22 de febr. 2010
Yo Fui #2: Josep Pere Llorens (Pedrito Mod)
¿Dónde estabas tú en el 77?
En Los Salesianos de Sarriá. Estudiando FP, ebanistería, y esnifando cola de carpintero a ratos.
Eres de los primeros mods certificados (o el primero) en tu ciudad. ¿Cómo, cuándo y por qué entraste en contacto con tu subcultura? ¿Y a qué edad firmaste?
Por Quadrophenia, como todo el mundo. Aunque los Kinks o The Who me gustaban desde la infancia, mi hermana tenía amigos que vivieron la época y le dejaban los discos. Posteriormente en mi etapa punk sentía predilección por The Jam o Secret Affair.
¿Formaste parte de algún otro culto antes de lo mod, o fue éste tu primer amor?
El Punk, pero creo que nunca he dejado de serlo; sólo va cambiando el envoltorio, nunca el espíritu.
¿Qué recuerdas del momento concreto en que pasaste a ser Uno de Ellos?
Iba con mis amigos punkies de toda la vida pero yo llevaba una parka, camisetas con dianas, nikis, desert boots....Nunca me integre en la tribu mod, contadas veces me junté con ellos, como en el concierto de The Specials en la Monumental y casi para de contar.
¿En qué situación recuerdas que se encontraba la subcultura, o la cultura del rock’n’roll, cuando tú te empezaste a sentir atraido por ella?
De puta pena, como siempre en Barcelona o en Catalunya o en España, el Rock “Penínsular” sea del tipo que sea es completamente intrascedente dentro del Rock, que es algo casi estrictamente anglosajón. De acuerdo que me lo pasé bien, disfruté con grupos de aquí, pero porque lo bueno de fuera venía con cuentagotas.
¿Cuál era la reacción de la gente corriente a tu imagen? ¿Violencia, pitorreo, asombro, admiración...?
Había y hay que ser idiota para sentir asombro o admiración por un mod. Recuerdo un concierto de The Police (ya me vale) en Mayo de 1980 en que llevaba la parka y mucha gente sintió curiosidad o le hizo gracia. Yo trabajaba en una oficina y resultaba bastante cómoda mi imagen, la gente me veía “modosito”. Posteriormente la tónica general ante el “movimiento mod” fue de pitorreo total y aún lo es.
¿Existían, según lo recuerdas, enemistades entre las distintas bandas juveniles?
Entre grupos de gente “politizada” sí, sobre todo en los 70’ pero no entre bandas. En los 80’s sí me constan peleas entre punks, mods, skins, pero como dije antes nunca me gustaron los grupos numerosos.
¿Se diferenciaba mucho el ambiente mod de extrarradio del urbano?
Supongo, bueno, yo conocía sólo mods de Barcelona....
¿Cuándo y cómo recuerdas empezar a sentirte acompañado? Es decir: ¿Cuando empezaron a afiliarse nuevos miembros a tu club? ¿Quiénes eran?
Bueno, recuerdo a Joaquín Felipe y unos colegas suyos, Eduardo, buena gente pero no fui mucho con ellos.
¿Puedes definirnos tu look en tu época de mod primerizo?
Fred Perry (o pseudos, la pasta no daba para mucho), Levis de botones, gabardinas, parka, desert boots, la casa Pielsa tenía un diseño cojonudo, lo malo que a la segunda borrachera se me rompieron, se abrieron completamente por delante y nunca me pille unas Clarks.
¿Cuáles eran tus pasiones entonces? ¿Qué discos te chiflaban?
¿Mis pasiones? ¡A los 17 o 18 años!... Las pajas, como a todo el mundo, la música, la cerveza, los conciertos y, a ratos, la lectura.
¿Bailábais?
Yo solo recuerdo haber bailado pogo y “lentorros” en las fiestas.
¿Habían muchas chicas, o lo recuerdas como un entorno más bien masculino?
Completamente masculino, después aparecieron chicas pero yo ya no estaba... Prefiero omitir opiniones o puedo poner de manifiesto una misoginia visceral.
¿Todavía te sientes mod? Si la respuesta es no: ¿Por qué te distanciaste de tu subcultura?
Bueno, supongo que me sentí mod en algún momento, luego me distancié porque en el fondo era un puro y ridículo anacronismo y lo sigue siendo. Me gusta mucho más el surf , rockabilly y algunas bandas punks o hardcore al que aún le veo en muchos casos un “sutil” espíritu rebelde. Llegó un momento que los mods se cansaron de que se pitorrearan de ellos y se pusieron violentos, lo que aún daba más risa. Lo importante creo que es tener un toque personal en la vestimenta. ¿Sabes? Hasta hace unos años había una cosa que se llamaba “servicio militar” o “mili”; tras 18 meses de vestir de verde le cogí bastante tirria a color verde de las parkas y a los uniformes en general.
¿Qué piensas de las generaciones que han continuado la tradición en las décadas posteriores?
Hace poco ví en un pueblo turístico un señor de unos 60 y pico años, parecía inglés por la colonia británica que hay en la zona, con una camiseta de los Who, ese hombre estoy seguro que me hubiera deleitado con mil historias de su época... El revival mod del 79 me parece algo absolutamente prescindible. Los Jam siempre dijeron que eran punks, siempre negaron ser mods. Recuerdo bandas horrendas, creo que se salvaban Telegrama y posteriormente Los Canguros, quizás también los Agentes Secretos de Málaga, y para de contar.
(Haber encontrado a Pere Llorens es el equivalente en subcultura de haber topado con un pedrusco extraviado de Stonehenge, o un fragmento arrancado de la Piedra Rosetta. Pues Joan Pere Llorens es el mismo hombre que (el mil veces mencionado en conversaciones tribales y batallitas sobre el culto mod) Pedrito Mod. Certificado y autentificado por los modernistas inmediatamente posteriores como el Primer Mod de Barcelona, y el primer terrícola vivo al que vieron deambular por la calle con parka y pisamierdas. La Escuela Moderna se enorgullece de presentar este cuestionario exclusivo e inaudito -pues JP no había sido entrevistado antes- con el über-pionero de los mods de la Ciutat Condal. La foto playera está fechada en 1980. Casi nada.)
