10 de maig 2007

Los dandis kamikazes del soul



DEXYS MIDNIGHT RUNNERS
Kevin Rowland (voz, guitarra) y Kevin Archer (voz, guitarra) formaron Dexys Midnight Runners en 1978. La primera formación contaba con Pete Williams (bajo), Pete Saunders (teclados), Geoff Blythe (saxo tenor), Big Jim Patterson (trombón), Steve Spooner (saxo alto) y Bobby Junior (batería). el grupo pasaría por sucesivos cambios de formación (1981, 1982 y 1985), que solo conservarían a Kevin Rowland como líder.

Kevin Rowland es Dios, y yo Juan El Evangelista. Porque con Dexys sucede como con los Evangelios; empezaron con Pablo en el año 55dc, y la resurrección se narraba en términos espirituales. Cuando llegamos al Evangelio de Juan en el 95dc, ya hay un terremoto, dos ángeles y ascensión física a los cielos. Así, durante años he sido Juan, y he estado cerca de atribuirle milagros a Kevin Rowland; su visión, su fiera intensidad y heroicidad impedían cualquier lectura prosaica de sus actos. Pónganle junto a BS Johnson, Weller, Joe Orton: Personajes testarudos, afrontando su arte con fervor mariano, tan humanos y sobrenaturales. Rowland, con su “ardor rebelde y alma artística” (como Emma Goldman describía a Robert Reitzel), superó el medio de su obra –el pop- y realizó el mito. Willa Cather dijo: “Los pioneros deberían preferir la idea de las cosas a las cosas en sí”, pero en Dexys Midnight Runners ambas funcionan. Éste es, pues, su evangelio: la cosa más importante que conozco.

La primera vez que oímos la voz de Kevin Rowland fue en el single de The Killjoys “Johhny won’t get to heaven” (Raw Records, 77). Su voz de silbato aparece allí sepultado por guitarras de afeitar. La música es punk suburbial, rock’n’roll de callejón, pero Rowland ya lanza guiños: en las fotos se le puede ver con un Fred Perry blanco, arterias como cables de alta tensión. La intensidad estaba allí. El bagaje también: Rowland había sido un peanut, un skinhead primigenio, 1967-68, cuando se gestaba el estilo con esa mezcla gloriosa de Ivy League, limpieza y masculinidad. Amor al detalle, herencias mod. Puedes trazar una línea desde su adolescencia en Harrow hasta hoy, y no hay curvas. El “dandy kamikaze” (como Michael Bracewell llamó a los Vorticistas), la meticulosidad, el sentimiento de gang: vienen todos de allí.
En Julio de 1978 en Birmingham, Kevin Rowland y Kevin Archer forman Dexys Midnight Runners, un nombre inspirado en las anfetaminas de la era mod. La idea, como Rowland dijo, era formar un grupo autosuficiente: un gang, en todos los sentidos. La primera encarnación de Dexys es eso: una banda callejera de soul boys avispados, una –diría Bracewell- “fraternidad austera de rudos trabajadores devotos, comunicando con pureza sus sentimientos”. El sonido se extraería del soul 60’s, jaleo Stax, vientos al frente. La imagen, en oposición al no-look del postpunk, es rotunda, autodefinitoria: donkey jackets, botas de obrero, gorros de lana, tabardos marineros. Rowland citaba On the waterfront y Mean Streets como influencias. Hay un aire skinhead, también. Estibadores italoamericanos, pose de “a ver quién se ríe ahora”. Currantes con músculos pétreos y almas limpias.

La pelea empieza con “Dance stance” (Oddball, 79), su primer single para la casa de Bernie Rhodes, manager de los Clash. La canción, con su estallido de metal y su letra pendenciera -un canto de defensa de los irlandeses cuando nadie defendía a los irlandeses- augura la lucha. Tanto la lista de autores que se menciona (de Oscar Wilde a Edna O’Brien), hasta la despedida –“cierra la puta boca hasta que sepas la verdad”- desprenden un increíble aroma de amenaza y dignidad. “Lo más importante es comportarse con dignidad”, diría BS Johnson en Albert Angelo. En una época en que de Manchester llegaba solo rendición y lamento, Dexys traían orgullo y uniformes de combate. La guerra acababa de empezar.
“Geno” (EMI, 80), el segundo single, escala las listas hasta el Número Uno. La canción es un homenaje al héroe del soul británico, Geno Washington, y al espíritu del baile. Los cantos del inicio resuenan incluso hoy: ¡Geno, Geno, Geno! Dos meses después llega Searching for the young soul rebels (EMI, 80) el más poderoso primer disco de la historia. Ningún otro disco se le acerca. Kevin Pearce, en su libro Something beginning with O, diría: “Todo lo que es especial de la vida está allí: emoción, experiencia, sabiduría”. Pocas veces antes había un performer desnudado su alma y la había colgado en la pared de ese modo. Pocas veces antes alguien se había comprometido en un disco tan sincero y beligerante como éste.

