28 de set. 2004

Chorizos (orgullosos)

Ya sabéis que algunos de mis artículos se publican en el Culturas de La Vanguardia. A partir de ahora iré colgando los que me parezcan más interesantes, tanto para los que viven fuera de Catalonia como para los que no compran periódicos. Éste es uno que versa sobre los alegres muchachos de YoMango, y saldrá en un par o tres de semanas. Eso me recuerda que mañana me publican otro en el mismo sitio sobre David Cross, el stand-up comedian americano del que tal vez os he hablado ya. Os invito a leerlo, aunque también voy a colgarlo en LA ESCUELA MODERNA en breve.


YoMango Ladrones y cuatreros como pocos, este colectivo ibérico ha hecho del latrocinio su caballo de batalla. Refuercen sus alarmas y escondan las delicatessen.

AMIGOS DE LO AJENO

“Reconozco en los ladrones, traidores y asesinos, en los despiadados y astutos, una belleza profunda”.
Jean Genet, “Diario del ladrón”

De entre todas las actividades reprobables que los adultos nos enseñaban a distinguir de niños, ninguna provocaba tanta confusión como el hurto. Mientras que todas las demás tenían una lógica talionesca basada en el dolor futuro, el robar seguía pareciéndonos, incluso después de las advertencias paternas, algo fascinante y sin efectos secundarios negativos. Porque una cosa era NO lanzarse a una piscina de agua glacial después de haberse comido cien Bonys o NO hincarle las tijeras en la oreja al compañero de pupitre; la lógica por la que no debíamos hacer ninguna de estas cosas era aplastante: la muerte, propia o ajena, el infortunio.
Por otro lado, el afanar no arrastraba consigo consecuencias trágicas y las amenazas paternas sonaban siempre desangeladas: “NO huyas con ese Madelman carísimo, o...” ¿O qué? Por mucho que tratáramos de prever el worst case scenario (o sea, la peor de las consecuencias imaginables), a lo máximo que nos exponíamos era a ser atrapados en flagrante delito. Y eso, para un niño (que desconoce el significado de la palabra vergüenza) implicaba tan sólo un par de pescozones. La ecuación era simple, pues: ¿Arriesgo una bofetada por un Madelman glorioso? No hace falta que les diga cuál era la respuesta en un 99% de los casos.
Por todo ello les ruego no se escandalicen por lo que voy a confesarles en un momento. Al fin y al cabo vengo de una clase social cuyo rito iniciático adolescente -a parte, por supuesto, de demostrar que podíamos beber y fumar como húsares enloquecidos- era ir a rapiñar a El Corte Inglés. En ese caso concreto ya no eran los bienes sustraídos (¿De verdad necesitábamos esa pegatina de “Li-Costa”?) sino el arrebato adrenalínico lo que se buscaba. Además, lo que nunca nos dijeron nuestros padres era que también en el robar había excepciones: una cosa era robarle el desayuno a alguien de un curso inferior y la otra birlar bienes de consumo a una multinacional. Incluso nuestras mentes púberes, adormecidas por la Xibeca tibia y en pleno desbarajuste hormonal, eran capaces de ver la diferencia entre ambos comportamientos.
Así pues, déjenme confesar de una vez: me sigue fascinando el hurto. Y peor aún: no estoy solo. Es más: algunos de los que me acompañan han sumado 2+2 y se han dado cuenta de que había un lado político en el escamoteo de cosas. Que la forma más satisfactoria de protestar contra la propiedad privada de los medios de producción no era con aquellos soporíferos pasquines del P.O.R.E., P.O.S.I. o P.U.R.I. (siempre me hago un lío con las siglas) sino llenándose los bolsillos en el Caprabo más cercano. A esa conclusión llegaron los miembros de YoMango.
Nacidos al amanecer de las movilizaciones anti-globalización de Génova en el 2001, YoMango surge en Barcelona, Madrid, Zaragoza y Valencia como una reacción hacia el inmovilismo de las formas de protesta ensayadas hasta entonces. Ante la lata de los foros y las manifestaciones, algún vivillo pensó en golpear al sistema a la vez que satisfacía una necesidad primordial del hombre: el sisar. De este modo, YoMango se presentan (en sus propias palabras) “como cualquier otra marca de la globalización, como Benetton o Ikea, como símbolo de vida, solo que se trata de un estilo de vida cotidianamente anticapitalista. Y para construirse como tal marca utilizan recursos de diseño gráfico e identidad corporativa, como cualquier marca que se precie”.
Pero no se lleven a engaño por palabras tan serias; esencialmente, YoMango son un colectivo de cachondos. Anticapitalistas, sí, pero cachondos al fin y al cabo, demostrando de una vez por todas que la conciencia política y el hedonismo no son excluyentes. Examinen sino las imágenes que dominan su literatura y sus websites: Mao con una pera, Winona Ryder (cleptómana incansable) en distintas poses, un guardia rojo con un fuet y el fiambre de Stalin pasando por entre dos detectores antirrobo. O el enjambre de sub-grupos que les rodean: el SCCPP (Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa) y el Frente Autónomo YoPito (dedicado a crear la confusión en establecimientos a base de hacer sonar los detectores), entre otros.
Para conocerles, lo mejor es pedirles alguno de los dos mini-libros que han autoeditado, “El libro rojo” o “El libro morao”. En ellos, con una imagen impecable, ayudan a los poco imaginativos y a los que aún no se han decidido a dar el gran paso hacia el pillaje con un sinfín de trucos para desplumar tiendas. En capítulos como “El cambiazo” o “La clásica pillada” se nos enseña a quitar alarmas, a esquivar espejos y cámaras, a utilizar mangas y tobillos, cambiar códigos de barras y un vergel de oportunidades, con el objeto de “hacer viable un sabotaje cotidiano y gozoso al capital”. Y, en caso de que alguien sospechara de que lo substraído se dedica a fines corruptos, sepan que “YoMango no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camenbert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y las necesidades de tus semejantes”.
Ya lo han oído. Despréndanse de sus incómodos prejuicios y pasen sin miedo ante las miradas aviesas de las cajeras; ante ustedes se abre un nuevo mundo en el que serán descuideros, rufianes y lagartos, y lo estarán haciendo por la mejor de las causas. No lo olviden: “Cuando un desconocido te regala un fuet... eso es YoMango”.
Kiko Amat