19 de febr. 2010
Bill Withers: Un soulman con freno y marcha atrás
Quisiera presentarles a todos ustedes al perfecto opuesto de Rick James. El anti-Jagger. Una estrella a regañadientes que se negó a convertirse en Supernova del soul y, efectuando un giro en U prácticamente inaudito en la historia de la música, interrumpió su carrera para volver con su familia y amigos. Bill Withers, como el astronauta que primero se arranca el casco para comprobar si la atmósfera es respirable, demostró que algo así puede hacerse. Es más: que es recomendable hacerlo. Por supuesto, ese frenazo por sí solo no explica su grandeza. La negación a participar en el Pan y Circo sólo se transforma en glorioso acto de dignidad cuando has sido invitado a él; rechazar venderte cuando nadie te compraría ni de rebajas no tiene mérito alguno. Pero una vez sentado en la mesa de los vencedores, ponerte en pie y, sin mediar palabra, largarte... Eso requiere mucha fuerza de voluntad. Y decencia. Y alma.
Withers nació en 1938 en SlabFork (Virginia), que es como decir Ninguna Parte. Un chico tartamudo y asmático que -gracias a la influencia de su abuela, inmortalizada en “Grandma’s hands”- logró superar su dolencia y entrar a trabajar para las fuerzas aéreas. “Una vez un profesor me llamó minusválido”, declararía en el documental sobre su vida, Still Bill. “No me gustó esa palabra (...) El ser etiquetado como “minusválido” me provocó una crisis de confianza. Sólo quería irme y volver a empezar con gente nueva. La Marina, a los 17 años, parecía un buen sitio a donde ir”. Withers pasó nueve años enrolado en la Armada, y unos cuantos más instalando lavabos en aviones para compañías aéreas. Fue allí, cantándose a sí mismo, cuando empezó a componer canciones (“Use me” o la mencionada “Grandma’s hands” datan de esa época). Withers afirmaría años después que “había vivido una gran parte de mi vida antes de entrar en el mundo de la música”, que su carácter adulto y círculo de amistades estaban ya formados para cuando le llegó la fama. Y eso fue su salvación.
Sea como fuere, lo cierto es que Withers estaba aún colocando letrinas, silbando feliz, cuando Sussex le produjo su álbum de debut Just as I am (1971). El hit del disco, “Ain’t no sunshine”, ascendió imparable hasta el #3 de las listas americanas -ganando un Grammy a Mejor Canción de R&B- mientras su autor vegetaba en la oficina del paro. Withers, que no tuvo guitarra propia hasta 1970, y que jamás había tocado en directo, se vió de repente debutando para 5000 personas; siendo invitado al Zaire ’74 para tocar con James Brown; tuteándose con Muhammad Ali; apareciendo en The Johnny Carsons Show. De aquellos años diría: “Una nueva palabra entró en mi vida: Guapo. Parece ser que te vuelves hermoso de golpe cuando tienes un hit”. Su fama cobraría el impulso definitivo con el segundo álbum para Sussex, Still Bill (1972). El álbum saldría disparado como un misil hasta el #1 de las listas de R&B, y dos de los singles extraídos, “Lean on me” y “Use me” llegarían al #1 y #2 respectivamente de las listas pop. Esto es, sin duda, el vórtice de popularidad de Withers, pero también el inicio de sus dudas. Enfrentado a la purpurina y la cocaína, el músico empieza a plantearse si, realmente, todo esto compensa. “Me interesaba mucho ver si podía continuar en este negocio sin participar para nada en el juego de la fama”, declararía en Still Bill. “Pero no me salió muy bien. El juego de la fama me pegó una buena paliza”.
Terminada su etapa Sussex (con el imprescincible +Justments de 1974), Withers ficha para Columbia, que intenta -sin éxito- convertirle en una aerodinámica estrella de smooth soul fardapaquetesco. “Al explorar tus sentimientos y vulnerabilidades,” confesaría luego, “tus virtudes y defectos... Llevas encima la carga de tratar de encontrar esas emociones. Pero entonces llega una pandilla de A&R para decirte qué hacer, con todas sus sugerencias estúpidas (...) Según iba respondiendo a cosas así, mi parte simple, emocional, vulnerable, iba quedando... pulverizada”.
Uno sólo tiene que ver filmaciones en directo de Bill Withers entre 1975 y 1985 para ver a un sujeto que, disco a disco, se siente cada vez menos confortable en su propia piel. En cuanto a prueba gráfica no hay mejor material que los (tragicómicos) videos en You Tube de sus últimas actuaciones: tanto en “Just the two of us” (dueto-hit tardío junto a Grover Washington Jr.) como “A Lovely day” (un remix del tema le había llevado al #4 en UK el año 1988), el performer es un señor al que han arrancado a rastras de su casa, donde estaba en batín jugando al caballito con su progenie. Un tipo que hacía unos instantes era feliz tomando unas birras en el porche, y a quien ahora, estático como una escoba y dando tímidos un-dos de pato mareado, se le ve francamente disgustado por su presente situación.
Bill Withers grabaría 5 álbumes -que van de lo sublime a lo dignísimo- en Columbia, pero para 1985, casado y con dos niños, su santa paciencia estaba a punto de agotarse. Y a partir de 1988, como un Keyser Sözé de buen rollo, se esfumó sin decir adiós. Sabemos todo esto gracias al documental Still Bill, que recientemente logró arrojar algo de luz a la desaparición más sonada del soul. Gracias a él sabemos que Withers no se arrepiente de nada, que es feliz pantufleando y barbacoando como una persona corriente y que ni loco se plantearía volver al negocio musical. “La gente me pregunta eso a menudo” afirma en el filme. “¿Cómo pudiste dejarlo?” Para mí no se trataba de dejar nada, sino de hacer otra cosa. Me gusta la música, pero no voy a dedicarme de lleno a ella. ¿Sabes lo infeliz que serías si pensases que no eres lo que deberías ser? Empecé mi vida así, y no quiero acabarla igual”.
