17 de gen. 2008
Wes Anderson es Dios
Viaje a Darjeeling La nueva película de Wes Anderson vuelve a explorar magníficamente los vínculos de sangre y el peso del pasado.
Y tras ver Viaje a Darjeeling les vamos a decir por qué es Dios:
1) Su estilo es inmortal: Y los temas también. En efecto, Wes Anderson es repetitivo, pero de una manera buena. Que siempre haga “la misma película” -el Arma Arrojadiza #1 de sus detractores- es, en nuestro mundo, una virtud. Anderson ama el contexto, una de las cosas más altas que alguien puede amar. Afirma que le gusta seguir “una línea de razonamiento” y que los personajes de Academia Rushmore (1998) podrían aparecer en medio de Vida acuática (2004) y no sentirse desplazados. Pues hay dos tipos de escritores/directores/artistas: aquellos para los que todo debe encajar en una visión inclusiva, y aquellos para los que no; Wes Anderson es un cineasta de los primeros. Viaje a Darjeeling habla otra vez de círculos familiares quebrados, de hombres dañados intentando arreglar los tropiezos del pasado, de adultos sensibles buscando la aprobación de una figura paterna. Y está hecha con tics y ritmo in-con-fun-di-ble-men-te Anderson. Y, encima, empieza con un corto. Las películas con corto son buenas; es la ley.
2) Es cool: De esa manera en que se es cool cuando uno no busca serlo. Cool de nacimiento, de ADN, que no se consigue ni con asesores de imagen ni hurgando en directrices prefabricadas. Wes Anderson es cool porque les gustan las cosas adecuadas y es aplaudido por la gente adecuada, que diría Tibor Fischer. Porque pudiendo escoger la papilla y lo soez, escogió lo chulo. Anderson es cool como lo eran Serge Gainsbourg, Coltrane o John Osborne. Casi sin querer.
3) Ésta es su vida: Anderson habla mucho de él mismo, y extrae gran parte de su material de la realidad. “La mayoría de cosas que suceden ante la cámara las descubrimos allí mismo”, ha declarado de Darjeeling. Esto es cine-como-vida a lo Warner Herzog. Esto es entregarse a la aventura de filmar con el ansia lúdica de un niño. Esto es grande.
4) El Guionazo: Viaje a Darjeeling es la historia de tres hermanos -Francis, Peter y Jack Whitman: Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman- que, tras la muerte de su padre, se lanzan a un viaje de autoconocimiento por la India. En tren. Magullados emocionalmente, cargados de maletas metafóricas y reales, trufados de greuges y recuerdos, los hermanos se enfrentan a lo que se pone en su camino con el alma coja y los estómagos llenos de calmantes sin receta. Los diálogos son para repetir ad eternum, como gags de Bill Hicks; si ven suficientes películas de Wes Anderson no tendrán que utilizar frases propias nunca más. Están todas allí, en serio.
5) La risa, la emoción: Y ni la primera es chusca, ni la segunda es cursi. Viaje a Darjeeeling logra ser emotiva y dulce sin revolvernos el estómago con truquitos de Sam Mendes. Y, a la vez, hace reír.
6) El paraíso del nerd: Se les van a caer las pupilas de tanto buscar bromas privadas. Si antes pillaron lo de la anguila Hermès (por los fulares), el barco Belafonte (por el Calypso de Cousteau), las mil referencias a Charlie Brown en Academia Rushmore, etc., en Viaje a Darjeeling les espera otro festín de autoreferencias, nombres evocadores, cameos y guiños. Feliz caza, geeks.
7) Amigos-enemigos: ¿Recuerdan el “Si no te gusta esta película no me quieres; porque esta película soy yo, yo soy esta película” del The disappointment artist, de Jonathan lethem? Pues con Wes Anderson es así. Si a alguno de sus amigos no le gusta Viaje a Darjeeling, no es amigo suyo. Si su novio no entiende por qué es usted fan, corte con él. Es así de simple. Porque el Apocalipsis será una escatológica lucha fraticida entre aquellos a los que nos gusta Wes Anderson y aquellos a los que no. Dos formas irreconciliables de ver el arte. Tomen partido AHORA.
8) Casting: En los filmes de Anderson sólo salen actores buenos e idiosincrásicos. O sea, Bill Murray. Gene Hackman. Los Wilson-Brody-Schwartzman de ésta. Y siempre hay sorpresas. En Darjeeling es la debutante angloindia Amara Karan. Amara: Acepta nuestro amor, te lo suplico.
9) Kumar Pallana: Sí, “Pagoda” vuelve a salir aquí. Los fans ya saben de qué hablo.
10) La banda sonora: He dejado esto para el 10, pero es vital. Wes Anderson, ya lo habrán leído por ahí, es un esnop, un conocedor de discos gloriosos. Si en Academia Rushmore vieron los créditos de inicio a ritmo de los modsters The Creation (“Kang-kang-ka-ka-kang: ¡Making tiiiiiime!”), secaron lagrimilla con Nico en Los Tenembaums (2001), escucharon el “Rebel rebel” de Bowie en brasileño en Vida Acuática, aquí tienen más material: el “Where do you go my lovely” del angloindio Peter Sarsted, Satyajit Ray, Debussy, The Kinks y el “Play with fire” de los Stones, entre otros. Van a disfrutar Viaje a Darjeeling incluso privados de visión. Y eso no puede decirse de cualquier película.
Kiko Amat
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 16 de enero de 2008)