Para sostener esa sinceridad, el inseguro Rowland levantó un andamiaje defensivo con bravuconadas y pillajes. Un alter-ego heroico, el Rowland del Evangelio de Juan: Dexys roban los masters del LP para renegociar con EMI. Rowland ataca a un periodista en plena calle. Dexys rechazan hablar con la prensa “hippie” y emiten sus comunicados a toda página en los semanarios musicales. Su siguiente single, “There, there, my dear” (EMI, 80), Montgomery Cliff en portada, es un ataque a la sobre-intelectualización del resto de grupos arties: “Déjame que te lo explique”, les vacila, “aunque sé que no lo entenderás ni en un millón de años”. Para entonces, Rowland lleva su banda como un absolutista loco, como un capitán Ahab del soul. Kevin Archer tiene incluso que cambiarse el nombre, pues “solo hay sitio para un Kevin en esta banda”. Con los años Rowland ha declarado que ese “era yo poniéndome confrontacional por las razones incorrectas”, pero ¿y la inspiración que desató?
El fracaso del siguiente single, “Keep it Pt.Two” (EMI, 80), desbanda esa encarnación de Dexys, ya harta de los broncazos de Kevin. “Ardimos demasiado” dice de entonces Rowland. Los fugados forman The Bureau mientras el nuevo grupo, aún con “Al” Archer y Big Jimmy Patterson en sus filas, contraataca con nueva formación, imagen y single. “Plan B” (EMI, 81), con sus palabras de inicio (“Siempre has buscado algo, pero todo parece tan mediocre”) y su tifón de trompetas, reconfirma la fuerza emocional de Dexys. La letra extiende la mano hacia un amigo con problemas, de la misma manera que las canciones de Bill Withers salvaron a Rowland. “Imagina que soy Bill y apóyate en mí”, cantaba.
Según Rowland, ésa es la mejor época del grupo. Ataviados como boxeadores y gimnastas (sudaderas con capucha, bambas de boxeo), el énfasis de Dexys II se pone en el esfuerzo y la disciplina. Dexys se aíslan más que nunca, corren juntos, beben infinitas tazas de té. Algunos de sus shows más memorables son de entonces, de la Projected Passion Revue de 1981. Una vez más, Dexys rechazan el formato rock, trayendo para la ocasión una trouppe de comediantes y bailarines, y a la vez presentando su show exclusivamente en teatros.
Aquella encarnación de Dexys termina con dos singles: “Show me” (Mercury, 81), una mirada fascinada a los chicos duros de su infancia, y “Liars A to E” (Mercury, 81), donde arremete contra la falta de coraje de la prensa “rock”. Continuando con la tónica de los comunicados en el NME, las contraportadas traen nuevos manifiestos: “Soul no es un tipo de música, no es un sonido particular, no vamos a tratar de explicarlo aquí, pero el soul es siempre puro y solo puede ser honesto(...) Hablamos de soul como fuerza emocional”. Pero cuando Rowland ordena al grupo que aprendan a tocar los violines -robando la idea de su ex-colega Kevin Archer, como admitió recientemente- ni la fuerza emocional evita una segunda desbandada. Kevin, el Wanderer, el vagabundo, se queda solo otra vez.

Y la nueva etapa va de vagabundos, como medio mundo sabe. Llevando la contraria por enésima vez cuando todos los grupos cuidaban su look–desde los nuevos románticos hasta los cats del nuevo jazz- Kevin se decide por los andrajos. Dexys son en 1982 héroes de carretera de Woody Guthrie, personajes de Las uvas de la ira, todo petos y sombreros de paja. Se añaden violines célticos y flautas. El producto musical de esta nueva dirección es el sublime Too-Rye-Ay (Mercury, 82) un LP que contiene algunas de las mejores canciones de Rowland, un disco lleno de exorcismo, religiosidad, resistencia. Aunque su primer single, “The celtic soul brothers” (Mercury, 82) se queda corto, la célebre “Come on Eileen” (Mercury, 82) llega al número uno en los Estados Unidos. Un planeta entero la baila en bodas y bautizos. Su éxito se convierte en una maldición para Kevin, que ya había padecido lo suyo con la popularidad de “Geno”. El hundimiento empieza aquí, y ni cuerdas ni poleas ni canciones de Walter Jackson podrán detenerlo. Pero, mientras tanto, qué canciones.

