5 de març 2010

El tataratatarabuelo del britpop


Pop 1930’s Anticuado, romanticón y 0% cool, el pop pre-rock de las orquestas inglesas es la olvidada gran música del siglo XX

1. La nostalgia puede llegar a dirigir los pasos de uno; pero cuidado, que a veces te pasas tres pueblos. Porque si lo que se desea es encontrar de veras la canción perdida, la belleza extraña, la idea romántica, debe antes abandonarse toda constricción temporal. A los amantes del pop ya no nos sirven acotaciones como las que impuso Nik Cohn en su Awopbopaloobop Alopbamboom, argumentando que el pop empezaba en los 50’s y terminaba en 1968. ¿Acaso la gente no bailaba antes de que se inventara “Don’t be cruel”? En los años 30 ingleses, lo más sembrao era la música de las dance bands: orquestas multitudinarias tocando baladorros cursis y jazz vivaracho para salas de baile repletas. He aquí los ritos del sábado noche, pre-swing, pre-tupés, pre-modernistas, casi pre-todo. Nombres tan olvidados como Bert Ambrose, Lew Stone, Jack Payne o Jack Hylton. Canciones mullidas y anhelantes como “My woman”, “You rascal you” (alias “Rascayú”), “(Yes, yes) My baby said yes”, “Pennies from heaven”... Britpop vieja escuela, poniendo especial énfasis en lo de “vieja”. Más viejo que esto y te has salido del siglo; como aquel capítulo de The Mighty Boosh en que forman un grupo para llevar el revivalismo a “su extremo lógico” y acaban tocando romanzas medievales.

2. El pop de los 30’s es una de las músicas con menos aureola cool que existe. Incluso nuestros padres consideraban esto música anticuada, boba y -como diría mi madre- “carrinclona”. Los únicos paladines del género que se me ocurren fueron los geniales Weekend, que en su álbum de 1982 La Varieté celebraban la radio popular y el impresionismo pre-rock, y Dennis Potter, el autor de las series de TV El detectiu cantant y Pennies from heaven. Potter, fan mayor de las dance bands, ilustró la inolvidable Pennies con algunas de las mejores canciones del estilo. Según el director, este género representa dos separaciones: Primero, el abismo insalvable entre la imaginaria perfección que describen las canciones y la gris realidad con la que nos topamos cada día. Es música tan exageradamente feliz, sensiblera y romanticona, que se convierte en un comentario sobre la imposibilidad de los sueños, y a la vez sobre su absoluta necesidad. La imperiosa demanda de que exista algo puro a lo que aspirar, aunque sea inconquistable. Lo dice Arthur, el protagonista de Pennies from heaven: “Quiero vivir en un lugar donde estas canciones se hagan realidad”. Y si ese lugar resulta ser 1932, mejor que mejor.

Y he ahí la segunda separación: el doloroso cisma entre Entonces y Ahora. Es ésta una nostalgia agridulce, la música de un pasado perdido y, peor, idealizado, sublimado en inalcanzable idea romántica. En los melifluos años 30 que comunican canciones como “You couldn’t be cuter” o “Down sunnyside lane” no se intuyen la Guerra Civil Española ni el nacimiento del NSDAP alemán, el pan negro ni Iósef Stalin. En ellas, uno sólo percibe destellos de caballeros con frac y señoritas ricas besándose mucho, como si fuera esa noche la última vez. Es un mundo perfecto al que ir a lamernos las heridas inflingidas por la completa ausencia de romanticismo de nuestra época, un lugar tan seguro y feliz como lo eran en nuestra infancia las cabañas hechas con cojines del sofá. ¿Quién no querría vivir siempre allí?

3. La música de las dance bands de los 30’s es, como dice Potter, “imitación de la inocencia”, especialmente las baladas sentimentales. La simplicidad sacarinosa de sus letras, la memorabilidad adhesiva de sus rimas, la deliciosa baba que gotea de cada nota: todo está hecho para sugerir una pureza de intención casi victoriana. Y aunque podría aducirse que toda esa confitería puede estar tapiando otros males subyacentes, es innegable que por entre las rendijas de su lacrimógeno almíbar puede colarse el sentimiento más puro. Es ahí, a medio pintar las nubes con el arco iris, bailando mejilla contra mejilla mientras las cuerdas del corazón hacen ¡zing! (y tantas otras ñoñerías de la época), cuando el espíritu de la emoción verdadera hace su aparición.

Esa emoción, además, se traza con brochazos tan gruesos, apela a sentimientos y dolores tan universales, a lugares comunes tan comunes, que puede ser utilizada por cualquiera. Es Pop en su acepción literal: P-o-p de popular, inocente y romántico; pop de lugar a donde puedes ir a fantasear, pop de quimeras y amores idealizados, de ilusiones imposibles. ¿El Pop como gran evasión? Quizás, quizás. Pero miren a su alrededor, y díganme luego que no es como para querer evadirse de todo esto.

Kiko Amat

PARA VER:
Pennies from heaven (Dennis Potter, 1977)

PARA ESCUCHAR:
Radio Days (internet radio dedicada sólo a swing, 30’s pop y jazz): http://www.shoutcast.com/radio/Classic%20Jazz
Myspace de Al Bowlly y Lew Stone
http://www.myspace.com/albowllyandlewstone
VV.AA. Pennies from heaven and other hits of the 30’s (3CD, Golden Stars)

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 17 de febrero del 2010)