2 de set. 2008

Paseos de un rebelde irlandés

“Yo personalmente detesto a los cantantes folk. Los fusilaría a todos”. Quien así les habla es Brendan Behan, el escritor irlandés. Obviamente, su voz nos llega desde una época en que los escritores destrozaban bares y hacían competiciones de eructos, se partían la cara con otros escritores, se alistaban para ir al frente cada dos por tres o se baleaban al alba por un quítame allá ese desaire. Parece increíble, ¿verdad? Especialmente considerando a los escritores “jóvenes” de hoy: esas miserables criaturas de prosa flácida, gafas de pasta y pamplinez generacional.

Brendan Behan era un escritor de los de antes: borracho y orgulloso, pisando cascos rotos, aplastando a sus enemigos y llorando a gritos en pubs. Como Bukowski años después, Brendan fue un feroz detractor de la universidad y autodidacta-por-narices, pasó por infinidad de trabajos pútridos, cumplió condena por haber sido miembro del IRA (experiencia que narró en su imprescindible Borstal Boy) y puso en práctica a la menor ocasión la máxima irlandesa “Is fearr an timreas ná an tuaigneas”: “Es mejor pelearse que estar solo”.

Con todo, aquel bestia mezcla de Jack La Motta y La Cosa era todo corazón y, cuando amaba, amaba como aman los tíos apasionados: con todas sus fuerzas. Mi nueva York es, en general, una declaración de amor. El amor de un hombre por una ciudad, de la que el autor nos dice sólo empezar: “No me da miedo reconocer que Nueva York es la mejor ciudad que existe sobre la faz de la tierra”. El libro, publicado originalmente como Brendan Behan’s New York en 1964, es una crónica de viaje: Behan deambulando, conversando con camareros, alcohólicos, cómicos y taxistas, barrio a barrio. Pero, a la vez, su periplo es la excusa para reflexionar sobre multitud de temas: Los beatniks (“No me importa que la gente busque trabajo, pero el trabajo que quieren los beatniks es el mío”), su condición de escritor (“No soy sacerdote sino pecador. No soy psiquiatra sino neurótico. Mis neurosis son las herramientas con las que me gano la vida. Si me curase, tendría que volver a pintar casas”) o, qué caramba, la vida (“Lo más importante en este mundo es tener algo que comer y algo que beber y alguien que te quiera”). Y Nueva York, claro. Lleno de wit, anécdotas, máximas, ilustraciones bonitas (de Paul Hogarth) y humor, Mi Nueva York nos ilumina tanto sobre la urbe como sobre aquel irlandés con porte de luchador de wrestling que la conoció. Y es un paseo inolvidable por ambos.
Kiko Amat

Mi Nueva York
Brendan Behan
Marbot Ediciones
177 págs


(Artículo originalmente publicado en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 30 de julio de 2008)