Y la paranoia de Kevin no hace más que aumentar; “The success of it felt shit”, diría. En 1983 Dexys desaparecen como los vagabundos que eran, y la formación de Too-Rye-Ay se va por la borda; “The group was shit” declararía. Conservando solo a Helen O’Hara y Billy Adams, Dexys vuelven en 1985 con Don’t stand me down (Mercury, 85) tras dos años de grabaciones titánicas y obsesión. Nadie se espera lo que traen: cerrando el círculo que empezó a los 16 años, Rowland sublima el look americano (“el gran look perdido”, como lo llama) vistiendo al grupo con trajes a medida, camisas Brook Brothers, pasadores de corbata. Dexys vuelven a tener la mejor pinta, y la prensa “rock” les despedaza. Describiendo su imagen como de “vendedores a domicilio”, y haciendo mofa de las conversaciones entre Rowland y Adams que sirven de puente entre canciones (el recurso Wildeano del diálogo para transmitir ideas), a Don’t stand me down no se le da ninguna oportunidad. Rowland, ya completamente psicótico, no ayuda con su negativa a extraer un single del álbum, que se estrella. ¿Era bueno el disco? Excepcional. Todo lo que Rowland quería decir está allí.

Y luego, caída libre. Adicción a la cocaína y Rowland precipitándose al vacío. Un flojo disco en solitario, The wanderer (Mercury, 88), al que siguen años de silencio: un silencio que algunos deseamos que jamás se hubiese roto cuando vimos su retorno en 1999. Recuerdo ver el póster de My Beauty (Creation, 99) la semana de su lanzamiento, un día que andaba por Holloway Road. Allí estaba Kevin Rowland con un vestido de señora. Dentro del disco su inimitable voz esforzándose por extraer algún sentimiento de canciones apestosas como “The concrete and the clay” o “Thunder Road” de Springsteen, triste ironía para el líder del definitivo grupo anti-rock. ¿La prensa le pulverizó? Uf. Rowland incluso les dio el mazo cuando apareció en el festival de Reading vestido de aquella guisa y rodeado de filo-prostitutas danzantes. Kevin, Kevin, ¿en qué coño estabas pensando?
Hoy, en el 2007, Kevin Rowland está bien; quiero decir, bien de verdad. Su reunión de Dexys del pasado año (nuevo look: gángsters de los años 30 a lo Brighton Rock) fue un éxito. Don’t stand me down empieza a ser considerado uno de los grandes discos de los 80, mientras Rowland trabaja en un nuevo LP de material propio. Mis fieles amigos ingleses me llaman por teléfono cada vez que le ven en el café de Brighton donde va a desayunar y me cuentan su look (“Hoy lleva bufanda y flat cap, Kiko”). Y yo les digo que le digan: Kevin, Kevin, ¿Todavía buscas a los jóvenes rebeldes del soul? Yo he buscado por todas partes, y no puedo encontrarles. Ya no les veo en ninguna parte.

Discos Recomendados

“Searching for the young soul rebels”
(Parlophone-EMI, 80)
Uno de los mejores discos del mundo, y que se mueran los goths. SFTYSR está en el polo opuesto al lloriqueo de habitación indie que estaba a punto de emerger gracias a Smiths: un disco que va a vencer, a pelear, que es un canto de “no acabaran con nosotros”. Un disco que te hace andar con la cabeza bien alta, un disco para hombres dignos y rebeldes astutos. El sonido es soul nueva ola, enérgico pop con vientos que mezcla gritos (la retitulada “Dance Stance –ahora “Burn it down- “Tell me when my lights turn green”, “There, there my dear”) con susurros llenos de afecto y compasión (“I’m just looking” o “Keep it”), incluso instrumentales (la gloriosa y biográfica “The teams that meet in caffs”). Un álbum para llevar a duelos de madrugada y cargar pistolas.

