Sensacional Soul Un doble álbum recopila al fin los intentos ibéricos de practicar música soul afroamericana
Pero, ¿Qué es soul?
Se lo diré: El soul es la música más importante que existe. El soul, ese grito de puro sentimiento que es hijo del gospel secularizado y el blues afroamericano, es emoción pura, desnuda, emoción que toca hueso. El soul es, por el valle de lágrimas del que surge, por la fuerza emocional –como decía Kevin Rowland de Dexy’s Midnight Runners- que acarrea, la más dramática y empática de las músicas. Cada canción es un nuevo intento de transmitir emociones, de desnudar estómagos y corazones, de confesarlo todo: la debilidad, el sufrimiento, la traición y, ante todo, la suprema belleza del estar respirando en el mundo. Soul es... O sea, traduzcan la palabra. Alma. Soul es espiritualidad y pureza, y también lo que el académico Dave Godin (el fallecido “evangelista del soul”) definió como significance. Trascendencia. Un matiz que viene directamente de la época esclavista, y que implica dotar a cada canción de un significado subliminal mucho más profundo que lo que el –a veces- intrascendente mensaje sugiere. Esa trascendencia, además, es REAL. No es, como en el caso del rock sinfónico, un decorado de pomposidad para dotar de pathos a cuatro discos infantiles de estudiantes mimados. El soul es música vivida. Viene de lo más hondo y sincero de la experiencia humana. Solo escuchen It’s an uphill climb to the bottom de Walter Jackson. Can I change my mind de Tyrone Davis. Shoes de Bobby Bland. Showdown de Kenny Carter. The tracks of my tears de Smokey Robinson. “Al escuchar esas canciones”, preguntaría Rowland, “¿Te convencen de que todo el mundo implicado creía en lo que estaba haciendo?”. Jesús, sí. Claro que sí.
Soul del país
Hace tiempo traté de convencerles de que también hubo pop en Lleida, y ahora voy a hacer lo mismo con el soul a nivel peninsular. Esta vez estoy menos convencido, pero no me abandonen aquí, en este paraje desolador. La excusa es el maravilloso recopilatorio Sensacional soul, un doble álbum que ha sacado recientemente el sello Vampi Soul y que compila dignamente y de una vez por todas la música soul que se hizo en España a finales de los 60 y principios de los 70. Hubo intentos anteriores (los recopilatorios El soul es una droga) pero nunca se había hecho con tanta meticulosidad y amor al detalle. Así, la pregunta que veo en sus labios es: ¿Pero hubo o no hubo spanish soul? Verán, lo cierto es que no estoy muy seguro. Los propios recopiladores admiten en las ricas notas que acompañan al vinilo que el soul, en relación al pop hispano del momento, fue “combustible para incendiar las pistas de baile de las discotecas”. Y combustible es poco. Escuchando los grupos que integran Sensacional soul uno casi puede oler la materia negra que defeca el Nibbler de Futurama, el carburante más potente de la galaxia. Es innegable: este material haría bailar a personas fallecidas. Eso no se discute. Lo único que se discute, poniéndonos puristas (y nos estamos poniendo puristas) es si era soul o no. Y la respuesta es que no mucho, la verdad. Como dijo uno de los expertos soul del consejo de ancianos a lo Krypton que reuní antes de ponerme a escribir, lo que trae este disco es “música pop orientada a la pista de baile”. En los términos comentados en el párrafo anterior, el Woovy Groovy de Los Buenos tiene la fuerza emocional de un eructo. Y –eh- no pasa nada. Es fenomenal música de baile, beat acelerado, ese sonido de club mod que podría definirse como pop ácido con trompetas. Muchas trompetas. Cuando el soul impactó en el planeta (gracias al éxito explosivo de Atlantic/Stax y Tamla Motown) todo el mundo puso trompetas en los discos; hasta los Beatles, siempre tan avispados, metieron ese Got to get you into my life en el Revolver. Así pues, no es extraño que hacia 1967-68, todo hijo de vecino añadiera secciones de metal en sus temas. Y repito: Qué grandes temas. Qué bestiales llamadas a golpe de cuerno normando para menear el esqueleto. Lo único que tienen que hacer es no ponerlas al lado del mencionado Showdown de Kenny Carter, y asunto arreglado.