Casa de citas
“Mi verdadera vida transcurrió cuando sólo era un currante. Sólo un marinero, sólo un mecánico. La auténtica medida de cualquier grupo de personas es cómo son los que sólo son personas”.
“(Cuando empecé a darme a conocer en la música) ya tenía unos 32 años. Me llamaron la mayoría de discográficas, pero no querían algo tranquilo. Tenían el síndrome R&B, querían trompetas, tres chavalas y un traje lamé dorado. A mí, la verdad, eso no me iba. Así que pensé: “Si no me dejan hacerlo como yo quiero, tengo un buen trabajo haciendo lavabos; no os necesito, tíos”.
“Una de las cosas que siempre les digo a mis hijos es: “Está bien dirigirse hacia lo “fantástico”, pero de camino hay que pasar por el “no está mal”. Y cuando llegues a “no está mal”, echa un vistazo y acostúmbrate, porque a lo mejor eso es lo más lejos que vas a llegar”.
“La mayoría de la gente no sabe o no le importa quién eres. Creo que soy como los peniques; los tienes en el bolsillo pero no recuerdas que están ahí. Nadie sabe quién soy. A veces digo quién soy y no me creen. También hay gente que no lo sabe, nunca lo supo y nunca le importó. No trabajo ese circuito en el que le recuerdas continuamente a la gente quién eres”.
“No tengo la personalidad necesaria para ser un artista”.
(Todas las frases de Bill Withers en el documental Still Bill)
“Forget their plans / And their demands / Bill Withers was good to me / Pretend I’m Bill and lean on me”
“Plan B”, Dexy’s Midnight Runners
La canción
“Ain’t no sunshine” (de Just as I am, Sussex 1971)
Lo explicaba así el autor, hablando de sus inicios en Columbia: “Entras, tocas algo y (los A&R) te dicen: “¿Dónde están los metales? Has de poner algo de metales ahí. ¿Cuánto dura la intro?” Pero mi primer éxito fue “Ain’t No Sunshine”; sin intro, ni nada. Si nadie te impone sus reglas, puedes hacer una canción sin intro”. “Ain’t no sunshine” es la típica del músico y, aunque no es mi favorita, se hace casi obligado hablar de ella. Ésta, como afirma Withers, es una canción poco convencional: empieza sin intro (así, con la voz, a la brava), y en lugar del primer estribillo dice “I know” cuatrocientas mil veces. Pero a la vez, su simple tonada y aire quejumbroso la hacen una de las canciones más pegadizas (y versioneadas) de la historia. Véanla en directo en el Old Grey Whistle Test inglés de 1972 (via You Tube) y abrácense fuerte a sus seres queridos.
3 discos
Still Bill (Sussex, 1972)
El mejor disco de Withers. Si sólo van a adquirir uno, que sea éste. Ejemplifica la típica dicotomía del compositor. La mitad del disco está compuesto por esos temas de folk witheriano con tan poco (aparente) bagaje R&B, en la onda del primer Terry Callier. Un ejemplo claro es su gran hitazo, aquí incluido: “Lean on me”. Una cosa que es medio folk catequista (no es casualidad que sea un clásico de colonias de verano), medio AOP de Laurel Canyon; pero en guay. La otra mitad del disco está hecho de soul con calentón similar al Curtis del Roots: “Kissing my love” (no se pierdan la versión brutota de Spanky Wilson, favorita de DJs), “Use me” o “Who is he and what is he to you?” (una especie del “Y cómo es él” de José Luís Perales, pero en funk vasilón).
+Justments (Sussex, 74)
El tercero. De buenas a primeras parece un álbum inferior a los anteriores, pero -como suele suceder con los mejores discos- gana con cada escucha. De nuevo, tiene el lado soul chasqueadedos (“You” es un nuevo “Use me”;“Stories” un nuevo “Who is he...”), y el lado emotivo, deep, desnudo: “Made me laugh” es como una piedra rosetta de donde podría haber salido todo el Confessions of a Pop group de The Style Council, todas las canciones gospel de The Housemartins, medio Astral Weeks de Van Morrison. El disco culmina con una narración spoken word-funk de casi siete minutos con tema ferroviario, “Railroad man”, que es acojonante.
Menagerie (Columbia, 1977)
Es un poco injusto dejar fuera el debut Just as I am, pero no quería incluir sólo la etapa Sussex. Digamos que, junto a aquel, Menagerie es el cuarto LP de Withers que necesitan. Un disco muy de su tiempo, con las inevitables incursiones en la música disco (“She wants to (get down)”) y el funkarrón late-70’s (“Lovely night for dancing”), y un par que aún no he decidido si son, o no, una basura: “Tender things” y “I want to spend the night”, ambas sexy-patilleras con saxo Frankie-Valli-en-el-Copa. El SUPERHIT, sin embargo, es “A Lovely day”: uno de los grandes himnos al optimismo y el buen humor matutino del siglo XX, y uno de mis infalibles elevadores emocionales. Una canción tan hermosa, animosa y llena de ilusión, que es imposible jorobarla (y mira que lo han intentado veces).
Cronologia
Nace el 4 de julio de 1938.
Debuta con Just as I am (Sussex, 71) a la insólita edad de 32 años.
En 1972 gana el Grammy a la mejor canción de R&B por “Ain’t no sunshine”.
Graba su segundo disco Still Bill (Sussex, 72). “Lean on me”, extraida del álbum, llega el 8 de julio de 1972 al #1 de las listas americanas.
El 30 de noviembre de 1972 aparece su disco en directo, Bill Withers Live at the Carnegie Hall (Sussex, 72).
Se casa con la actriz Denise Richards en 1973, para divorciarse al año.
Graba +Justments (Sussex, 74) y abandona el sello por disputas legales.
En octubre del mismo año es invitado a tocar en el macroconcierto africano Zaire’74, al lado de James Brown, BB King y los Spinners.
Ficha por Columbia en 1975, donde sacará un LP anual: Making music, making friends (1975), Naked & Warm (1976), Menagerie (1977) y ‘Bout love (1978).
