1. “De tan malo es bueno”. Este pequeño y en apariencia inofensivo axioma parece haber envalentonado a aquellos cuyo gusto inmundo yacía sepultado bajo unas cuantas capas de sentido del ridículo. Los mismos que ayer amontonaban sacos de arena encima de sus discos de Supertramp o Camilo Sesto hoy lucen con orgullo su afiliación a las hordas del “mal gusto”. Los placeres culpables han dejado de serlo. Unos cuantos iluminados dieron luz verde a este dañino fenómeno mundial, y ahora está perfectamente aceptado tener una colección de discos apestosa. Porque -guiño, golpe de codo- ¿No es divertido? ¿No es cutre? ¿No mola precisamente por lo vil que es? ¿Volvemos a pinchar la banda sonora de Dirty Dancing?
Pues no, tío, mejor no. Que te la tragas.
Por mucho que repitan el refrán de que “la comida de un hombre es el veneno de otro”, algunas cosas son sólo veneno. Algunas cosas son malas, y no es una cuestión de perspectiva, y de tan inmundas no se convierten mágicamente en geniales: siguen siendo inmundas, y lo serán eternamente por mucho que mil fanzines elogien su -guiño, guiño- carácter “bizarro”. Las películas de destape eran un asco. Los Calatrava eran vomitivos. Verano Azul era una serie abominable. Mecano eran ofensivos. Podría seguir recitando sinónimos de mi Diccionario de Ideas Afines, pero ya se hacen a la idea.
2. Placeres-sonoros-con-remordimiento. De eso hablamos aquí. En la website de Guilty Pleasures lo definen como “algo bueno que se supone que no debería gustarte porque es supuestamente malo para tu salud o credibilidad”. Dejando de lado lo vago de la acepción “algo bueno”, mi opinión sobre el tema ya la intuyen: ser fan de Europe o Dire Straits es como tener un quiste no maligno en el testículo; quizás no va a matarte, pero mejor no irlo enseñando por ahí.
Pues no, tío, mejor no. Que te la tragas.
Por mucho que repitan el refrán de que “la comida de un hombre es el veneno de otro”, algunas cosas son sólo veneno. Algunas cosas son malas, y no es una cuestión de perspectiva, y de tan inmundas no se convierten mágicamente en geniales: siguen siendo inmundas, y lo serán eternamente por mucho que mil fanzines elogien su -guiño, guiño- carácter “bizarro”. Las películas de destape eran un asco. Los Calatrava eran vomitivos. Verano Azul era una serie abominable. Mecano eran ofensivos. Podría seguir recitando sinónimos de mi Diccionario de Ideas Afines, pero ya se hacen a la idea.
2. Placeres-sonoros-con-remordimiento. De eso hablamos aquí. En la website de Guilty Pleasures lo definen como “algo bueno que se supone que no debería gustarte porque es supuestamente malo para tu salud o credibilidad”. Dejando de lado lo vago de la acepción “algo bueno”, mi opinión sobre el tema ya la intuyen: ser fan de Europe o Dire Straits es como tener un quiste no maligno en el testículo; quizás no va a matarte, pero mejor no irlo enseñando por ahí.
El pelotazo inglés del Placer Culpable lo pegó un señor llamado Sean Rowley. Un día de hace tres años decidió “dejar de esconder su amor por la ELO o Hall & Oates” (como aduce la mentada página web) y empezó un imperio de clubs, discos recopilatorios e incluso programas de radio/televisivos. En el programa de la ITV británica Guilty Pleasures grupos célebres salían a versionear la canción que “secretamente” amaban -guiño, risita, golpe de codo- sólo que ni los grupos eran tan célebres ni la canción tan vergonzosa. Supongo que, en el fondo, este “puedes hablar con toda libertad” es un poco como el de las comisarías de policía; sin duda puedes confesarte, pero te va a caer un paquete. Hasta el más burro de los participantes tomó con cierta desconfianza esa sugerencia, como un soldado de la Iª Guerra Mundial a quien el capitán hubiese invitado a avanzar por tierra de nadie porque “es seguro”. Así, por ejemplo, grupos mediocres como The Feeling dieron su versión del “Video killed the radio star” de The Bugles, una canción que ningún estándar podría etiquetar como auténtico placer vergonzoso. Es pop pastiche, cierto, pero no posee la carga degradante que darían Foreigner, Middle of the Road, “Los Pajaritos”, Miguel Rios u otros irrecuperables.
