nueva Vulcano
presentarán su huracanado nuevo single Días señalados EP (Bcore 2007), con dos canciones nuevas ("Mano izquierda" y "Predominio del sol") que les devuelven a sus primeros amores, Superchunk, Megacity Four, Jawbox. Los cuatro miembros del grupo se enfrentan a sus canciones como si les hubiesen susurrado al oído que el fin del mundo está acerca; musculosos y nerviosos y preparados, como en una declaración de guerra.Vague Angels , ya se sabe, son el grupo de Chris Leo (ex-The Van Pelt, ex-The Lapse). Ésta será su segunda visita a Barcelona tras su concierto acústico del pasado 15 de marzo en el bar Heliogábal de Gràcia. Vague Angels es un grupo tenso e inspirado en el que han goteado todas las cosas buenas de los grupos previos de Leo: letras inspiradas, pop nervioso y cambiante, enfado y culpa grabados en reflexiones llenas de melancolía y furia discordante.
En todo esto, La Escuela Moderna repartirá abrazos y chocará esos cinco, y tras los conciertos los miembros del colectivo pinchante Hungry Beat pondrán los mejores y más raros discos (¡Discos!) del mundo. Punk rock, pop nervioso, beat ubangi, mod revivido, power pop de corbata fina e indie arqueológico. Pa'bailar.El concierto-conga será en el Espai Jove de l'Eixample (Ali-Bei 120) el día 6 de octubre a las 21:30h . La entrada será de 5 Euros. El single de Nueva Vulcano estará a la venta. Y los de La Escuela Moderna no se han molestado en hacer un nuevo número de su fanzine, los muy vagos.

18 de set. 2007

Discos en Heliogàbal post-Oliver

El set de canciones de singles y LPs que fueron pinchadas, con la compañía final de Jordi Geli (lista no incluida), en el Heliogàbal tras el concierto de Joan Miquel Oliver el día 13 de septiembre de 2007. Todo hits, esta vez. Aunque fueran solo nuestros hits.

DEXYS MIDNIGHT RUNNERS Let’s make this precious
THE EASYBEATS Sorry
THE DENTISTS I’m not the devil
THE RECORDS Teenarama
XTC When you’re near me I have difficulty
PERE UBU Non-Alignment pact
THE BOYS First time
VIC GODARD Holiday Hymn
THE CHILLS Heavenly pop hit
THE BEAT Save it for later
THE FLATMATES I could be in heaven
THE WHO Circles
THE LAUGHING APPLE Wouldn’t you?
THE UNDERTONES Jump boys
THE CHESTERFIELDS Nose out of joint
THE NIPS Gabrielle
THE SHAMEN Something about you
THE BARRACUDAS Surfers are back
WIMPLE WINCH Save my soul
HUGGY BEAR Her jazz
FIRE ENGINES Get up and use me
BMX BANDITS Kylie’s got a crush on us
THE STEMS Never be friends
THE GO-BETWEENS Was there anything I could do?
THE JUNE BRIDES We belong
THE FLESHTONES Hexbreaker
WIRE Dot dash
THE POOH STICKS Working on a beautiful thing
MAKIN’ TIME I know what you’re thinking
THE SINNERS Good & evil

Kiko Amat

13 de set. 2007

Pandilleo pre-histórico

Les voy a hacer un examen tipo test. Espero que no les importe. La pregunta que quiero hacerles es: ¿Cuándo surgen las primeras pandillas de teenagers? ¿Cuándo empieza el descontrol de gang juvenil? ¿Cuándo se inventa la subcultura adolescente tal y como la conocemos, con sus rituales diferenciados, ropa estridente, comportamiento tribal? Pueden escoger entre cuatro opciones:

a) 1850
b) 1954
c) 5237
d) 1977

¿Ya terminaron? Obviamente, la c era de broma; 5237 es el número que el escritor norteamericano John Fante llevaba tatuado en el hombro. Perdonen la gracia privada. Pero, volviendo al test. Quizás me paso de listo, pero seguro que la mayoría de ustedes habrá escogido fechas post-IIª Guerra Mundial, tal vez pensando en los rockers y los mods ingleses, los primeros teddy boys británicos, el fenómeno del rock’n’roll y los teenagers americanos de los 50. O incluso habrán marcado la d, esa fecha –para muchos de ustedes antediluviana, para otros algo más cercana- en que el mundo, aparentemente, vio aparecer a los jóvenes airados, el punk rock, Dios salve a la reina, señores vestidos con bolsas de basura, imperdibles y teñidos capilares de maruja anfetosa, toda aquella distorsión y velocidad pop. Pues bien: la fecha correcta es –redoble de tambor- 1850. Como lo oyen, queridos. Ni mods, ni rockers, ni rude boys, ni rastas, ni punks, ni skinheads, ni beatniks, ni hippies... Esto de la tribu teenager es más viejo que el ir a pie.


