Chapas La mini-pancarta circular que todo el mundo lleva en la pechera ha regresado después de días de gloria en los 60 y 70 (pero no 80)
Las chapas han vuelto y nadie sabe por qué narices. O sea: Bienvenidas, pero que conste que en los ochenta las llevaban cuatro mataos. Cuatro mataos, además, medio estrábicos de tanto intentar identificar qué chapa de 20mm llevaba puesta aquel tipo “con pintas” en la otra punta del vagón. Porque en aquella época –una era glaciar estilo Mad-Max sin Internet ni Ipods- las chapas eran el gran identificador subcultural. El equivalente del pañuelo coloreado en bolsillo trasero de los gays hecho baluarte punk-rocker. La declaración de intenciones de la chapa era, por su tamaño, más discreta que la de una camiseta, pancarta o tatuaje facial. Por tanto, era ideal para los que preferían el anonimato urbano (con códigos sutiles para-los-que-sepan-ver) al mohicano llamador de atención y puñetazos en la cara. La chapa dice lo que dice, pero flojito y en Morse.
Sí, la chapa en el pectoral era el guiño masónico que confirmaba “las pintas”. Pues en aquellos grises días pre-92 en los que la gente escribía a mano y bebía felizmente en la calle, “las pintas” tribales eran algo muy sutil que poca gente exhibía. Es difícil de imaginar hoy, cuando entrar en cualquier club-abrevadero de veinteañeros es como sumergirse en un video de Blondie de 1979, hoy, cuando el look espástico-geométrico nuevaolero ha triunfado de forma aplastante y los teenagers llevan encima más chapas que un miembro del Politburó, lo raro que era aquello. Joder, era tan raro que uno no se lo creía hasta que echaba un vistazo al chapote de la solapa en cuestión. Aaaah: The Clash. Lo sabía. Era como detectar la horrible deformidad de alguien que ha estado en nuestra misma leprosería. Uno del club.
Chaperos y chapistas
Una chapa habla. Una chapa le sitúa a uno en un punto concreto del mapa de pertenencias culturales. Dice: “Soy esto”. También es posible que “esto” sea “un gran gilipollas”, no me entiendan mal; las chapas no son algo implícitamente positivo. De hecho, me he pasado un poco antes cuando he dicho que en los ochenta no las llevaba ni Dios. En BUP estaba lleno de tías con chapas de Martin Kemp (Spandau Ballet) o Simon Le Bon (Duran Duran). Pero no como hoy, desde luego.
Las chapas en su utilización masiva son una herencia del Club de Fans de los 50’s y 60’s (We love The Beatles y Vote for Elvis y eso), pero también de las campañas políticas americanas de la misma época y de los movimientos contraculturales del final de la década. Quizás la más mítica sea la chapa del CND, el Comité para el Desarme Nuclear inglés, que ha acabado derivando en lo que la gente llama “el signo de la paz”: aquel trípode emboscado que diseñó Gerald Holtom en 1958 y que hizo su primera aparición en la marcha antinuclear a Aldermaston del mismo año. Pero se podría decir que la explosión chapista llega con el pop (Peter Blake inundando sus cuadros de chapas, Pete Townshend y Keith Moon de The Who cargándose las chaquetas con ellas) y revienta en el punk y la 2-Tone de finales de los 70. Es allí cuando la chapa se hace obligatoria. Ningún punk rocker, mod o rude boy que se respetara a sí mismo podía salir a la calle sin llevar 5 o 6 de ellas, mínimo. Stiff Records (If it ain’t stiff it ain’t worth a fuck), The Specials, The Damned, The Jam, Blondie is a group, etc. Nuestro arsenal.
Por cierto: Cuando hablo de chapas me refiero exclusivamente al button badge; el óvalo metálico recubierto de papel plastificado. Los pins son otra cosa, y los que las llevan son un tipo de persona completamente distinto; son los mismos que coleccionan ranitas en cualquier formato, sobres de azúcar y estatuillas hechas con sus propias mucosidades.
Sí, la chapa en el pectoral era el guiño masónico que confirmaba “las pintas”. Pues en aquellos grises días pre-92 en los que la gente escribía a mano y bebía felizmente en la calle, “las pintas” tribales eran algo muy sutil que poca gente exhibía. Es difícil de imaginar hoy, cuando entrar en cualquier club-abrevadero de veinteañeros es como sumergirse en un video de Blondie de 1979, hoy, cuando el look espástico-geométrico nuevaolero ha triunfado de forma aplastante y los teenagers llevan encima más chapas que un miembro del Politburó, lo raro que era aquello. Joder, era tan raro que uno no se lo creía hasta que echaba un vistazo al chapote de la solapa en cuestión. Aaaah: The Clash. Lo sabía. Era como detectar la horrible deformidad de alguien que ha estado en nuestra misma leprosería. Uno del club.
Chaperos y chapistas
Una chapa habla. Una chapa le sitúa a uno en un punto concreto del mapa de pertenencias culturales. Dice: “Soy esto”. También es posible que “esto” sea “un gran gilipollas”, no me entiendan mal; las chapas no son algo implícitamente positivo. De hecho, me he pasado un poco antes cuando he dicho que en los ochenta no las llevaba ni Dios. En BUP estaba lleno de tías con chapas de Martin Kemp (Spandau Ballet) o Simon Le Bon (Duran Duran). Pero no como hoy, desde luego.
