8 de set. 2009
Alastair Sim: El cómico de la triste figura
Optimum Classics reedita algunas de las películas clásicas del cariacontecido actor escocés, epítome del Scrooge fílmico
En 1999, en un día de aburrimiento, unos amigos ingleses me escribieron -en una servilleta de pub- una lista de películas inglesas para tardes lluviosas de té y calcetines. Clásicos perennes de los 40-50-60’s, viejas glorias para-todos-los-públicos de las saturday matinees que formaban parte de la fibra cotidiana de sus infancias. Fue duro, leer aquella lista; para alguien educado en el one-upmanship, o arte de quedar siempre por encima de los interlocutores, admitir que no conocía ni una sola de aquellas películas requirió un esfuerzo de humildad que estranguló mi próstata.
Dios, la vergüenza.
Pero bueno. Les alegrará saber que, finalmente, sorteé el trance de la manera en que siempre lo he hecho: mintiendo como un miserable y, más tarde, adquiriendo de estranjis todos y cada uno de los filmes apuntados. Y desde aquel día exhibiendo mi conocimiento sobre el tema de manera nauseabunda.
Con los años, visionando con más calma aquellas películas descubrí su común denominador. En Hue and cry (1947), The happiest days of our life (1950), The belles of St.Trinian’s (1957), School for scoundrels (1960) y otras aparecía siempre un secundario ilustre, a veces agazapado en casi cameos, a veces robando el protagonismo de manera tan brutal como natural. Aquel señor, feo como un demonio y calvo como un melón galia, se llamaba Alastair Sim.
En Inglaterra, su jeto de úlcera duodenal es más conocido que el perfil monárquico de las monedas. Allí es como José Luis López Vázquez: una institución eterna. Patrimonio nacional. Su omnipresencia durante más de sesenta años en el equivalente inglés de nuestra Sesión de Tarde ha hecho que nadie mayor de 20 pueda confundir su expresión de autoinserción rectal, sus ojos sapunos, su boca de barbo. Porque Sims nació con aquel tipo de cara, la de acidez estomacal perpetua; la que -como diría Bill Hicks- provoca que perfectos desconocidos se acerquen para preguntar “¿Pasa algo malo?”.
Lo de López Vázquez no lo dije al zorrombullón. Ambos eran actores de la vieja escuela, artistas sin pocos reparos a la hora de escoger guiones pero paradójicamente dignos. Aunque en ocasiones recaía en ellos el papel de protagonista, lo habitual era que fuesen segundones roba-escenas, el terror de los malos galanes de la época. Los dos desarrollaron una elegante despreocupación por el travestismo en sus papeles, y algunas de sus actuaciones más memorables se hicieron con faldas y a lo loco (Sim en la popular The belles of St.Trinian’s). Ambos se especializaron en un papel típico: el freak titubeador con voz de ocarina pisoteada, mirada lasciva, comportamiento inquietante y fatalismo histriónico. Hay una última coincidencia Sim-Vázquez, y es que hay que ir con pies de plomo a la hora de ver sus películas; tanto el uno como el otro tomaron parte en algunos bolodrios de campeonato.
Un menda canelo
Alastair Sim nació en Edimburgo el año 1900 y murió de cáncer el 1976 en Hampstead, Londres, donde había vivido toda su vida. A lo largo de esos 76 años de vida actuó en la friolera de 61 películas, algunas de ellas increíbles y otras que son para salir huyendo; e incluso en éstas, él siempre brilla, infalible. Sim era un tío molante al que hay que admirar por más cosas que por sus aptitudes dramáticas. Rechazó el knighthood que le ofreció la monarquía hacia el final de su carrera, continuando una tradición anti-institucional que había inaugurado su señor padre. Aunque sin el título de “Sir”, Sim Hijo fue un actor honesto que rehusó durante toda su vida hacer publicidad, considerándola (correctamente) una prostitución irreparable del espíritu y el arte. Esto, no obstante, dista de implicar que fuese una artistaza especializado en papeles “difíciles”: Sim -como López Vázquez- hizo de todo y mucho, y no se le caían los anillos a la hora de salir en obras para niños, como cuando hizo de Capitán Garfio en la versión teatral de Peter Pan.
Deberían ver las cuatro películas mencionadas al principio, pero bajo tortura les confesaré que la e-sen-cial es School for scoundrels (Robert Hamer, 1960). Está basada en los libros cómicos de Stephen Potter, esas parodias de la autosuperación que fueron tan populares en la Inglaterra de los 40 y 50. En ella Sim interpreta al propio Potter, convertido aquí en director de la escuela de Lifemanship en Yeovil, donde se enseña la ciencia de “estar siempre un lugar por encima de nuestros oponentes” (estos, explica Sim, son “todo el mundo”). Sim se encarga de adiestrar al lechuguino loser que interpreta Ian Carmichael, angustiado por su derrota en las lides del amor frente a un vil y pijísimo Terry-Thomas (otra gloriosa institución UK; ustedes le recordarán de mayordomo de Jack Lemmon en Cómo matar a su esposa). Joroba, qué alegre película es Scoundrels; verla es más divertido que beber. Casi.
¡Paparruchas!
Sé lo que estan pensando: No he visto ninguna de estas condenadas películas, pero esa cara penosa me sigue sonando. Claro que sí; es por Scrooge (1951), hombre. Aquí traducida como Cuento de Navidad, único cruce entre la TV navideña clásica 60’s-70’s española e inglesa. Sim es aquel Mr.Scrooge rencoroso y huraño (y, al final, bueno como el pan) que todos los niños recordamos haber visto por TVE un día de Sant Esteve sí y el otro también; el molde en que se basaron todos los demás Scrooge fílmicos. Y no sólo Scrooges. La anécdota definitiva para demostrar el estatus de Sim es que Alec Guinness admitió haber basado en él toda su actuación como villano neurasténico en El quinteto de la muerte (1955). Le copió de tal manera (imitando gestos, porte, incluso su cara) que en el futuro Sim sería congratulado más de una vez por un filme en el que no aparecía. Qué cosas.
Kiko Amat
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 5 de agosto del 2009)