Para empezar, no fue hasta que un señor con barba llamado G. Stanley Hall se puso manos a la obra que la adolescencia se consideró por fin un estadio separado de la infancia o la edad adulta. Antes uno pasaba de niño a viejo. ¿Se imaginan? De los juguetes a la hipoteca, sin pasar por la conga y el despelote. Así, Hall -que citando a Platón definió la juventud como “una borrachera espiritual”- fue el primero que sublimó hacia 1870 el concepto de adolescencia y situó su duración de los 10-12/14 años de edad hasta los 21/25 (variando entre chicos/chicas). A partir de allí ya se pudo salir a la calle a apedrear farolas, ponerse ropa chillona, escuchar discos raros, peinarse absurdamente e intentar impresionar al sexo opuesto con andares de pavo real escocido. Todo aquello por lo que vale la pena vivir –y que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, caramba- tiene cientos de años de historia. Jon Savage se lo cuenta mejor que yo en su último libro Teenage; the creation of youth 1870-1945, pero no se apuren, que yo les hago aquí mismo un quién es quién del pandilleo teen de aquellos años locos.

NY Gangs (1857-1900): Como en la película aquella y el libro de Herbert Asbury. Desde mediados del siglo XIX, jóvenes delincuentes neoyorquinos agrupados en bandas con nombres coloridos como los Dead Rabbits, los Bowery Boys, los Whyos, las Lady Locusts (solo chicas) o los Five Pointers se dedicaron a coger por cualquier medio las cosas que les parecían vitales: “intoxicantes, armas y ropa”. Sí, el dandy pandillero empieza más o menos allí. Asbury recalca cómo el jefe de pandilla “proclamaba su dominancia mediante la vestimenta”, y el significante básico de referencia de estos grupos solía ser el atuendo. Un mundo autónomo basado en camisas de colores, navajas automáticas y chulería púber. ¿Les suena?



Hooligans (1870-1900): También llamados scuttlers o street arabs, y bautizados como hooligans por la prensa (un epíteto racista: era un apellido irlandés, y ya se sabe que en Inglaterra los irlandeses siempre tienen la culpa de todo). El pandillero hooligan de finales del siglo XIX lucía un atuendo que precede casi todos los detalles de las subculturas que conocemos hoy: Pantalones de campana, cinturón customizado con corazones o serpientes de metal, e incluso con el propio nombre (¡100 años antes que los B-Boys!), pañuelo al cuello (distinto color para cada banda), gorra de lado y, en algunos casos, también peinado mohicano (¡un siglo antes del punk!). Dandismo, violencia y mala alimentación; todo estaba inventado ya.


Apaches (1860-1900): Como los anteriores, pero en Francia. “El Apache es sentimental, un dandy que sabe lo que hay, con sentido del honor y gusto por la distinción. No se resigna a nada”, decía un periodista de la época. Con sus chaquetas negras y camisas de colores chillones, fulares coloridos y pantalones llamados “dolor de barriga” (de fieltro y con enormes bolsillos delanteros), tatuajes y gorras planas, pandas como Les Aristos, Les Coeurs d’Acer (corazones de acero) y Les Riffaudes preceden el tribalismo rocanrolero por varias décadas.


Los Vorticistas / Futuristas (1900-1920): Eran grupos de vanguardia artístico-política, la verdad, pero su comportamiento punkoso se asemejaba peligrosamente al de un gang de callejón. Los Vorticistas inventaron el manifiesto de doble cara con odios/amores (Blast / Bless) que luego adaptaría Malcolm McLaren para sus camisetas de Sex Pistols, tenían un fanzine (Blast) en el que insultaban a todo bicho viviente y proclamaban ser (en mayúsculas) “JÓVENES ENORMES, EXPLOTANDO POR TODAS PARTES CON ROPA EXTREMADAMENTE ESTRECHA”. Más claro, agua.