Se casa con su actual mujer, Marcia Johnson, y tiene dos hijos: Kori y Todd.
En Junio de 1980 obtiene un nuevo hit con “Just the two of us”, una colaboración con Grover Washington Jr. La canción obtiene un Grammy en 1982.
Una remezcla de “Lovely day”, originalmente grabada en 1977, le lleva en 1988 al #4 de las listas inglesas. Sale en Top of the Pops el mismo año.
El año siguiente abandona el negocio musical, para aparecer sólo en contadas ocasiones en álbumes ajenos.
Still Bill: El documental, el hombre
La película de Alex Vlack & Damani Baker es a Bill Withers y el soul lo que The filth & the fury a los Sex Pistols y el punk. Un documento definitivo, y una obra de arte en sí misma (como corroboraron los espectadores y el jurado del festival de documentales musicales In-Edit 2009, donde fue escogida Mejor Película). En Still Bill vemos a Withers llorar cuatro o cinco veces; el tío es una fuente. Cuando habla del tartamudeo que padecía a los veinte, y acude a un grupo de terapia de tartamudos, y rememorar su pasado: Zas. Lágrimas. Cuando su hija le presenta una canción que ha compuesto recientemente: Zas. Lagrimones. Lo curioso de esto es que en ningún momento es patético; todo lo contrario: es algo inmensamente inspirador y bello.
En otras ocasiones, el documental es algo así como la escena del mercado cockney que hay en todas las películas musicales inglesas de los 60, con el protagonista saludando a la lechera, el cartero y dando palmaditas a los perros al pasar. La diferencia es que, en el filme, nada es impostado: He aquí a Bill Withers regresando a su pueblo y dándose una vueltecita con el alcalde. Le conoce y celebra todo el mundo (o sea: los cuatro habitantes y el gato que aún no se han decidido a emigrar), mientras Withers duda entre sentirse incómodo o halagado. En una escena posterior, reunido para tomar el té con unos antiguos amigos de la Navy, puede verse aún mejor cual es el papel de Withers en estos grupos de afinidad: es El Famoso de la Panda, sin duda, pero a la vez alguien reverenciado y respetado. Y especialmente, aún considerado Persona Normal.
La conclusión inevitable que se extrae de Still Bill es que esto, todo esto, es ser Un Hombre: coraje y lágrimas. Valor y pena. Familia y amigos. Auto-superación ante el traspiés, altísima dignidad, inmenso amor. No falsa rebeldía ni autodestrucción inútil ni proclamas infantiles, no caprichos de pubescente consentido, no pataletas de niña mimada del rock. No: Ser un hombre es esto, exactamente.
Kiko Amat
(Artículo publicado originalmente en la revista Rockdelux #280 de enero del 2010)
Y vio Dios que Crumb era bueno
Qué loco estaba Dios. Qué cuadro de psicopatía esquizoide, el suyo. Aquellos que pasamos las infancias en escuelas católicas, temblando en los urinarios con las rodillas frías, acosados por curas de inaudita procedencia (Navarra, básicamente) y aguardando acongojados la última invención de tortura psicológico-cristiana, nunca hemos conseguido olvidar a Dios. Pues, como aprendimos pacientemente a lo largo de aquella desorbitante multitud de horas de Religión: Don’t mess with God. Suena a canción de las Marvelettes, pero es cierto: Cuidado con Dios, que no se anda con chiquitas. Porque el Dios que nos enseñaron en EGB no era el hippie bondadoso y parabólico con cara de Pablo Abraira de los pósters 70’s, aquel manso mesías en Birkenstocks que andaba por Galilea deshaciendo entuertos y ensanchando piscifactorías. No, se trataba de su Señor Padre: el Dios de los Judíos, el Dios del Pueblo Escogido, un anciano con una mala leche de talla bíblica, si me permiten el chiste.
Por lo que parecía enseñar el Antiguo Testamento, Dios era un auténtico cabrón: errático, malhumorado, cambiante y caprichoso, vengativo y autoritario (qué coño: tiránico), poseedor de un enfermizo sentido del humor, inclinado hacia el favoritismo y el reparto ladeado de enchufes, críptico, malévolo y belicoso a matar. Un mafiosi cano con pinta de rabino avant la lettre (o así le pintó todo el mundo desde el principio de los tiempos) con el que mejor no jugar si uno amaba sus cosechas y progenie.
Todo esto, que por fin habíamos alcanzado a olvidar tras años de despertar sudando en mitad de la noche, nos lo vuelve a traer hoy el dibujante de cómics Robert Crumb con su libro Génesis. El Génesis, que no va del grupo de Phil Collins sino del primer libro de la Biblia, abarca desde el primer día de la creación del mundo hasta aquel embrollado capítulo de Dallas que era la historia de José y los egipcios. Este Génesis de Crumb “no deja nada fuera”, como advertía con candidez la edición americana del libro. Es decir, que el artista ha plasmado casi palabra por palabra el texto original del Rey Jaime. Esto, que se nos advierte también desde la introducción (“he preferido dejar la a veces enrevesada vaguedad del texto antes que trastear con un texto tan venerable”), no es tan buena idea como pudiera parecer. Para empezar, el Génesis es endiabladamente complicado -al menos en cuanto a cast- y cósmicamente pasado de moda en estilo y forma. A lo largo de la narración se suceden constantemente las repeticiones del modo más exasperante que puedan ustedes imaginar, que es este que les resumo aquí en forma de sencillo esquema:
Se desarrolla Acción 1 / Finaliza Acción 1 / Aparece Personaje Preguntón 1/ Protagonista de Acción 1 se convierte en narrador / Acción 1 es repetida oralmente en toda su extensión, viñeta a viñeta / Se desarrolla Acción 2 / Finaliza Acción 2 / Aparece Personaje Preguntón 2 / Protagonista de Acción 2 se convierte en narrador / Acción 2 es repetida oralmente en toda su extensión, viñeta a viñeta.
