Rumba funk Un nuevo recopilatorio ahonda en el cruce autóctono de la música negra con la rumba catalano-flamenca
¿Orgullo nacional? En el caso del que escribe, algo tan raro como un cólico miserere. Y, antes de que empiecen a bastonear a un muñeco de paja que me simbolice, déjenme que les recuerde algo. Por cada Pau Riba, Francesc Pujols, Enric Casasses o Andreu Nin (por nombrar cuatro catalanes inspiradores) tenemos muchos otros nombres que, por trágico que nos parezca, sí simbolizan la cultura catalana oficial, de Sau a El cor de la ciutat. No me digan que no es como para echarse a llorar y enterrar barretinas como si no hubiese un mañana, joder.
Por eso, cuando aparece una razón para el júbilo y el agitar de banderas, no es cuestión de dejarla pasar. Esa razón se llama Rumba Catalana. Sí, amigos, la rumba catalana es solo nuestra. Podemos agarrarla y ponernos en desafiantes jarras en La Jonquera, mil altavoces enfocando a la Galia y ahogando el plañido de sus chanteuses con el palmear victorioso de nuestros rumberos. Pero lo mejor viene ahora. Una parte de esa rumba estuvo influida por el soul, creando lo que sin duda es una combinación celestial. O sea: sonido bailongo autóctono + la música más bella creada por el hombre + gitanos. Si esto –el soul caló- no es una granada de mano emocional que lanzar a la jeta de la cultura burguesa catalana, no sé lo que es.
Calófonk
Han oído bien: GITANOS. Y al que responda Tu Padre, ahí está la puerta, y detrás de ella unos amigos míos con bates de béisbol que le enseñarán el significado de las palabras “respeto racial”. Gitanos haciendo rumba con funk, como demuestra la mayoría de cortes del recopilatorio Achilifunk; gipsy soul 1969-1979. El rescate nos viene de mano del reconocido excavador discográfico barcelonés Txarly Brown, un hombre de mirada limpia que empezó como fan del ska y se ha convertido en uno de los más importantes conocedores vinílicos de música negra de aquí. En Achilifunk, Brown desentierra “con fundamento, pasión y credibilidad” una selección de canciones calófonk de lujo -algunas catalanas, otras no- y encima lo nutre de contexto en el completo libreto que acompaña al CD. La historia, se la resumo yo: Primero está el son cubano (que, como todo, viene de África vía-esclavos), transformado al llegar a España en rumba flamenca (un “palo chico” del flamenco, ya estamos faltando) y que sufre su final mutación mística en Catalunya al hacerse rumba catalana. Ésta, con una lírica “adaptada del tango, del guaguancó y la guaracha” y un sonido cercano al de la música orquestal afrocubana, fermenta aislada del entorno payo en bodas gitanas durante 1957-63 y acaba dominando el mundo en la época 1965-75, sostenida por su triunvirato Peret- Chacho-El Pescaílla.
Por eso, cuando aparece una razón para el júbilo y el agitar de banderas, no es cuestión de dejarla pasar. Esa razón se llama Rumba Catalana. Sí, amigos, la rumba catalana es solo nuestra. Podemos agarrarla y ponernos en desafiantes jarras en La Jonquera, mil altavoces enfocando a la Galia y ahogando el plañido de sus chanteuses con el palmear victorioso de nuestros rumberos. Pero lo mejor viene ahora. Una parte de esa rumba estuvo influida por el soul, creando lo que sin duda es una combinación celestial. O sea: sonido bailongo autóctono + la música más bella creada por el hombre + gitanos. Si esto –el soul caló- no es una granada de mano emocional que lanzar a la jeta de la cultura burguesa catalana, no sé lo que es.