Las chapas en su utilización masiva son una herencia del Club de Fans de los 50’s y 60’s (We love The Beatles y Vote for Elvis y eso), pero también de las campañas políticas americanas de la misma época y de los movimientos contraculturales del final de la década. Quizás la más mítica sea la chapa del CND, el Comité para el Desarme Nuclear inglés, que ha acabado derivando en lo que la gente llama “el signo de la paz”: aquel trípode emboscado que diseñó Gerald Holtom en 1958 y que hizo su primera aparición en la marcha antinuclear a Aldermaston del mismo año. Pero se podría decir que la explosión chapista llega con el pop (Peter Blake inundando sus cuadros de chapas, Pete Townshend y Keith Moon de The Who cargándose las chaquetas con ellas) y revienta en el punk y la 2-Tone de finales de los 70. Es allí cuando la chapa se hace obligatoria. Ningún punk rocker, mod o rude boy que se respetara a sí mismo podía salir a la calle sin llevar 5 o 6 de ellas, mínimo. Stiff Records (If it ain’t stiff it ain’t worth a fuck), The Specials, The Damned, The Jam, Blondie is a group, etc. Nuestro arsenal.
Por cierto: Cuando hablo de chapas me refiero exclusivamente al button badge; el óvalo metálico recubierto de papel plastificado. Los pins son otra cosa, y los que las llevan son un tipo de persona completamente distinto; son los mismos que coleccionan ranitas en cualquier formato, sobres de azúcar y estatuillas hechas con sus propias mucosidades.
Una chapa puede ser Decorativa (rayas, dibujos, gatos), Política (“No más bombas en Tajikistán”), Gracioso-Bromista (“Estoy aquí solo por la cerveza”, I’m with this idiot), Irónico-Retro-80’s-Bizarra (Naranjito, El Fary, La Ruperta) o Publicitaria (¿Quieren adelgazar? Pregúntenle cómo al tipo enajenado y desaseado que lleva la chapa). O, claro, Culturalmente Identificativas (grupos, sellos, fanzines). La oferta es infinita, pero piensen bien lo que se ponen. Nadie les va a encontrar enigmáticamente sofisticados si llevan una chapa sopera que dice: Pornstar.
Una chapa suele valer 1 euro o menos; incluso pueden comprarse la máquina que las fabrica por 199 euros, tanto si quieren ponerse todas sus creaciones (van a parecer un árbol de navidad, pero en fín) como si quieren dedicarse al negocio. De hecho, muchos diseñadores se han pasado al rollito retro-poppie de hacer chapas exclusivas, como puede verse en el libro Chapas de Gavin Lucas. En sus páginas retozan múltiples artistas gráficos (ugh), pero también Mark Pawson, por suerte. Mark Pawson es un artista londinense con vínculos a los neoístas (de los que hablamos en un Reciclajes pasado), obsesionado con el arte popular –pero de veras, no para convertirlo en un hobby para ricos- y un señor que supura anti-cultura seria por todos sus orificios. Las chapas neoístas Demolish Serious Culture son suyas, así como las de Give Up Art (“Dejen de producir arte”). Pero no se crean que es un estirado. Pawson también produce chapas con mapas o calles (fruto de su amor por la psicogeografía), chapas I Love (I love Jacques Derrida, I Love Fucked-up Noise...), chapas de fieltro, con dibujos de telas, comida, de todo.
Una chapa suele valer 1 euro o menos; incluso pueden comprarse la máquina que las fabrica por 199 euros, tanto si quieren ponerse todas sus creaciones (van a parecer un árbol de navidad, pero en fín) como si quieren dedicarse al negocio. De hecho, muchos diseñadores se han pasado al rollito retro-poppie de hacer chapas exclusivas, como puede verse en el libro Chapas de Gavin Lucas. En sus páginas retozan múltiples artistas gráficos (ugh), pero también Mark Pawson, por suerte. Mark Pawson es un artista londinense con vínculos a los neoístas (de los que hablamos en un Reciclajes pasado), obsesionado con el arte popular –pero de veras, no para convertirlo en un hobby para ricos- y un señor que supura anti-cultura seria por todos sus orificios. Las chapas neoístas Demolish Serious Culture son suyas, así como las de Give Up Art (“Dejen de producir arte”). Pero no se crean que es un estirado. Pawson también produce chapas con mapas o calles (fruto de su amor por la psicogeografía), chapas I Love (I love Jacques Derrida, I Love Fucked-up Noise...), chapas de fieltro, con dibujos de telas, comida, de todo.
Les dejo con mi chapa favorita: Press. Original de los últimos 60’s. Me la dio un amigo inglés, asegurando que eran chapas oficiales de prensa que los yippies de Berkeley se ponían para que no les bastonearan los antidisturbios. Qué tiempos de inocencia debían ser aquellos, en que una mera chapita falsa detenía mágicamente las porras de los malos; hoy en día te hacen pulpa porque tu nombre empiece por la letra equivocada.
En cualquier caso, Press no está en venta, así que no pregunten.
En cualquier caso, Press no está en venta, así que no pregunten.
Kiko Amat
Chapas
Gavin Lucas
Editorial Gustavo Gili
127 págs.
Chapistas en la red:
Fancy Pop
www.fancy-pop.net/
Plataforma Asturiana de Chapas y Complementos
http://www.plataformasturiana.tk/
Modern City Records
www.moderncityrecords.com/
Pop Madrid
www.popmadrid.com/popshop/chapas
Chapas a Tutiplen
http://www.chapasatutiplen.com/
Mark Pawson:
http://www.mpawson.demon.co.uk/
Chapas
Gavin Lucas
Editorial Gustavo Gili
127 págs.
Chapistas en la red:
Fancy Pop
www.fancy-pop.net/
Plataforma Asturiana de Chapas y Complementos
http://www.plataformasturiana.tk/
Modern City Records
www.moderncityrecords.com/
Pop Madrid
www.popmadrid.com/popshop/chapas
Chapas a Tutiplen
http://www.chapasatutiplen.com/
Mark Pawson:
http://www.mpawson.demon.co.uk/
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia el 5 de diciembre de 2007)