Neo-Paganos (1900-1910): Los beatniks o hippies de hace un siglo. Les gustaba el camping cuando nadie hacía camping, discutían de socialismo, se bañaban en pelotas y estaban fascinados intelectualmente por el sexo. Decían que todo el mundo debería morir a los 40, y que ellos permanecerían eternamente congelados en la infancia. Su líder espiritual, Rupert Brooke, con su media melena y camisas bolsudas y corbatones, parece en las fotos un antepasado beat y decadente de Christian Bale.


Flappers (1920’s): Las primeras adolescentes liberadas que inmortalizó Zelda Fitzgerald en su colección de historias Flappers and Philosophers. Cabello corto a lo casco (extravagante por aquel entonces), flirteantes, patinantes, obsesionadas con el Charleston, la independencia y el pasarlo de fábula todo el tiempo. El precedente obvio de la teenager americana de los 50.


Sheiks (1920’s): No fue tanto un gang o una subcultura, sino un popular nuevo estilo masculino. El nombre hacía alusión a los fans de Rodolfo Valentino, especialmente en el film The Sheik (1921), donde el actor hacía de tórrido y feromonado jeque árabe. El look: Raya en medio a lo hachazo, entallado avispesco y cintura altísima, propuesta de fornicación poco disimulada.


Swing Heini / Swing Boys (1937-1945): Alemanes anglófilos en plena era nazi, fans de la ropa chocante y el swing negro, por supuesto. Se pasaban el día organizando bailes clandestinos donde poder jitterbuguear en “salvaje éxtasis”, dejándose crecer el pelo y llamándose los unos a los otros “baby”. Sus bandas tenían nombres como Kittelsbach Pirates (estos se organizaron varias veces para dar palizas a las Juventudes Hitlerianas) y se reconocían entre ellos silbando canciones de jazz.


Zazous (1935-1945): De nuevo lo mismo, pero en francés. El nombre proviene de una canción de Cab Calloway, Zah Zuh Za, que les volvía locos. Llevaban bigotillos Clark Gable, pantalones inmensos, pelo extremadamente largo y engominado (“aceitosos como ensaladas”, que dijo el periódico L’Illustration), zapatos creepers (los que más tarde adoptarían los teddy boys) y corbatas de colores. Existencia secreta, vandalismo público y raves antes de que existieran las raves. Y politizados: Cuando el régimen colaboracionista de Pétain instauró la estrella amarilla para los judíos, los Zazous respondieron, en un Gran Gesto de gloriosa gallardía subcultural, cosiéndose estrellas amarillas con las palabras SWING en el pecho. Vaya pelotas.


Zoot-Suiters (1940’s): Magullados protagonistas de los tristemente célebres Zoot Suit Riots de 1943 en LA, cuando centenares de GI’s la emprendieron contra todo pandillero Zootsuiteado que se les cruzara. Los Zoot Suiters eran jóvenes pachucos méxicano-americanos en rebelión contra sus dos culturas paternas. Su “bandera de deshonor” (como la llama Savage) era la ropa: los trajes Zoot, importados de la moda negra, perfectos para bailar el jitterbug, con sus faldones gigantescos, solapas mayestáticas, en amarillo y púrpura, con botones de nácar, eran una forma de decirle a la América convencional: ‘Iros todos a la mierda. Soy bello. No soy un sub-hombre. Esta ropa es mi dignidad, mi arrogancia, mi orgullo, lo único que tengo. Arrancádmela si os atrevéis’. Al final les dieron para el pelo, pero en Gran Gesto volvimos a ganar los buenos.

