The Jam El trío inglés de pop impetuoso que lideró Paul Weller, hoy revisitados en directo sin su líder y alma mater
Las canciones son el mejor medio para conquistar el tiempo y efectuar un viaje místico al pasado. La frase es mía, aunque suene a que la dijo el Neal de Els Joves en un momento de particular fumadez. Escuchando determinadas canciones uno retrocede en el tiempo al momento en que las escuchó por primera vez. Y servidor de ustedes, si escucha el disco In the city de The Jam, es catapultado a sus 14 años. Bam. Ustedes se preguntarán, con razón, para qué rayos querría uno volver a esa edad concreta. Reventarse granos de la nariz, organizar pajathones en el lavabo paterno o llevar el peinado más absurdo de la Tierra no parecen a primera vista cosas que uno desearía revisitar. Lo importante aquí, ven, son los Jam y los cambios que desencadenaron.
¿Alguien recuerda el momento exacto en que cambió su vida? ¿El vórtice catártico de mutación personal? Yo sí. Mi vida pre-Jam se sostenía con el Thriller de Michael Jackson, ropa comprada por mi madre y una completa desorientación vital. Y de repente, In the city (1977). Ojos centelleantes como bolas de discoteca, pulso trotante, sudor-en-manos. El impulso, la voz, la fiereza del sonido, los riffs con los que empieza el tema principal. ¿Cómo decirles? Fue como abrir una trampilla al otro lado de la cual están todas las cosas que vale la pena celebrar: la juventud, la belleza, la pasión, la rabia. Y, de repente, encontrar una voz parecida a la tuya diciendo cosas que aún no sabías cómo verbalizar. “En la ciudad hay mil caras que resplandecen / Y esas caras doradas tienen menos de 25 / Quieren decirte, quieren contarte / Sobre la idea joven” (In the City). O “Cualquier cosa que quieras hacer / Cualquier lugar al que quieras ir / No necesitas permiso para todo lo que quieres” (Art School). ¿Ah, no? ¡Viva!
Pero me dejé llevar por la emoción sin explicar por qué The Jam. The Jam son uno de los grupos más importantes del pop. Existieron de 1977 a 1982, cuando su líder, ideólogo y compositor Paul Weller los disolvió en la cúspide de su fama, antes de que se diluyera la idea. Ese gesto, por sí solo, justificaría su existencia. Pero es que además, The Jam sacaron 6 álbumes impecables de furioso arte pop con influencias de Tamla Motown, los Who, el punk y la psicodelia inglesa; muchos nombran como favorito All Mod Cons (1978), pero el mío es Setting Sons (1979). Por las increíbles miradas a la vida de la clase obrera inglesa en Saturdays kids (el lad inglés retratado entre pintas, coches Cortina y council houses), Private hell (el infierno cotidiano) o Smithers-Jones (la agonía calma del oficinista recto, correcto y narcoléptico). Por los temas políticos: The Eton rifles, un ataque a la clase alta que Weller escribió tras ver a unos alumnos de Eton mofándose de una manifestación contra el desempleo, y Little boy soldiers, el himno antimilitarista. Por esas dos inspiradas viñetas de relaciones humanas que son Burning sky o Thick as thieves, la mejor descripción jamás hecha de una amistad fracturada con los años: “Estábamos unidos como ladrones, íbamos a estar juntos siempre / En aquel momento lo creíamos, pero resultó que al final / Robamos la amistad que nos mantenía unidos”. Acérquenme un pañuelo, deprisa.
Los Jam, además, metieron 40 singles en las listas, lo que les hace una de las mejores bandas de singles de la historia. Weller recuperó y revitalizó él solito la idea mod –con su imagen, su sonido, sus guitarras Rickenbacker y declaraciones de pertenencia- una identificación subcultural que cientos de adolescentes continuarían. Paul Weller era, como Jonathan Coe dijo de BS Johnson, el “modernista combativo de clase obrera, con fiero genio y visión de túnel”. Muchos jóvenes vieron en su música el primer ejemplo de expresión surgida de la propia experiencia, autoenseñanza y testarudez, en lugar del medio académico. Weller, aunque ahora haya cambiado de idea en casi todo, fue como un Dios Catalizador; tras escuchar a los Jam, la gente empezaba fanzines, formaba grupos, lo que fuera. The Jam son esenciales también por esas reacciones.
Y ahora me dicen que The Jam vienen a tocar aquí, rebautizados como From The Jam y sin Paul Weller, y ustedes me preguntan: ¿Vas a ir? Y solo les puedo contestar lo que decía Lermontov en Las Zapatillas rojas: “Para mí, esto es una religión. Y a uno no le gusta ver su religión practicada... así”.
Kiko Amat
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 7 de noviembre de 2007)