“Too-Rye-Ay”
(Mercury, 82)
A los dandies futuristas nos costó un pelín pasar por encima del look campestre, los petos tejanos y las briznas de hierba en los labios, pero valió la pena. El segundo álbum de Dexys contiene algunas de las mejores canciones de Rowland: la emocionante “Let’s make this precious”, una nueva versión de “Plan B”, la catártica “Until I believe in my soul” y mi favorita, “All in all (this one last wild waltz)”. También lleva la versión de Van Morrison “Jackie Wilson said (I’m in heaven when you smile)” y, cómo no, la calcinada “Come on Eileen”. Juro que si la vuelvo a escuchar, mato a alguien. El tono del álbum es fervoroso, sin súplica ni indicio alguno de rendición, y con muchas llamadas a la victoria final. Per-fec-to.

“Don’t stand me down”
(Mercury, 85)
El statement definitivo de Rowland. Al borde del pozo, con los talones en el vacío, Kevin coge aire y deja claro todo lo que siempre quiso decir. Y encima hecho un figurín. Sólo recientemente se ha empezado a reconocer la genialidad del tercer disco de Dexys, un LP que en su momento fue hecho picadillo por los periodistas. Rowland, está claro, sigue de mal humor y tan inspirado como siempre. El tono del álbum es autoconfesional, la voz de un hombre que desnuda su corazón sin miedo. “The occasional flicker” (sus problemas con la obsesión) “This is what she’s like” (en la que el hablar de ella se convierte en excusa para poner a parir a mucha gente) o “One of those things”, donde collejea a toda la inteligentsia sociata inglesa. Uno de mis discos favoritos.

Catálogo

"Geno"
(EMI, 83)
Recopilatorio baratillo con hermosa portada y contra (la icónica foto de un Dexys andando con su bolsa de deporte). Interesante por las caras B de single (“The horse”, “Soul finger”, etc.)


"BBC Radio One Live"
(Windsong International, 93)
Interesante concierto de Dexys Mk.III recién formados, inmediatamente después de sacar Too-Rye-Ay. No tan apasionado como en la gira The Bridge que seguiría, pero aún gracias.

“The bridge”
(RCA 83)
OK, no es un disco. Pero es uno de los pocos conciertos filmados enteros del grupo. La formación de Too-Rye-Ay en pura tensión, y la mejor rendición de “Until I believe in my soul”, con interludio hablado inclusive.

"Because of you"
(Spectrum Music Germany, 93)
Recopilatorio de todas las épocas de Dexys, mezcladas sin cronología. Quizás valga para principiantes, pero con lo fáciles de encontrar que son los discos oficiales... ¿Para qué molestarse?


"1980-1982 The Radio One Sessions"
(Nighttracks, 95)
Imprescindible. Esto es lo más cerca que van estar de conseguir grabaciones de los Dexys etapa boxeador-jogger. Grandes versiones de temas que aparecerían ya en la época sombrero-de-paja. Apabullante otra vez “Until I believe in my soul”.


"It Was Like This"
(Emi, 96)
Compila solo la primera encarnación de Dexys, y lo dicho para Because of you serviría aquí sino fuera por las notas interiores, que son de Mister Rowland. La portada también es maja.


"Let's Make This Precious: the Best of Dexys Midnight Runners"
(Emi, 03)
Canciones de todas las étapas en un disco olvidable de no ser por las dos canciones nuevas (“Manhood” y “My life in England”) que Rowland grabó hace dos años, cuando parecía que regresaba.


"The Projected Passion Revue"
(Universal, 07)
Bonito e informado, lleno de fotos y reproducciones del folleto de la gira Projected Passion Revue. Desgraciadamente, el contenido musical se limita a los tres singles de Dexys Mk.II, más un concierto para Radio One algo desvencijado.

Sus mejores canciones

“Plan B” (1981)
A mil kilómetros por hora, el stomper más veloz e inspirador de los segundos Dexys. Un single que es un abrazo al amigo que se hunde y una letra que reitera “Estoy ardiendo”.

“Let’s make this precious” (1982)
Esa letra (“Tenemos que dejarlo todo para vencer (¿Toda la tentación?) Todo (¿Para salvarnos?) Ahora te escucho”) y ese emocionante crescendo de metal, Rowland más excitado que nunca.

