Por eso, y por más cosas, me gusta No Seasons, el primer elepé de estos chicos de Miami que un día decidieron bautizarse con un nombre más propio de una estrella del ítalodisco.
Y no es sólo que me guste, sinó que es de esos discos que he estado esperando, con anticipación, como cuando tenía 20 añitos. Y es esa una sensación que todavía disfruto, sobretodo porque cada vez la siento más ocasionalmente habiendo tan pocos grupos actuales a los que siga con interés. De hecho podría contar con los dedos de dos manos los grupos de ahora que me excitan el fistro sexual. Leer una lista de lo mejor del 2009 (o, pa’l caso, de la década) no hace sino provocarme los más sonoros y desentumecentes bostezos.


(Ojo, aquí empieza una reflexión personal) Quizás sea que me estoy haciendo mayor y he perdido (un poco) la capacidad de emocionarme con la música. Ya lo sé, es triste sentirse viejo cuando aún no lo eres, pero que quereis que os diga, es que a veces me siento como debía hacerlo mi abuelo cuando, en las comidas familiares, él se dedicaba a sorber su sopa en silencio mientras sus nietos nos enfrascábamos en la enésima tertulia sobre discos o pelis de la más rrrrabiosa actualidad. Miro a mi alrededor y la gente habla de grupos que, o no conozco, o no me importan, o me gustaría ver en el cadalso. Hostia, me siento como cuando estás en la estación y el tren no para porque no admite pasaje… ¡shiiiiiiiiiiuuuuuuuu! Y tol pelo p’atrás. (Y aquí se acaba)
Y cómo se ha hecho esperar este disco tan grandote, que aparece después de un puñado de brillantes y pequeñajos siete pulgadas, algunos de los cuales ya empiezan a cotizar en bolsa, y que he ido siguiendo como si fueran las migas de Hansel y Gretel. Primero fue “Ghost Ghost”, luego “I Fought a Crocodile”, más tarde el split single con Woven Bones y finalmente el estupendo “Island Ave”, que nunca falta en mi maleta de discos.
Pero la espera acabó y ya lo tengo aquí, en mis manos. Y os puedo decir que no me ha decepcionado. Quizás tenga alguna quisquillosa consideración al respecto (como que no hayan incluído “Ghost ghost” en el disco o que hayan metido “Island avenue” que ya tengo en vinilo) pero no dejan de ser cosas muy subjetivas. Con No Seasons Jacuzzi Boys se sacuden definitivamente el sambenito de “alumnos de Black Lips” que les habían colgado y emprenden su camino con paso firme.


Ya hace un mes que lo tengo y No Seasons ha estado en mi plato on heavy rotation.
Quizás sea por el puñado de hits que contiene, o por que me divierten algunas de sus letras más estúpidas y desacomplejadas (”Fruits” dice, mientras suena un badajo, “Tengo todos mis frutos aquí para ti, rojos, verdes, naranja, amarillos e incluso alguno azul”), o por el aire ramoniano que desprende “Smells dead”… todo en este disco, con su sonido de cacharroso garaje stoniano pasado por el cedazo de la contemporaneidad más fresca, me retrotrae a una época en que la música era más inocente y, porque no decirlo, más excitante y divertida. Todo de cara a barraca y sin pose arty ni nada (por eso no vais a ver la crítica de este disco en ninguna revista guais).
En suma, que si algo de lo que os he dicho tiene algo de sentido para vosotros, sabreis que hacer si veis este disco en alguna tienda. Fijaros bien: es rosita y tiene en la portada un dibujo a lápiz en el que se pueden apreciar muchas cosas: un tío desnudo tocándole las tetas a una tía, una fábrica, unas palmeras, un flotador, una cobra, una botella de vino y una tortuga. Lo cojeis, os lo poneis bajo el brazo, canjeais vuestro dinero por él en una suerte de transubstanciación misteriosa, os lo llevais a casa… ¡y a disfrutar que son dos días! Y si no lo encontrais, lo pedís, leñe.

Uri Amat

(Reseña publicada en Absolutzine)