Bill Hicks Una nueva biografía repasa la vida y exabruptos del fallecido cómico americano de stand-up rebelde
1. “Si haces un anuncio en TV, estás fuera de la lista artística, para siempre. Se acabó la historia, ¿vale? Eres un puto cómplice de las corporaciones, otra puta en el gang-bang capitalista. Y si haces un anuncio en TV, todo lo que digas será desde entonces sospechoso, y cada palabra que salga de tu boca será un zurullo cayendo en mi bebida”.
“Si alguien en la sala trabaja en publicidad o marketing... suicidaros (...) No, de verdad, no hay racionalización alguna para lo que hacéis, y sois los pequeños ayudantes de Satán. ¿OK? Sois los destructores de todas las cosas buenas, en serio. No, no es otra broma. Estáis pensando: “Ahora viene un chiste”. No viene ningún puto chiste. Sois la prole de Satán, y estáis llenando el mundo de bilis y porquería”.
Si su reacción al leer al fallecido Bill Hicks ha sido agitar su ejemplar del Cultura/S al viento, aullando ¡Sí, sí, SÍ!, sigan leyendo, pues esto les iluminará. Si, por el contrario, se han sentido molestos y han pensado “¿Qué tendrá de malo el marketing?”, les recomiendo dejarlo aquí. Sólo van a conseguir una úlcera.
2. Bill Hicks era el próximo paso evolutivo del hombre. Homo Hickus. “Un chamán disfrazado de humorista, siempre la Voz de la Razón”, como decía él mismo. Y si a John Osborne le llamaron “el Teddy Boy de la literatura”, Hicks era sin duda el Punk de la comedia. Un combinado de Marx + W.C. Fields + Johnny Rotten, solo que peinado a lo Mark Hughes. La comparación con Rotten es tanto más cierta si recordamos lo que éste dijo en el filme The filth & the fury: “No haces una canción como God save the Queen porque odias a la raza inglesa. Lo haces porque les amas, y estás harto de ver como les maltratan”. Hicks amaba al mundo. La intención final de su comedia stand-up, por mucho que jurara, era llevar a un replanteamiento del status quo. “El cómico”, declaró, “es el que dice “Eh, un momento” cuando se está construyendo el consenso”. Su autodefinición de “humanista misántropo” recuerda a las palabras de Nanni Moretti en Caro Diario (“Tengo confianza en el hombre, pero sólo me siento cómodo con una pequeña minoría”) aunque en indignado. La biografía definitiva de Hicks, publicada recientemente por Harper Collins, lo dice todo en el título: Agente Evolutivo. Un “anarquista gentil”, como se tildaba, llevando al Homo Sapiens al próximo peldaño de la evolución. Una especie de filósofo izquierdista airado, como un Noam Chomsky con dolor de muelas, como si Kurt Vonnegut cantara en Black Flag. Hicks era el V de V de Vendetta (el del cómic), liberándonos contra nuestra voluntad. Hicks era... Bueno, tengo muchas más comparaciones parabólicas, pero se las ahorraré. Solo recuerden: Bill Hicks era el tipo más gracioso del mundo. Encima.
3. Bill Hicks nació en Georgia en 1961, pero pasó su vida en Houston. Quiso ser comediante desde que vio a Woody Allen en What’s new pussycat?, aunque siempre tuvo a Richard Pryor como “el verdadero maestro”. Él mismo admitía las similitudes entre su show y el de Pryor; ambos eran comediantes amargos, sinceros, con una similar querencia por la drogaína y la cazalla. Las “juergas épicas” de Hicks y su jauría de cómicos en Houston, los Outlaw Comics, son legendarias; en una ocasión la cuenta de un bar llegó a $5000, y tuvieron que hacer un show conjunto (The Outlaw Comics Pay their Bar Tab) para pagarla. Hicks no había sido siempre un furioso borrachín; en su adolescencia solo le daba a los alucinógenos –algunos de sus mejores gags hablan de “viajes”, como aquel en que creen que el policía en el espejo retrovisor es un agente diminuto- pero luego se pasó al bebercio. Cuando añadió cocaína y éxtasis a ese Mejor Cóctel, como dijo una ex-novia, “era sólo para poder beber más”. Esa prodigiosa SED no impidió que su trabajo fuese cada vez más conocido, en parte por su intensa dedicación (300 shows al año), en parte por los respiros a su condición de forajido que le dieron un One night Stand Special en la HBO (1990), once apariciones en el David Letterman Show (gracias al después mancillado Jay Leno; la frase inicial estaba dedicada a Leno y su anuncio de Doritos), y los especiales Sane Man, Dangerous, Relentless y Revelations. Pero pese a los premios de “Hot Stand-Up of the Year” y su éxito en Inglaterra, Hicks nunca dejó de ser un fuera-de-la-ley. Su material era demasiado peliagudo para el mainstream: objetivos habituales eran los Pro-Vida (“Si sois tan pro-vida haced piquetes delante de los cementerios”), la religión (“Muchos cristianos llevan cruces en el cuello. ¿Creéis que cuando Jesús vuelva le va a gustar ver una puta cruz? Sería como ir a Jackie Onassis con el colgante de un rifle”), la familia Bush y la guerra de Iraq (en mi casa siempre repetimos, “¡Si viviese ahora!”, como si fuera un difunto familiar del POUM), las mentiras mediáticas y, por el lado positivo, las propiedades benéficas de las drogas, la libertad, la distribución de la riqueza y la confianza en la humanidad. Y, desde luego, innumerables hits sobre el porno, el tabaco, el rock’n’roll (Hicks siempre fue un fan), la masturbación (“He borrado civilizaciones enteras de mi pecho con un calcetín gris de deporte”) y los ovnis. Poco antes de su fallecimiento por cáncer en 1994, Hicks incluso tuvo el dudoso placer de ser censurado en su última aparición para el David Letterman Show. Mi héroe.
Para homenajearle, una sugerencia final: Un sketch famoso era aquel en que anunciaba que iba a dejar el stand-up para empezar una carrera en TV con su nuevo show Demos Caza y Muerte a Billy Ray Cirus (el sujeto cambiaba según el día: otras era Michael Bolton). ¿Qué mejor que empezar otro en TV3 con nuestros propios farsantes? Lo estoy viendo: Cacem i matem a...
Kiko Amat
Bill Hicks; Agent of evolution
Kevin Booth and Michael Bertin
Harper Collins
437 pág.
(Este es un artículo antiguo -de diciembre del 2006- publicado en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia que por descuido nunca colgamos aquí. Como era sobre Bill Hicks, que es Dios, lo hacemos ahora)