Novela El desvergonzado satirista inglés Tibor Fischer publica su quinta novela sobre un impersonator de Dios en Miami
Estoy aún en la página 26 de la nueva novela de Tibor Fischer cuando me doy cuenta de que me lo estoy pasando en grande. Enganchado como un molusco a una roca, nada puede distraerme; caen balcones y pianos con crashes variados a mi alrededor. Hacia la página 28 ya me estoy tronchando, de aquella manera por la que uno sólo puede palmearse la rodilla y gesticular No con la otra mano, mientras intenta en vano recobrar el aliento y sus amigos corren a buscar ayuda médica.
La verdad, no sé de qué me sorprendo. Me he leído todo lo que ha publicado Tibor Fischer -me leería su lista de la compra y los post-its del espejo del WC, si los dejase a mi alcance- y siempre ha sucedido lo mismo. Fischer es un mago del humor, del ritmo y del desastre peripatético. Al contrario que muchos otros escritores ingleses, que abandonaron la risa cuando empezaron a notar el calorcillo del prestigio académico, TB se ha mantenido aferrado a ella novela tras novela.
Y es que su imaginación y descaro parecen inagotables. Fischer escribe como si nadie le hubiera enseñado qué puede y no puede hacerse, elucubrando sobre temas que le parecen divertidos, sin cortarse un pelo sobre su posible falta de gravedad. En Bajo el culo del sapo contaba las aventuras de dos jugadores de básquet húngaros hacia el final de la IIª Guerra Mundial. Filosofía a mano armada iba de un gang de atracadores formado por un profesor de filosofía borrachín y un ladrón de un sólo brazo. En El Coleccionista de coleccionistas el protagonista era un jarrón Sumerio de 5000 años. Y Viaje al fondo de la habitación cuenta las aventuras de una moza que (como una moderna Des Esseintes) ha decidido no salir jamás de su casa y viajar de puertas adentro. Y ustedes se preguntarán: ¿De qué va la próxima? ¿Un torero a quien le crece un velocirraptor en una nalga? ¿Una banda de teddyboys siameses que sólo pueden desplazarse haciendo la conga? Pues no, pero casi.
Quién fuera Dios habla de Tyndale Corbett, un agente comercial cuarentón, divorciado, en la ruina y hecho una piltrafa. Un día decide suplantar a un colega suyo e irse a una convención en Miami, terminando con una vida de honradez, educación y acatamiento de normas. El nuevo Tyndale es una bestia malherida, pero dispuesta a todo: la furia hacia la imbecilidad mundial y el resentimiento por los triunfadores (Tyndale es un gafe tremendo) brotan a borbotones de su Yo. Finalmente, Tyndale urde un plan para hacerse pasar por Dios en el marco de la Iglesia del Cristo Fuertemente Armado. Un loco suelto en una ciudad sin ley.
Fischer sazona el periplo de Tyndale con una galeria de coloridos secundarios: Dave el Desaprensivo (un dealer que adivina los gustos de la gente), Gamay y Muscat (dos cenutrios Diyéis convertidos a matones), el feísimo Napalm (“parece una lesbiana de doce años. Una lesbiana que le hubiese robado las barbas a un fornido lobo de mar”) y otros. Y, aunque uno se mata de risa en el proceso, nada de esto es banal: como todos los grandes satiristas, TB utiliza a esta panda de acabaos para reflexionar sobre la pereza y el esfuerzo, la mala suerte, la disciplina y la dejadez, la feura y la belleza. Fischer habla de cosas serias, pero pintándolas con cachondeo cáustico. Algunos fragmentos se leen incluso como una especie de enloquecido Zen, como cuando Tyndale se come un sabroso bocata de pollo y salta a barruntar sobre el valor, la esperanza y la fé. Parábolas chaladas para fracasados terminales, como si Juan Bautista sermoneara medio drogado a una audiencia de eunucos.
Quién fuera Dios no se lee: se engulle. Su ritmo, sus frases corrosivas (“No tiene gran mérito que los imbéciles te admiren, pero resulta agradable, como una suave brisa”, o “Hay ciertas cosas que no le convienen a uno, y punto: la cocaína, la absenta, las imagenes de tortura y la honradez”), su espíritu esperpéntico, les convertirán a ustedes en fans de inmediato. A no ser que lo sean ya de Martin Amis y el novelón como Gran Obra Metafísica; entonces van a odiar a Fischer. Pero tranquilos: TB odia a su vez las novelas de Amis, y es famoso por haberle hecho a Perro callejero la crítica más orgiasticamente letal de la década. Si ya han decidido de qué lado están, yo les doy oficialmente la bienvenida al loco mundo de Tibor Fischer. Cómo se lo van a pasar, criaturas.
Kiko Amat
Quién fuera Dios
Tibor Fischer
Tusquets Editores
289 págs.
Traducción de Victoria Alonso Blanco
(Artículo publicado previamente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 14 de octubre de 2009)