Kiko Amat


(Artículo publicado originalmente en el suplemento EP3 de El País del 31 de agosto de 2007)

The Fleshtones: Roman Gods


THE FLESHTONES
Roman Gods
IRS, 1982

Què resulta més irritant? El rocker immobilista i antiexperiments o el crític de música avançada que refusa veure la joia incommensurable de la party music, la celebració inacabable del rock’n’roll i el soul més matussers? Ambdós són –si permeten que em posi Jardiel Poncela– altament assassinables, però són els segons els que han fet desaparèixer grups com The Fleshtones dels mapes del pop. Doncs, veuran, el que passa és que una part de la intelligentia decideix què és influient, seminal, surfejador del zeitgeist (per fer servir unes quantes paraulotes de crític), i també què és descartable, revivalista o barroer. Són aquests “grups d’experts” els que han aprovat fenòmens com el postpunk o l’electrònica o el free jazz, estampant-hi el segell de Molt Important, i els que han pixat a sobre del mod revival, el hardcore o el garatge 80’s. No vull que m’entenguin malament: sóc fan de Pere Ubu, ESG o Alice Coltrane (per dir tres noms a l’atzar). Però per mi estan al costat de Long Tall Shorty o Miracle Workers. Tot és bella música pop. Porta pantalons estranys, causa Sant Vito, és vermella amb flaixos púrpura, té acords inusuals, funciona en els seus propis termes, és autosuficient, brillant, exultant, sorollosa? Celebra que estiguem vius? Sí? Doncs portin-m’ho i que bordin els acadèmics. A més, els crítics no ballen.
Un dels fenòmens més injustament oblidats dels arbres genealògics oficials, doncs, és l’explosió garatge-psicodèlica dels 80. Una escena furiosament independent que ni va fregar les llistes ni partia de cap tipus d’intent innovador. Eren, senzillament, nens amb pentinats estranys intentant replicar el so dels seus grups favorits. I qualsevol persona sap que aquesta combinació ha creat les manifestacions més vitals de la música pop.

Rars entre els rars
The Fleshtones són, en l’entorn garatge 80’s, l’equivalent dels The Beat a l’entorn 2-Tone. Els rars. Els que ningú sap com agafar. Enmig d’una escena que, malgrat produir pàgines exultants de sorollot teenager, també va crear gran estupidesa, The Fleshtones eren els dislocats, els que es preocupaven menys de la norma i la rèplica quadriculada dels 60’s i més de la conga, la ballaruga i el fruir sexual de la música negra. No és fantàstica la contracorrent quan s’esdevé dins l’underground? Com Mark Eric –el tipus que va fer un disc d’harmonies surf en ple 1969, en plena era hippie– The Fleshtones no encaixaven a la superficie ni tampoc a sota terra. Per molta gent del contuberni garatger del moment, els Fleshtones eren massa “funky”. Aquesta paraula implica que el grup estava massa dedicat al ball, a la música de festa-al-menjador-de-casa-els-pares, a la negritud, a la farra i a acabar la nit vestit al riu, i massa poc a replicar amb cruesa pentinats i acords calcats del sixties punk. Això, que en la època era vist per alguns com el seu gran pecat, ha fet que els discs dels Fleshtones siguin objectes artístics que han sobreviscut al pas del temps amb glòria. Al so dels Fleshtones hi ha Lee Dorsey i Kool & The Gang, hi ha Eddie Cochran i Chocolate Watch Band i Rufus Thomas i disco music, hi ha funk i punk. Hi ha pel·lícules de teenagers, festes frat, hi ha hop i limbo i bugalú. Hi ha un saxo i una trompeta, per Déu. Hi ha un bombo que fa que instantàniament vulguis treure’t la roba i fer la bèstia de les dues esquenes amb la persona que tens al costat. No és màgic quan el pop provoca això? I res ho provoca millor que els Fleshtones.