Mi selección
Es difícil escoger un puñado de entre los 37 himnos al despiporre que junta Sensacional Soul, es difícil. Tony Ronald se marca un clásico Summertime, creyendo que no sabremos que la fusiló de la versión de Billy Stewart. Conexión, el grupo en el que militaba Luis Cobos (en serio) hacen I will pray, un temón ultrarrápido que es medio rock progresivo bailongo a lo Màquina, medio Hawaii 5-O, con añadida voz negra (o lo que los españoles creían que era poner voz de negro). Varios grupos de la legión extranjera (músicos foráneos afincados aquí) superan con creces el listón del funk decente: The Presidents (que sí tenían algun miembro afroamericano), TR Selection (con una buena lectura del Kool & The Gang), y Las 4 Monedas (unos Jackson 5 venezolanos; no se pierdan sus incursiones en el ska y reggae). Henry Vidal y su Grupo Pop se curran un Black bird que es como el Soul finger de los Bar-Kays pero con matasuegras. Otro Henry, esta vez de los multinacionales Henry & The Seven, brinda su You love me, puro pop psicodélico con vientos a tope. ¿Qué mas? Un tal Koldo copia a Otis Redding con el tema Disc-man, lleno de los gatta-gatta-gatta típicos del americano. El Tuset Street de Los Gritos provoca lo contrario que el soul -llorar bailando- creando risas danzantes (“podrás bailar con el pop, con el beat, con el sul...”). Pero mis favoritos finales, es hora de sacar al vencedor, son: Algo por nada de Los Huracanes, Simpatía en soul de Los Jóvenes, Vestido azul de los venezolanos Shelly y La Nueva generación (puro Brian Auger/Julie Driscoll) y la alucinante Tabasco de Los Pekenikes, como un El hombre y la tierra desfasado, kung-funiano, flautista y rompepistas. Escojan ustedes los suyos.
Se lo diré: El soul es la música más importante que existe. El soul, ese grito de puro sentimiento que es hijo del gospel secularizado y el blues afroamericano, es emoción pura, desnuda, emoción que toca hueso. El soul es, por el valle de lágrimas del que surge, por la fuerza emocional –como decía Kevin Rowland de Dexy’s Midnight Runners- que acarrea, la más dramática y empática de las músicas. Cada canción es un nuevo intento de transmitir emociones, de desnudar estómagos y corazones, de confesarlo todo: la debilidad, el sufrimiento, la traición y, ante todo, la suprema belleza del estar respirando en el mundo. Soul es... O sea, traduzcan la palabra. Alma. Soul es espiritualidad y pureza, y también lo que el académico Dave Godin (el fallecido “evangelista del soul”) definió como significance. Trascendencia. Un matiz que viene directamente de la época esclavista, y que implica dotar a cada canción de un significado subliminal mucho más profundo que lo que el –a veces- intrascendente mensaje sugiere. Esa trascendencia, además, es REAL. No es, como en el caso del rock sinfónico, un decorado de pomposidad para dotar de pathos a cuatro discos infantiles de estudiantes mimados. El soul es música vivida. Viene de lo más hondo y sincero de la experiencia humana. Solo escuchen It’s an uphill climb to the bottom de Walter Jackson. Can I change my mind de Tyrone Davis. Shoes de Bobby Bland. Showdown de Kenny Carter. The tracks of my tears de Smokey Robinson. “Al escuchar esas canciones”, preguntaría Rowland, “¿Te convencen de que todo el mundo implicado creía en lo que estaba haciendo?”. Jesús, sí. Claro que sí.