3. Pero: estándares. Voy a semi-contradecirme de forma vergonzosa ahora. Aunque es cierto que algunas cosas son malas sin depender del prisma aplicado, otras descansan en un limbo de vergüenza que depende del (mal) gusto del escuchador. Dentro de los mismos recopilatorios de la serie Guilty Pleasures (subtitulados -guiño, codo, ceja inclinada- “Diversión sin vergüenza ni culpa”) uno se topa con hits como “Love plus one” de Haircut One Hundred. Que eran unos lechuguinos copistas de Orange Juice, y su líder Nick Heyward un panoli de cuidado; pero la canción es brillante, y ningún genuino amante del pop la consideraría culpable. Otro ejemplo: para un fan del rock extremo los Jackson Five quizás sean un placer culpable, pero para los que hemos escuchado música negra toda la vida el “ABC” es un temazo sin estigma alguno. Por eso ponemos esa cara de perplejidad ante los guiño-codo-ceja-risa que bailan esto (o el “We are family” de Sister Sledge, o el “I’m coming out” de Diana Ross) con espíritu “es malo pero me mola, titis”.
4. Yo también tengo Placeres Culpables. Sé que esto les ha sorprendido; a mí también. Realmente pensaba que no iba a abrirles mi corazón. Les voy a confesar cuatro canciones que conscientemente sé que son inmundas, pero (no puedo evitarlo) me gustan: “Alright” de Christopher Cross (temazo, no jodan). “Jump” de Van Halen. “Ironic” de Alanis Morrisette (piel de gallina). Y, esto lo voy a susurrar muy bajito, creo que me gusta “L’empordà” de Sopa de Cabra. Guárdenme el secreto, que esto me hunde.
3. Pero: estándares. Voy a semi-contradecirme de forma vergonzosa ahora. Aunque es cierto que algunas cosas son malas sin depender del prisma aplicado, otras descansan en un limbo de vergüenza que depende del (mal) gusto del escuchador. Dentro de los mismos recopilatorios de la serie Guilty Pleasures (subtitulados -guiño, codo, ceja inclinada- “Diversión sin vergüenza ni culpa”) uno se topa con hits como “Love plus one” de Haircut One Hundred. Que eran unos lechuguinos copistas de Orange Juice, y su líder Nick Heyward un panoli de cuidado; pero la canción es brillante, y ningún genuino amante del pop la consideraría culpable. Otro ejemplo: para un fan del rock extremo los Jackson Five quizás sean un placer culpable, pero para los que hemos escuchado música negra toda la vida el “ABC” es un temazo sin estigma alguno. Por eso ponemos esa cara de perplejidad ante los guiño-codo-ceja-risa que bailan esto (o el “We are family” de Sister Sledge, o el “I’m coming out” de Diana Ross) con espíritu “es malo pero me mola, titis”.
4. Yo también tengo Placeres Culpables. Sé que esto les ha sorprendido; a mí también. Realmente pensaba que no iba a abrirles mi corazón. Les voy a confesar cuatro canciones que conscientemente sé que son inmundas, pero (no puedo evitarlo) me gustan: “Alright” de Christopher Cross (temazo, no jodan). “Jump” de Van Halen. “Ironic” de Alanis Morrisette (piel de gallina). Y, esto lo voy a susurrar muy bajito, creo que me gusta “L’empordà” de Sopa de Cabra. Guárdenme el secreto, que esto me hunde.
Kiko Amat
http://www.guiltypleasures.co.uk/
(Artículo publicado previamente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 5 de noviembre de 2008)