“One of those things” (1985)
Rowland se mofa a la vez de la insulsa nueva música de la radio y del aire vacío que expelen las bocas de los laboristas cada vez que se habla del Ulster. “Todo suena igual”, se queja Rowland, cabreadísimo.

Casa de citas

“[Hablando del nacimiento del skinhead) Algunos chicos se raparon la cabeza completamente. Esto no era un look de tarugo, como la prensa dijo, sino una sofisticada declaración estilística que muy pocos podían comprender: mediana edad, conservador y americano 100%, como los astronautas y GI’s. En contraste con el Londres de 1969 era total y completamente escandaloso”.

En aquella época (1969), las ideas hippies no tenían ningún tipo de impacto en nosotros. Los únicos melenudos que habían eran considerados de clase media, blandos, tontos”.

La autosuficiencia [de Dexys] fue importante al principio de todo, pero acabo matándonos. Era una virtud y un defecto.”

Estábamos completamente dedicados a lo que hacíamos. Así nos sentíamos. Esto era lo más importante, y nada era más importante que esto.”

“Ética proletaria. Creo que era eso; esa autenticidad. Éramos el grupo de la gente de la calle. Lo hacíamos para la gente”

“Conozco discos que dan fuerza. He escuchado discos que inspiran a la gente (no a músicos caprichosos o grupos) a SER quien o lo que quieran. Tengo discos con el poder de hacerme llorar. Discos con los que estar y a los que tener cerca; posesiones verdaderamente preciosas. La ambición de Dexys Midnight Runners es hacer discos con ese valor”.

“Nos gusta pensar que nuestra música es pura, y esperamos que también honesta”.

“Somos un grupo, estamos conectados espiritualmente. Estamos completamente separados del resto de la industria musical: nos movemos en nuestro propio círculo. Para nosotros es crucial afrontar riesgos y nadar contra corriente. Creemos que todo es importante, cada disco / portada / anuncio / foto, todo puede ser usado para proyectar emoción
”.

En la red

http://www.dexys.co.uk/indexa.htm
La web más completa en cuanto a material pretérito, pero las actualizaciones son muy pobres (la última del 2003).
http://www.myspace.com-dexysmidnightrunners/
El sitio que lleva el propio Kevin Rowland. Poco recomendable para detalles concretos de discografía e historia, pero vital para mantener contacto con el Kevin de hoy. Y se ve que hasta responde a los mensajes.

Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en la revista Rockdelux #250, abril de 2007)

Desenmascarando el Tinglado


Disinformation La editorial americana descubre mediante libros y series de TV la oscura realidad del poder, los media y las corporaciones

1. La palabra no es mejor. Uno no se siente mejor tras leer los libros de la compañía americana Disinformation. Pero uno sí se siente más listo; y esa listez es nuestra única garantía de victoria ante el abuso constante de El Poder y Los Media y Las Grandes Corporaciones. Con Disinformation, uno empieza a comprender El Tinglado. Kesey lo llamó así en Alguien voló sobre el nido del cuco, El Tinglado (en inglés The Combine), ese entramado que de tan visible se ha convertido en invisible, como un dedo que hubiésemos acercado demasiado cerca de los ojos. El Tinglado son los que mandan, los que tienen el dinero y los que nos informan; es una Sagrada Trinidad, tan omnipotente y omnipresente que no necesita esconderse. No hay juramentos secretos ni ceremonias subterráneas. Cuando uno tiene a la vez el poder y la máquina para convencer a la gente de que lo que ven no es lo que ven, uno no necesita esconderse tras artificios masónicos. La maquinaria de El Tinglado está preparada para cualquier eventualidad; “Es fácil hacer de actor, cuando El Tinglado es la única estrella”, cantaban The Jam en su The Combine. Disinformation, pues, quieren despertarnos de ese sopor Huxleyano mediante una avalancha de información, si no prohibida, al menos enterrada, y ofrecernos la conciencia. Kilos de conciencia. Pero cuidado, ya lo dijo Dostoyevsky, “uno de los frutos legítimos de la conciencia es la inercia, o sea, el quedarse-sentado-con-las-manos-en-el-regazo-conscientemente”, abrumado por la información. O no; otro fruto es el salir a la calle a pedir explicaciones. A ver qué va a pasar, qué va a pasar.