La malaltia del ball furiós
Me n’adono, no es pensin, que cada cop biografio menys. I és que, la veritat, m’interessa més donar-los context, comparacions i definicions de la joia apassionada del so del grup que setze dades remastegades com papilla infantil. Però sí els diré que els Fleshtones es van formar el 1976 a NY. Que els dos membres clau són Peter Zaremba, vocal i orgue i MC (i cabell Retorn a Brideshead) i el guitarra Keith Streng, però acostumen a ser cinc. Que tocaven al CBGB i al Max’s Kansas City, però també al Danceteria (aquesta dicotomia els defineix del tot). Que van gravar un primer single per Red Star (la casa dels Suicide) que es deia American Beat –i que potser recordin de la BSO de la pel·lícula Despedida de soltero– i un primer LP inèdit que acabaria sortint en cassette a ROIR sota el nom Blast off! (Munster l’edità fa anys en vinil). Aquest primer disc és fantàstic, sí; però Roman Gods, el seu debut oficial (gravat el 1982 per la emergent IRS, llar de R.E.M.), és per mi l’epítom de la festa Fleshtoniana. Els el definiré amb una anècdota molt senzilla: intentava fer la crítica escoltant-lo alhora, i m’ha resultat im-pos-si-ble. O sigui: l’he hagut d’aturar. I saben per què? De cop estava ballant, senyors. BALLANT. Dansant sense samarreta com un arapahoe per tota l’habitació. I és que el poder celebratiu de Roman Gods és difícil de posar en paraules. Escoltar-lo és, com deia Thomas Pynchon al parlar de Jim Dodge, “com si t’haguessin convidat a una festa on se celebra tot el que és important”. Només punxar la primera cançó, The Dreg (Fleshtone-77), ja es veu per on va tot: tambors de ball Apatxe, fuzz i atmosfera lisèrgico-punk en la línia de The Piper at the Gates of Dawn, rabiós garatge 60’s i distorsió pop proto-JAMC. A les següents cançons s’estableix la combinació garatge i R&B funkós negre i el to general de gang delinqüent típic Fleshtone: molts cors es canten en grup i xisclant, les harmòniques gemeguen, les trompetes despentinen, el ritme para i torna a començar –a Stop Fooling Around, per exemple– com en una festa real amb MCs i un grup en directe, es lletregen els títols (a R-IG-H-T-S)... L’única versió de Roman Gods és, tanmateix, una completa declaració d’intencions: el Ride Your Pony de Lee Dorsey, un rhythm’n’blues soulesc que sempre ha provocat la macroconga instantània arreu. The Fleshtones, no creguin, van fer molts més discs bons després d’aquest. Hexbreaker, el següent, era també grandiós i, si m’apuren, jo recomano tots els àlbums en estudi fins el Powerstance del 1991. Però la fanfàrria de pura i formidable party music que desencadena Roman Gods a cada punxada és inigualable. Guardin-lo per al divendres nit. O per qualsevol circumstància de motí genital i combustió hormonal interna.
Kiko Amat
(Article publicat originalment a la revista Benzina#19 de setembre del 2007)

Granta: Loca academia de narrativa

Novela Sale a la calle la segunda entrega de la selección Granta de Los Mejores Jóvenes Novelistas Estadounidenses en su edición de 2006

Al igual que los fenómenos meteorológicos, Granta –la selección de mejores autores de cada década que realiza la revista inglesa del mismo nombre- tiene efectos dispares. Por un lado, la primera recopilación de Mejores Novelistas Jóvenes Británicos (1983) desencadenó en el mundo los azotes de Martin Amis y Salman Rushdie; el primero, ya lo saben, hace tiempo que se cree Dios todopoderoso. Respecto al segundo, ya no me quedan insultos que lanzar porque todos los ha usado la periodista inglesa Julie Burchill; “viejo chocho” y “pijo insufrible” solían ser los más recurrentes. El propio Rushdie, por cierto, sería uno de los jueces de la siguiente edición (1993), que la Burchill definió escuetamente en su columna como “mierda”. El difunto y majestuoso Kingsley Amis también metería baza afirmando que “la gente joven brillante de hoy en día se dedica a otras cosas [que no son escribir novelas)”. Ambos se pasaron, pues en 1993 estaban Tibor Fischer, Jeanette Winterson, y también Kureishi, que... eh, ahora que lo pienso, inmediatamente después de aparecer en Granta, Kureishi interrumpiría su impecable racha y –igualito que Amis- empezaría a ponerse pomposo. ¿Será Granta una especie de beso de la muerte para algunos novelistas?