Calófonk
Han oído bien: GITANOS. Y al que responda Tu Padre, ahí está la puerta, y detrás de ella unos amigos míos con bates de béisbol que le enseñarán el significado de las palabras “respeto racial”. Gitanos haciendo rumba con funk, como demuestra la mayoría de cortes del recopilatorio Achilifunk; gipsy soul 1969-1979. El rescate nos viene de mano del reconocido excavador discográfico barcelonés Txarly Brown, un hombre de mirada limpia que empezó como fan del ska y se ha convertido en uno de los más importantes conocedores vinílicos de música negra de aquí. En Achilifunk, Brown desentierra “con fundamento, pasión y credibilidad” una selección de canciones calófonk de lujo -algunas catalanas, otras no- y encima lo nutre de contexto en el completo libreto que acompaña al CD. La historia, se la resumo yo: Primero está el son cubano (que, como todo, viene de África vía-esclavos), transformado al llegar a España en rumba flamenca (un “palo chico” del flamenco, ya estamos faltando) y que sufre su final mutación mística en Catalunya al hacerse rumba catalana. Ésta, con una lírica “adaptada del tango, del guaguancó y la guaracha” y un sonido cercano al de la música orquestal afrocubana, fermenta aislada del entorno payo en bodas gitanas durante 1957-63 y acaba dominando el mundo en la época 1965-75, sostenida por su triunvirato Peret- Chacho-El Pescaílla.
Cuando esta rumba se orienta hacia el sonido de club en 1969, le surgen foruncularmente las primeras fusiones. Primero con el llamado “flamenco pop”: Las Grecas, Encarnita Polo, el mencionado Chacho y, en su vertiente rock-psicodélica, hasta los grandiosos Smash con su El garrotín, todos ellos –excepto Grecas- representados en Achilifunk. Pero el grueso de las tropas y lo que justifica el subtítulo Gipsy soul son los artistas que –gracias sobre todo a la faena de productores y músicos de estudio, ojo, y no tanto por los propios artistas- orientan su rumba hacia el jazz-funk, la música disco, el funkarrón e incluso el soul. Sí, soul. Y aún les diré más: northern soul. Como mínimo dos temas del recopilatorio podrían pasar por rompepistas northern del Wigan Casino inglés: Bum bum del tres-veces-mencionado Chacho, y una especie de exitazo 70’s soul proto-disco con parones llamado Pares o nones de Los Marismeños. Pínchenlo después del Hung up on your love de los Skull Snaps en un club foráneo y observen triunfantes como la pista se inmoviliza y la gente saca las carteras para pagar lo que sea por ese hit inaudito.
Hay muchos más, algunos de ellos emocionantes. Los Amaya aparecen con Qué mala suerte la mía, para mí el cenit de este disco. Descrito por Brown como “el punto intermedio entre La Habana y Barcelona”, la canción desencadena en el oyente tal alegría de estar vivo –gracias a sus cadencias medio pop de Costa Oeste, medio mexicanas- que van a sorprenderse corriendo desnudos por la calle como si fuesen un Hermano del Espíritu Libre o cualquier profeta milenarista de la Edad Media. O sea, es así de buena. Cerca de ella hay otras negritudes que parecen imposibles. Tanto Los Chunguitos con su Baila mi ritmo (cara B del ultraconocido Dame veneno) como Rumba Tres con Rumbita tru, la, la como Los Chorbos con su instrumental Sones del chicharro hacen algo que solo puede definirse como Rumba Funk: guitarras wah-wah, trompetas Stax y ecos de Isaac Hayes, junto a palmas y fraseos inconfundiblemente rumberos. Increíble.
Por supuesto, Dios aquí es Peret, descrito por Brown como “el amo” y “rey de reyes”. La prueba es Chaví, una mezcla en clave rumba del Shaft con algo del She’s not there de The Zombies, cantada en caló y apuntalada con un contagioso ritmo que hará que se paseen con el tumbao de un proxeneta. En las notas de Brown sobre Peret, de hecho, se menciona un programa televisivo de TVE de 1974 llamado A su aire. Yo he visto ese programa, y se quedó fundido en mi retina como si me hubiesen marcado con el sable candente de Miguel Strogoff. En él aparece Peret con un look que el entendedor no puede sino reconocer como el de haber pasado una larga noche tomando bebidas espirituosas con señoras de mala fama. Viéndole irrumpir de aquella manera por entre las sillas del cine de su barrio con la camisa desabrochada, sin afeitar, tocando la guitarra como si fuese una trompeta del Apocalipsis, enjoyado a lo Mr.T y escudado por su gang, uno solo puede murmurar: Qué tío más grande. Y es que ya se lo he dicho antes: Puestos a buscar iconos de la cultura catalana, ¿a quién prefieren ustedes? ¿Tàpies o Peret? Vamos, hombre.
Kiko Amat
VV.AA
Achilifunk; Gipsy soul 1969-1979
Lovemonk, 2007
Achilifunk; Gipsy soul 1969-1979
Lovemonk, 2007
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia el 18 de septiembre de 2007)