2. Disinformation fue fundada el 13 de septiembre de 1996 en New York por Gary Baddeley y Richard Metzger. El proyecto empezó como un servidor de “información prohibida” para Internet, y fue patrocinado por TeleCommunications Inc, una de las compañías mediáticas más grandes del planeta. Antes de que puedan decir paradoja, ya les avanzo que el noviazgo duró poco; más concretamente, tres semanas. Ése fue el tiempo que TCI tardó en darse cuenta del bastardo semilla-del-diablesco que acababa de engendrar, y retiró sus millones del asunto. Chulos como ochos, Metzger y los suyos continuaron adelante, y el proyecto –ahora ya independiente- desarrolló los tentáculos que hoy posee: editorial, web y productora de series de TV. Estas últimas, llamadas Disinformation; the series (definidas como “¡el 30 Minuts en punk rock!”) empezaron a emitirse en Inglaterra hacia 1999, justo detrás de Ally McBeal. Es imposible imaginar qué pensaron los telespectadores de la llorona bulímica cuando se enfrentaron de golpe a bizarras teorías conspiratorias, viajes en el tiempo, Genesis P-Orridge mutado en señora tetuda o el sexo de los robots. Creo que aquí, tras visualizar la imagen, me voy a tener que reír fuerte: JA, JA, JA. Por supuesto, Disinformation; the series aún no se ha emitido en el “país de la libertad”.

Por supuesto.

3. ¿Qué quieren en Disinformation? Richard Metzger lo deja claro en el prólogo a la recopilación de artículos Everything you know is wrong: “Ya es hora que la gente deje de quejarse de los medios y se convierta en los medios”. Otro de sus argumentos es el que pronunció en la conferencia Disinfo.con del 2000 en NY; según Metzger, no hay nada que joda más al entramado mediático que ver a tipos como él adquiriendo poder y conduciendo coches mayores que los de ellos. Esto, claro, es una afirmación de preescolar, pero es que –no lo olviden- Disinformation es una compañía americana, y los yanquis son niños. Cuando Metzger suelta en ese prólogo “¡Aquí en Disinformation somos más provocadores que nadie!” a uno le entran ganas de darle un puñado de nubes y una peonza. Pero no dejen que mi penoso antiamericanismo se entrometa en esto. En Disinformation están haciendo una labor de desenmascaramiento de las mentiras mediático-gubernamentales encomiable. Es solo que, cuando justo parece que de esa revelación brutal van a sacar una teoría revolucionaria, se paran en seco. Por un lado, creo, porque no quieren parecer demasiado izquierdistas; en sus libros aparece de vez en cuando el puntual artículo derechista –imagino que para... ¡provocar!- a favor del NRA o contra el Islam. Y por otro, porque son unos freaks. Un ejemplo claro es la aparición de Grant Morrison, el autor de la saga de Los Invisibles, en el Disinfo.con del mismo año: Morrison, vestido con un traje de DKNY que vale lo que mi piso, dice que El Poder nos miente, y cuando estamos a punto de empezar las lógicas huelgas salvajes se lanza a una diatriba de “nada es real” y “superar el ego” que parece atizada por un cactus entero de alucinógenos. O sea, Grant, algunas cosas sí son reales y vale la pena no perderlas de vista: la derecha es mala, por ejemplo. Suelta ya el LSD, tío.

4. Pero bueno, la conclusión es que Disinformation es utilísimo. De sus libros You are being lied to, Abuse your illusions o el mencionado Everything you know is wrong podrán sacar hechos que van a hacerles cuajada la sangre. Pasen de largo cosas como “Las ballenas utilizan un lenguaje que rima” (vale, están escribiendo L’Auca del Senyor Catxalot, ¿Y a mí que me importa?) y vayan a lo bueno. ¿Waco? Los Davidianos no eran peligrosos, intentaron entregarse, y el ataque de los SWAT fue un asesinato a sangre fría. ¿Al Gore? Un chorizo que ha dado permisos a puñados de compañías mineras para deforestar inmensos valles protegidos (vaya con el ecologista). ¿9/11? Nada de lo que nos han contado es cierto, y les juro que cuando lo leí tuve pesadillas. ¿Columbine? Con esto sí que van a alucinar. ¿Así que solo dos adolescentes siniestrillos, eh? Miren, me voy a reír otra vez: JA, JA, JA. Y luego, luego vomitaré un poco más.



(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 25 de abril de 2007)

Una memoria en technicolor




Joe Boyd El productor-manager y artífice del underground londinense de los 60’s disecciona en su crónica tres décadas de música.