Y así hasta el desespero. Es como la máquina del movimiento perpetuo, pero en cómic y matándole a uno del aburrimento. Unan este venerable precursor del trainspotting a la manía por la enumeración compulsiva que parecían padecer los padres de la Biblia (me recuerdan a mi hijo, que recién ha aprendido a contar y se pasa el día agrupando cosas y numerándolas) y lo que tendrán al final es la mejor receta para el jaquecazo jamás inventada. Algunas páginas, por ejemplo en el capítulo 46, se dedican en-te-ra-men-te a establecer árboles genealógicos de semitas hirsutos que no forman para nada parte de la acción. Cada vez que el texto les advierta desde un cuadro inicial el comienzo “He aquí los nombres de...” ya pueden echarse a temblar; pues se avecina una ristra de nombres con sonoridad de corporación informática o automovilística (Janoc, Jesrom, Merari...) absolutamente prescindible a la hora de comprender la evolución de la historia. Visto así, en partes el Génesis es más un libro de contabilidad / natalidad israelita que una narración con la intención y orden que se le supone en el siglo XX, y como tal debe ser tomado; pero menudo peñazo, oigan.
Cuando esto no sucede, y la inventariación da paso a los tortazos, es innegable que el Génesis (y, por extensión, todo el A.T.) es un libro fascinante. Para empezar, ya lo dijimos, está la estrella: ese Dios enloquecido y acabronado por la soledad y la estupidez vivendi de su última creación, esa chapuza con uñas: El Hombre. Dios está de particular mal humor en este Génesis: Aquí se monta una putada completamente gratuita (lo de la torre de Babel y la súbita desorganización lingüística es mala baba porque sí), allá se autoerige un recordatorio anti-Alzheimer (el arco iris que se saca de la manga para recordar su pacto entre Él y “toda carne viviente” es una especie de nudito en el dedo, solo que a escala Godzilla), acullá hace aparecer del sombrero nuevas y delirantes cláusulas del mencionado pacto (la circuncisión), a ver si el hombre aguanta o le manda a freir espárragos, y más allá les da a todos y cada uno de los personajes los peores consejos jamás pronunciados. Estos consejos -verbalizados o interpretados así por el autoinducido deseo general de conseguir su favor- invariablemente terminan en terribles matanzas sectarias y genocidios (pobres Hititas, desgraciados Egipcios, ay madre los pueblos mesopotámicos), incesto, prostitución y estupro (ya te vale, Isaac), diluvios y plagas mil. No hará falta que les diga que esto es lo más divertido del texto, y uno de los motivos para releer el Génesis.
Otro de los motivos es la abundancia de nimios detalles que nuestros curitas olvidaron contarnos en EGB para proteger nuestras mentes núbiles, y que -ahora, desenterrada la chicha del asunto- nos dejan desorbitando los ojos página tras página. Para empezar, se habla de otros dioses y semidioses (¿Queeé?) y, justo cuando uno está a punto de reclamar que le den, por favor, el Génesis y no este libro de leyendas nibelungas, incluso gigantes y monstruitos lanudos. Échenle un vistazo al Capítulo 6 para más artúricos detalles. Si mezclan esto con las ya mencionadas sesiones de incesto padre-hijas, fornicio generalizado y desfile de nonagenarios sefardís lascivos (el pichabrava de Abraham se las trae), y también con instantáneas encantadoras de debilidad humana A.C. (como por ejemplo Noé completamente borracho y dando bandazos en pelotas por el desierto), notarán cómo crece calidamente en su interior una nueva simpatía hacia los primeros moradores de la Tierra. “Primeros” según el cristianismo, por supuesto; el resto del mundo ha oído hablar a estas alturas de ese pequeño detalle: Los Dinosaurios.
En todo esto no hemos hablado de Robert Crumb, quizás asumiendo -como sucede mismamente con el objeto de este artículo, el Génesis- que todos ustedes ya estaban suficientemente familiarizados con él. Robert Crumb, déjenme que se lo diga, es una de las personas más necesarias de esta época fané en la que vivimos. Crumb defiende la flaqueza, la naturalidad, el tropiezo y la honestidad, a la par que se manifiesta en favor de la tradición, la artesanía y el esfuerzo. Crumb, laureado dibujante ex-underground, celebrado creador del gato Fritz, de Mr. Natural y de mil millones de delirantes viñetas desde los 60’s hasta nuestros días (en los que ha alcanzado el estatus de clásico), es psicológicamente una suerte de Raskólnikov-Bandini, sólo que de nuestra era y hecho carne. Un misántropo cascarrabias, obsesivo-compulsivo, maníaco del detalle y enamorado de los discos de 75rpm de los 30’s y 40’s; alguien que, razonablemente, odia el mundo moderno y su digital circunstancia. Crumb es -¿Cómo se lo definiría yo?- como un Émile Armand, aunque fan de las Big Bands y el blues cretácico; como un Jonathan Swift -odiador de la muchedumbre pero defensor del individuo- criado en la psicodelia y la contracultura, y a la vez amamantado en los cómics clásicos de EC Segar, Gasoline Alley o la escudería Mad. Crumb es, en resumen, el perfecto antídoto contra la estupidez generalizada de estos tiempos, y asimismo la mente mejor amueblada del ejército de la razón. Gracias a Crumb, quizás saldremos victoriosos de esta batalla fraticida -que estamos perdiendo de forma lamentable, por cierto- contra la posmodernidad, la neutralidad, el arte serio, la alta cultura, la moda y el expresionismo abstracto. Dios (a la sazón starring e inspirador de su último trabajo) sabe que le necesitamos de nuestro lado.
Kiko Amat
Génesis
Robert Crumb
La Cúpula
211 págs.
(Artículo publicado originalmente en la revista Letras Libres #100, enero del 2010)
12 de febr. 2010
Yo Fui #1: Quique Gallart (Skatalà)
¿Dónde estabas tú en el 77?