Soul del país
Hace tiempo traté de convencerles de que también hubo pop en Lleida, y ahora voy a hacer lo mismo con el soul a nivel peninsular. Esta vez estoy menos convencido, pero no me abandonen aquí, en este paraje desolador. La excusa es el maravilloso recopilatorio Sensacional soul, un doble álbum que ha sacado recientemente el sello Vampi Soul y que compila dignamente y de una vez por todas la música soul que se hizo en España a finales de los 60 y principios de los 70. Hubo intentos anteriores (los recopilatorios El soul es una droga) pero nunca se había hecho con tanta meticulosidad y amor al detalle. Así, la pregunta que veo en sus labios es: ¿Pero hubo o no hubo spanish soul? Verán, lo cierto es que no estoy muy seguro. Los propios recopiladores admiten en las ricas notas que acompañan al vinilo que el soul, en relación al pop hispano del momento, fue “combustible para incendiar las pistas de baile de las discotecas”. Y combustible es poco. Escuchando los grupos que integran Sensacional soul uno casi puede oler la materia negra que defeca el Nibbler de Futurama, el carburante más potente de la galaxia. Es innegable: este material haría bailar a personas fallecidas. Eso no se discute. Lo único que se discute, poniéndonos puristas (y nos estamos poniendo puristas) es si era soul o no. Y la respuesta es que no mucho, la verdad. Como dijo uno de los expertos soul del consejo de ancianos a lo Krypton que reuní antes de ponerme a escribir, lo que trae este disco es “música pop orientada a la pista de baile”. En los términos comentados en el párrafo anterior, el Woovy Groovy de Los Buenos tiene la fuerza emocional de un eructo. Y –eh- no pasa nada. Es fenomenal música de baile, beat acelerado, ese sonido de club mod que podría definirse como pop ácido con trompetas. Muchas trompetas. Cuando el soul impactó en el planeta (gracias al éxito explosivo de Atlantic/Stax y Tamla Motown) todo el mundo puso trompetas en los discos; hasta los Beatles, siempre tan avispados, metieron ese Got to get you into my life en el Revolver. Así pues, no es extraño que hacia 1967-68, todo hijo de vecino añadiera secciones de metal en sus temas. Y repito: Qué grandes temas. Qué bestiales llamadas a golpe de cuerno normando para menear el esqueleto. Lo único que tienen que hacer es no ponerlas al lado del mencionado Showdown de Kenny Carter, y asunto arreglado.
Mi selección
Es difícil escoger un puñado de entre los 37 himnos al despiporre que junta Sensacional Soul, es difícil. Tony Ronald se marca un clásico Summertime, creyendo que no sabremos que la fusiló de la versión de Billy Stewart. Conexión, el grupo en el que militaba Luis Cobos (en serio) hacen I will pray, un temón ultrarrápido que es medio rock progresivo bailongo a lo Màquina, medio Hawaii 5-O, con añadida voz negra (o lo que los españoles creían que era poner voz de negro). Varios grupos de la legión extranjera (músicos foráneos afincados aquí) superan con creces el listón del funk decente: The Presidents (que sí tenían algun miembro afroamericano), TR Selection (con una buena lectura del Kool & The Gang), y Las 4 Monedas (unos Jackson 5 venezolanos; no se pierdan sus incursiones en el ska y reggae). Henry Vidal y su Grupo Pop se curran un Black bird que es como el Soul finger de los Bar-Kays pero con matasuegras. Otro Henry, esta vez de los multinacionales Henry & The Seven, brinda su You love me, puro pop psicodélico con vientos a tope. ¿Qué mas? Un tal Koldo copia a Otis Redding con el tema Disc-man, lleno de los gatta-gatta-gatta típicos del americano. El Tuset Street de Los Gritos provoca lo contrario que el soul -llorar bailando- creando risas danzantes (“podrás bailar con el pop, con el beat, con el sul...”). Pero mis favoritos finales, es hora de sacar al vencedor, son: Algo por nada de Los Huracanes, Simpatía en soul de Los Jóvenes, Vestido azul de los venezolanos Shelly y La Nueva generación (puro Brian Auger/Julie Driscoll) y la alucinante Tabasco de Los Pekenikes, como un El hombre y la tierra desfasado, kung-funiano, flautista y rompepistas. Escojan ustedes los suyos.
Kiko Amat
Sensacional Soul
VV.AA.
(Vampi Soul / Munster, 2006)
Sensacional Soul
VV.AA.
(Vampi Soul / Munster, 2006)
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 14 de marzo de 2007)