Uno de los clichés más usados al hablar de los años sesenta afirma que el que estuvo allí no lo recuerda, una frase que suena como si la hubiese acuñado Cherry -digo, Jerry- García de los latosos Grateful Dead. Pero supongo que el tema de acordarse o no depende de las drogas que uno decidiera meterse entre lengua y espalda, de la masa gris, y también del interés documental “me observo a mí mismo mientras estoy viviendo” estilo Baudelaire. El productor-manager-fan Joe Boyd lo primero que deja claro –o lo último, pues la frase termina el libro- es que “yo estuve allí, y me acuerdo”. Tras haber paseado agarrado de los faldones de su Blancas bicicletas por todos los 60’s, el lector solo puede asentir. La extraordinaria capacidad raconteuresca de Boyd quizás provenga de una actitud que él describe así: “Parte de nuestra fuerza provenía de nuestro sentido de conexión con el pasado (...) Intentábamos hilvanar el velo del tiempo y captar cómo sonaba, cómo se sentía, veía y olía”. Esas son precisamente las sensaciones que Blancas bicicletas busca darle al lector; una inmersión excepcional en lo que era –como el subtítulo anuncia- el crear música en los 60.
Si no conocían a Joe Boyd, no se culpen; es el típico personaje que tiraba de las cuerdas sin darse ínfulas. Nacido en Princeton, New Jersey, en 1942, un “chico respetable de clase media”, Boyd desarrolló una temprana pasión por la cultura negra, buscando escapar de las limitaciones de su educación middle class; esa misma pasión sería la que le llevaría a ser un protagonista esencial en el desarrollo de la música a lo largo de las siguientes tres décadas. Música, por cierto, es la palabra clave aquí. Boyd va a mostrarles con feliz detalle solo lo relacionado con los artistas con los que estuvo involucrado, y casi todo va a girar alrededor de esos artistas y discos. Imaginen haberse casado con él.
Verán pues el nacimiento del folk y su posterior explosión en 1957, las facciones folkies enfrentadas de los archivistas Alan Lomax y Harry Smith (que culminarían en los célebres cismas “te corto el cable del micrófono, leches” entre la Nueva Guardia y la Vieja Guardia del Festival Folk de Newport de 1965), la Blues & Gospel Caravan de 1964, el risorgimento del folk inglés, el nacimiento del R&B británico (The Pretty Things, The Spencer Davis Group), su estancia en la prisión de Brixton –todo un rite of passage de los sesenta- y la operación europea de Elektra que él mismo dirigió. Se tocan con detalle la Incredible String Band, el underground inglés de 1966-67, Pink Floyd, The Move (“su música convergía con la psicodelia, pero era psicodelia para bebedores de cerveza”), el mítico club psicodélico UFO (que Boyd organizaba junto a Nick Hopkins), la gira europea del Newport Jazz de 1966 (con mención gastronómica a Catalunya), el festival 14th Hour Technicolor Dream o la Island de Chris Blackwell (Nick Drake, claro). Pero no solo se trata de dejar caer nombres. Por el camino, Boyd efectúa todo tipo de observaciones vitales; sobre la decadencia del blues (“se convirtió en un cliché con asombrosa rapidez”) o porqué detesta Inglaterra su propia música folk. Disecciona la obsesión de las clases obreras inglesas por el pop, ojea la aparición de los skinheads o rememora el shock y rechazo que provocaron los hermanos Ayler en el mundo del jazz (en París, la gente se peleaba “a puñetazo limpio” en sus conciertos; Boyd apunta gloriosamente: “¡Qué magnífico que en aquella época la gente se pelease por la música!”).
Blancas Bicicletas es pues –a pesar de esa portada- imprescindible para todo aficionado o connoisseur de la música de los 60’s, hasta hace poco privado dramáticamente de traducciones dignas. Desde Cultura/S queremos manifestar nuestra más firme esperanza de que esto sea solo el comienzo, y los fans del tema puedan en breve disfrutar también de otros libros esenciales como Days in the life y All dressed up (ambos de Jonathon Green), Stoned de Andrew Loog Oldham, You don’t have to say you love me de Simon Napier-Bell o Give the anarchist a cigarette de Mick Farren. Tomen nota, se lo ruego.
Kiko Amat

Blancas bicicletas; creando música en los 60
Joe Boyd
Global Rhythm
254 pág.
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 2 de mayo de 2007)