En el 77 tenía entre 17-18 años y estaría a caballo entre el COU y el 1º curso de Ingenieros Industriales que nunca llegué a superar. También trabajaba de dependiente y auxiliar en una farmacia de Calafell. Hacía un año que había visitado unas 10 capitales europeas, incluida Londres, en las cuales no supe ver ningún resquicio del punk, a pesar de haberlas pateado de arriba abajo… En el plano personal, estaba integrado en lo que entonces se llamaba pasotas o freakies (por el cómic de Gilbert Shelton, no por los anormales que aparecen ahora por la tv), una especie de descreídos hedonistas, con cierta imagen post hippy pero con una actitud mucho más urbana y gamberra que abusábamos de todo y que musicalmente nos refugiábamos en la música de bandas como New York Dolls, Slade, Stooges, Velvet Underground, MC5 o Ramones.
Eres de los primeros skins certificados (o el primero) en tu ciudad. ¿Cómo, cuándo y por qué entraste en contacto con tu subcultura? ¿Y a qué edad firmaste?
El salto definitivo lo di en 1980, yo tenía 20-21 años y necesitaba alguna motivación para tirar adelante. La música de mediados de los 70 me había matado anímicamente y el mensaje catastrofista del No Future del punk y las depres de los bajones de anfetas, unido a la muerte de diversos colegas por abuso del jaco, estaban a punto de acabar conmigo. Y entonces apareció Jerry Dammers y sus Specials y aquello unido al viento fresco de los primeros discos de Oi! dio un giro a mi vida. Aquellas canciones me comunicaban temas que yo entendía, vivía y sufría y además eran interpretadas por gente de mi misma edad. Sólo faltó que conociese a François “Roudoudou”, un skin parisino, primo de un amigo mío para acabar de cerrar el círculo.
¿Formaste parte de algún otro culto antes del skin, o fue éste tu primer amor?
Puesto que a pesar de tener muchos puntos en común no me puedo considerar un skin de facto hasta los 20 años, es evidente que entre los 15 y los 19 fui dando tumbos como un poseso de un lado para otro intentando encontrar una identidad satisfactoria. Así pasé los últimos años de la dictadura y los primeros de la transición, entre el jazz y la contracultura, el rock urbano y el nihilismo o la nueva ola y el hedonismo sesentero, muchas veces mezclado, muchas otras revuelto pero nunca destacando como militante activo en ninguna de las facetas.
¿Qué recuerdas del momento concreto en que pasaste a ser Uno de Ellos?
No puedo decir que en mi caso existiese un momento concreto. Esto es una característica que se empieza a dar a partir de mediados de los noventa con la aparición de Internet. Entonces era impensable que alguien apareciese un sábado con un look determinado y al sábado siguiente convertido en un skin. Las cosas no funcionaban así y nadie lo hubiese tolerado tampoco.
¿En qué situación recuerdas que se encontraba la subcultura urbana, o la cultura rock’n’roll, cuando tú te empezaste a sentir atraído por ella?
Supongo que te refieres al momento en que yo empecé a moverme por ahí como un skin. En esos primeros 80s funcionaba a tope el “do it yourself”, el “búscate la vida”, la improvisación estaba al orden del día y la imaginación era mucho más fructífera que lo que parece ahora. Los fanzines se hacían con máquina de escribir o a mano, las ilustraciones se fotocopiaban, luego se recortaban y se pegaban y ya tenías la maqueta para empezar la edición. Todo era muy lento, las entrevistas se hacían por correo convencional, así que era corriente leer una entrevista a un grupo que hacía meses que había desaparecido. Algunos de esos fanzines eran “Vegetales Podridos”, “Último Grito”, “Destruye”, “Gritos de Unidad”,… Los grupos no tenían los conocimientos (ni los querían) que tienen ahora y la gran mayoría eran autodidactas. Los locales de ensayo eran tugurios infames y las salas no eran mucho mejores. De aquella época recuerdo el Década en la c/ Galileo de Sants, el Garage de San Ramón en la c/ Rius i Carrió de l’Hospitalet, el Texas (actual Sidecar) en la Pça Reial, El Lipstick (actual cine Verdi) en la c/ Verdi… Los grupos eran siempre de colegas, Kangrena, Clinic Humanoyds, Decibelios, 1984, Frenopaticss, Último Resorte, Attak… Los bares que iban los punks eran el Patatas (c/ dels Àngels), el Rivolta (c/ Hospital), el Bugui (c/ del Vidre), el Castañeira aka Moscas, aka Guarros, aka Joserdo (c/ de les Caputxes),… Los mods se movían por el Boira (c/ Amigó), el Bobbys (en la Diagonal), el Pabellón (Pg de Sant Joan) y sus grupos se limitaban a unos primerizos Brighton 64…
¿Cuál era la reacción de la gente corriente a tu imagen? ¿Violencia, pitorreo, asombro, admiración...?
Probablemente la reacción mayoritaria entre la gente “corriente” era una mezcla de asombro/rechazo al 50% que como puedes suponer te cargaba las pilas y la autoestima hasta unos niveles insospechados. Violencia y pitorreo, se daban en muy pocos casos y cuando tienes 20 años y eres el único skin de tu ciudad tienes que defenderte agresivamente para que la gente comprenda que vas en serio. Dado que mi actitud solía ser bastante desafiante, mucha gente se asustaba e incluso notaba cómo se cambiaban de acera a mi paso. Bien! Eso era lo que pretendía precisamente…
¿Existían, según lo recuerdas, enemistades entre las distintas bandas juveniles?
¡Jajajaja! Hubiera sido la bomba si, siendo el único skin en Barna, encima me hubiese liado a ostias con las otras peñas. De hecho estuve los primeros años (1979-1982) moviéndome entre las bandas de punks (Boliche, Pa, Damned, Poly, Cheity, Requiem, Dimoni, Panko, Xavi Shock,..) y mods (Ringo, Navarro, Patty, Juan Carlos, Jorge, Alex, Felipe, Karim..) del momento pues era la única manera de escuchar la música que me gustaba. A los punks les molaba el Oi! y a los mods la 2Tone y yo también me sentía a gusto entre dos aguas, la actitud del punk y el estilo de los mods. Ciertamente, había problemas cruzados esporádicamente, punks contra mods, heavies contra punks, rockers contra todos, pero también habían elementos significativos en cada uno de esos grupos que congeniaban sin problemas con las otras partes y afortunadamente habían (habíamos) evitado más de una pelea.