Desde 1996, Granta también selecciona una lista estadounidense, y eso es lo que nos ocupa. Acaba de salir el nuevo Granta americano, y el mundo aguarda en silencio con el corazón en un puño. No, ahora en serio: al mundo le importa un rábano, pero les suplico que presten atención a esto, porque sociológicamente es vital. Se trata del proceso de selección de este Granta y los anteriores. En su edición de 1996 se basaba en una criba piramidal con comités regionales, pero eso no agradó a su editor Ian Jack, que para el 2006 instauró un comité único que leyera a todos los candidatos. Lo interesante de ello es que, haga lo que haga Granta, la selección final siempre acaba teniendo una acentuada inclinación de clase. La edición del 2003 inglesa mostraba que el 70% de los seleccionados provenían de educación Oxbridge (Oxford o Cambridge, obviamente). En la americana del 2006, más de la mitad son ex-alumnos de alguna universidad Ivy League (las de la élite). Casi todos escogieron la narrativa como carrera universitaria, y todos vienen de educación de Taller Literario. Ustedes me perdonarán, pero hay algo podrido en esto. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un no-universitario pobre y autodidacta publique en Granta. Si Bukowski viviese y tuviese 35 años hoy (la edad tope ha bajado de 40 a 35), su máxima relación con Granta sería limpiar los retretes de la editorial.

¿Qué trae pues el Granta americano del 2006? Trae cantidad de dolor y muerte, un hecho sobre el que incluso su editor declara sentirse perplejo. Que una generación sobrealimentada y mimada escriba sobre miseria y angustia es un rasgo cuanto menos sospechoso. Pero quizás éste sea uno de los resultados de la educación de taller: se empieza con “Escribe una historia desde el punto de vista de una tostada” y se termina así. La implicación de muchos de estos novelistas con su obra desprende un inconfundible olor a asepsia y a narrativa-hecha-con-catalejo que no ensucia manos ni corazones. En bastantes casos, lo que tenemos aquí es el perfecto opuesto de la Escritura Peligrosa de Spanbauer. Cuidado que no mancho. Literatura arremangada.

Esto no es lo mismo que decir que los escritores sean malos. De hecho, algunos son bien buenos. Pero, al igual que en el pop, el contexto es vital, y también lo es la opción que tiene cada lector de creerse más o menos a un narrador. En el extremo “¡Viva, viva!” están, en mi opinión, estos novelistas: Christopher Coake con Aquella primera vez, un nostálgico relato post-divorcio que suena sincero y sufrido. Gary Shtenyngard con Los diarios de Lenny Abramov, un fragmento de novela que es raro y divertido a lo George Saunders o Vonnegut; además, Shtenyngard es el único autor de la selección que se atreve a ser cómico. Respeto para él. Anthony Doerr con Procrear, generar (los problemas para tener hijos de una pareja) y Dana Horn con Pésaj en Nueva Orleans (las entretenidas tribulaciones de un soldado judío en la Guerra Civil americana) también funcionan. Y aún otro: Rattawut Lapcharoensap clava en Los aparcacoches un gran relato de vandalismo y rabia de clase.
En cuanto al extremo “Ay, mi madre” están Nell Freudenberger y su Donde se encuentran el Este y el Oeste, un relato que agradará a los que lloraron con Tomates verdes fritos; Olga Grushin y El exilio, un relato ambientado en 1927 y escrito como si fuera 1870; Karen Russell y El establo al final de nuestro mandato, o como la marktwainesca idea de un establo donde todos los caballos son ex-presidentes americanos puede convertirse en un auténtico tostón; Mi pintora de la reputada Nicole Krauss es un ejercicio de estilo algo anémico, pero por otro lado es el resultado lógico de permitir que los squares escriban libros; ZZ Packer y su Soldados Búfalo, con sus aventurillas de indios y pioneros, es sub-sub-sub-Fenimore Cooper. Hay más, nadando entre dos tierras, pero dejo el veredicto final a su completa discreción.
Aún no he decidido qué hacer con Gabe Hudson y Porno duro. El autor es ex-Marine, y el extracto de novela es fascinante y guarro, pero se percibe una subyacente inmoralidad nihilista a lo Brett Easton Ellis que, personalmente, no comparto. Y es que la sordidez, en el fondo, es pan comido; lo jodido es la empatía. El relato La respuesta de Jess Row, por su parte, es profundo y perceptivo, pero el tema de pánico islamista post 11/09 huele a maniobra efectista. Cuando decida qué pienso de ambos, ustedes serán los primeros en saberlo.
Ah, lo olvidaba: el peor relato de todos es el de Jonathan Safran Foer. Por las pistas, deduzco que se nos presenta un nuevo y acongojante caso de beso letal de Granta.
Kiko Amat

GRANTA #8
Los mejores jóvenes novelistas estadounidenses

Alfaguara, 2007
395 pág.

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 22 de agosto de 2007)