¿Se diferenciaba mucho el ambiente skin de extrarradio del urbano?
No por su inexistencia y el poco que apareció antes de la mitad de los 80s se desarrollaba bajo los mismos parámetros musicales, estéticos e ideológicos así que solíamos juntarnos sin ningún tipo de problemas. Con algunos de ellos seguimos manteniendo una buena amistad actualmente.
¿Cuándo y cómo recuerdas empezar a sentirte acompañado? Es decir: ¿Cuando empezaron a afiliarse nuevos miembros a tu club? ¿Quiénes eran?
A parte de François “Roudoudou” que solía pasar sus vacaciones en Catalunya, no entré en contacto con Fray hasta el otoño del 81 aunque se metió de lleno en poco tiempo. Después en el 82 aparecieron 3 adolescentes más, dos ingleses Patrick y Phil y un holandés Pit cuyos viejos vivían en Barna y también ese año se sumó el Martins (rip) de Camp de l’Arpa. A finales del 82, Juan Carlos “el Rana” se pasó de los mods a los skins y “el Vasco” (rip) hizo lo mismo desde los punks. El resto de los Decibelios no adoptaron esa imagen hasta mediados del 83 aunque creo que lo hicieron más impulsados por Fray que por su propio convencimiento. A partir de ahí, empezaron a desarrollarse los grupos de Sta Coloma ( Joanot y la peña de Olor Insoportable), de Nou Barris (el Skimet, el Fucker, el Sami, el Sapo) y de Gràcia (Jorgito y los hermanos Edgar y Roger) muy relacionados entre ellos. A finales del 84, la cosa ya empezó a expandirse por el resto del Estado.
¿Puedes definirnos tu look en tu época de skin primerizo?
Clásico Oi! de los 80s: cabeza rapada al uno, sin patillas, camiseta o Fred Perry por dentro del pantalón, tejano y descolorido con lejía y con el dobladillo enrollado por lo menos 4 dedos por encima del tobillo, los tirantes colgando a cada lado del pantalón, botas militares (las Martens llegaron después) y bomber de color kaki.
¿Cuáles eran tus pasiones entonces? ¿Qué discos te chiflaban?
Mis pasiones eran básicas, tanto que, en general, siguen siendo las mismas hoy en día: música, futbol, cerveza, tattoos, sexo, aunque con la edad he sumado también los viajes en moto, el termalismo y las excursiones por la montaña. Los discos que me volvían loco por esa época eran los de Cockney Rejects, Specials, Sham 69, Bad Manners, Business, Madness, Jam, The Beat, Stiff Little Fingers, Selecter, Angelic Upstarts,…
¿Bailábais?
Yo nunca he sido un bailarín y tengo que estar empapuzado para mover el esqueleto. Por desgracia, con el alcohol la coordinación no es que mejore mucho claro jaja De todas formas, en esa época, era habitual practicar pogos incluso al ritmo del ska de la 2Tone y yo siempre he huido de los pogos como de la peste. Por lo menos, a partir del tercer par de gafas que me rompieron “bailando”…
¿Había muchas chicas, o lo recuerdas como un entorno más bien masculino?
Está claro que cuando yo empecé no había ni una sola chica puesto que yo era el único tío que iba de ese palo. Después fueron apareciendo algunas con cuentagotas, la Vindi de Olor Insoportable en Sta Coloma, la Judit –mi compañera- en el Gòtic y así hasta una decena como mucho a mediados de los 80s. Desolador, de todas formas el panorama no era exclusivamente masculino pues entonces no estábamos tan encapsulados como ahora y solíamos entendernos con las chicas punks y mods que eran bastante más abundantes.
¿Todavía te sientes skin? Si la respuesta es no: ¿Por qué te distanciaste de tu subcultura?
Si, por supuesto, siempre me creí eso tan manido del “way of life” y siempre he intentado mantener el contacto con las nuevas generaciones que han ido surgiendo aunque no me siento parte de su escena. De alguna manera, mi participación activa en diversos proyectos me ha facilitado mucho mantenerme al día, por ejemplo haber sido cantante de Skatalà, haber colaborado y codirigido el skazine FBI, haber participado y codirigido el sello Sock It Records, haber sido socio durante años de la promotora Super Ska Shooter o mi etapa actual con la marca de camisetas Uptight.
¿Qué piensas de las generaciones que han continuado la tradición en las décadas posteriores?
Hace años que esto dejó de ser un movimiento musical, primero por culpa de la politización extrema que separó a la gente de los orígenes y después por el efecto rebote de ese distanciamiento. Entonces comenzó una búsqueda frenética y enfermiza de todo lo que se consideraba "auténtico y original", desembocando en un mercado falso y sobredimensionado, con unos precios abusivos muy poco característicos del espíritu de la working class... Parece ser que cuanto más malo es el single musicalmente hablando, más caro es en eBay y más auténtico el "skin" que lo posee. Esto hace que los que no se enteran de la música (la mayoría), se dediquen a ampliar sus armarios al mismo ritmo que Paris Hilton... Una pena, nunca pensé que el rollo skin llegara a convertirse en una moda tan banalizada. La generalización rompe los códigos y los vacía de contenido, es así como lo veo. El romanticismo ha desaparecido engullido por la globalización de la sociedad de consumo. Donde antes había actitud, ahora hay simple estilismo. Sé que hablo como un tío mayor pero es que soy un tío mayor, voy a por los 51 años y me duele la clonización actual. No me hice skin por ser igual que mis amigos, sino precisamente porque ninguno de ellos lo era. Antes nos ganábamos el respeto en la calle, día a día, la gente no estaba acostumbrada a ver tíos rapados y ya ni te hablo de los tattoos!! Ahora todo es una cuestión del dinero que tengas, muy penoso... En fin, lo que más pena me da es que, en parte, me siento responsable del auge de todos esos pseudoskins que corren por ahí aunque eso está muy lejos de lo que yo hubiera deseado... Francamente, salvando algunas honrosas excepciones, en general lo que más me recuerdan es a todos esos chavalitos monos de clase alta obsesionados por las marcas que ya odiaba desde que era joven...
(Quique Gallart es, por supuesto, el mítico -aunque bien real- Primer Skinhead de Barcelona, y fundador de los también míticos Skatalá. Uno pondría "mítico" en cada frase dedicada a él, así que mejor parar. También co-dirigió el seminal fanzine ska FBI y en la actualidad es co-propietario de la linea de camisetas Uptight 65)
Yo Fui el Primer... de Barcelona: una introducción
9 de febr. 2010
Hungry Beat are back in town
I aquest cop per quedar-s'hi, doncs a partir d'aquesta primera data, HUNGRY BEAT hi punxaràn una nit al mes.
La primera data d'aquesta nova temporada de residència serà aquest dissabte 13 de febrer, a les 21:00h. Hi punxarà tot l'equip en el seu classic line-up crucial (Jose González, Miguel López, Jordi "Castañazo" Geli i els germans Amat), i s'avisa que cauran floorshakers -en flamant vinil del segle XX- com aquests:
Zounds Can't cheat karma
The Times Looking at the world through dark shades
Death Politicians in my eyes
The Aquarium Battle of the bands
Trotsky Icepick Yolanda won't you give me a job
The Original Sins Coca-Cola
Joe Meek Captain Sensible
Shut up The Stranglers
I promise you Fat Tulips
Let's start a riot Cheap Red
All my life The Point
Dreaming of Lily The How
Attack The Toys
Never The Meanies,
Lost Cause Cosmic Psychos
Surfin' in my face Hard-ons
My Pal God
Silverback Bakelite Age
Electrophonic tonic Bored!
The Nips Gabrielle
The Fleshtones Armed and dangerous
Legal Weapon Pow Pow
The Milkshakes Love can lose
Purple Hearts Millions like us
Pagans Don’t leave me alone
The Crack You keep running
The Business Mouth and trousers
Swell Maps BLAM!
Sex Clark Five Sarajevo
Bill Withers A lovely day
Millie Jackson Don’t send nobody else
Vivian Girls Where do you run to
The Soft Boys There’s nobody like you
Charades Revolución solar
Per la propera data de Hungry Beat a l'Helio (al març), l'equip de HB es complau en anunciar que cel·lebrarà un Pop Quiz a la anglesa, amb grans preguntes sobre cultura popular i millors sorpreses i regals. Els equips que vulguin inscriure-s'hi poden contactar amb la organització a laescuelamoderna@gmail.com Es demana que els equips no superin els 4 membres i que, per l'amor de Déu, tinguin noms memorables.Us hi esperem.
Salut,
Hungry Beat
2 de febr. 2010
Jacuzzi Boys "No seasons"
Me gusta el garajillo desacomplejado, qué puedo hacerle. Soy así de simplón. Pim, pam. WYSIWYG. Lo que ves es lo que hay. Y no le pido peras al olmo.En eso estoy totalmente de acuerdo con lo que decía Ian Svenonius en una entrevista reciente. Decía el amigo que el problema con la música es la “importancia” que se le da a la misma, el hecho de que la gente la conciba de esa manera histórica y sofisticada, pensando en su lugar en la historia. Y seguía: “Esa narrativa del rock y la importancia de ciertas personas y su lugar en la historia, eso son sandeces. Es como si dijéramos: “Oh, que plato de espagueti tan importante cocinó ese tío”. En cuanto la gente deje de pensar de esa manera, entonces tal vez se pueda hacer buena música”.
Por eso, y por más cosas, me gusta No Seasons, el primer elepé de estos chicos de Miami que un día decidieron bautizarse con un nombre más propio de una estrella del ítalodisco.
Y no es sólo que me guste, sinó que es de esos discos que he estado esperando, con anticipación, como cuando tenía 20 añitos. Y es esa una sensación que todavía disfruto, sobretodo porque cada vez la siento más ocasionalmente habiendo tan pocos grupos actuales a los que siga con interés. De hecho podría contar con los dedos de dos manos los grupos de ahora que me excitan el fistro sexual. Leer una lista de lo mejor del 2009 (o, pa’l caso, de la década) no hace sino provocarme los más sonoros y desentumecentes bostezos.
(Ojo, aquí empieza una reflexión personal) Quizás sea que me estoy haciendo mayor y he perdido (un poco) la capacidad de emocionarme con la música. Ya lo sé, es triste sentirse viejo cuando aún no lo eres, pero que quereis que os diga, es que a veces me siento como debía hacerlo mi abuelo cuando, en las comidas familiares, él se dedicaba a sorber su sopa en silencio mientras sus nietos nos enfrascábamos en la enésima tertulia sobre discos o pelis de la más rrrrabiosa actualidad. Miro a mi alrededor y la gente habla de grupos que, o no conozco, o no me importan, o me gustaría ver en el cadalso. Hostia, me siento como cuando estás en la estación y el tren no para porque no admite pasaje… ¡shiiiiiiiiiiuuuuuuuu! Y tol pelo p’atrás. (Y aquí se acaba)
Y cómo se ha hecho esperar este disco tan grandote, que aparece después de un puñado de brillantes y pequeñajos siete pulgadas, algunos de los cuales ya empiezan a cotizar en bolsa, y que he ido siguiendo como si fueran las migas de Hansel y Gretel. Primero fue “Ghost Ghost”, luego “I Fought a Crocodile”, más tarde el split single con Woven Bones y finalmente el estupendo “Island Ave”, que nunca falta en mi maleta de discos.
Pero la espera acabó y ya lo tengo aquí, en mis manos. Y os puedo decir que no me ha decepcionado. Quizás tenga alguna quisquillosa consideración al respecto (como que no hayan incluído “Ghost ghost” en el disco o que hayan metido “Island avenue” que ya tengo en vinilo) pero no dejan de ser cosas muy subjetivas. Con No Seasons Jacuzzi Boys se sacuden definitivamente el sambenito de “alumnos de Black Lips” que les habían colgado y emprenden su camino con paso firme.
Ya hace un mes que lo tengo y No Seasons ha estado en mi plato on heavy rotation.
Quizás sea por el puñado de hits que contiene, o por que me divierten algunas de sus letras más estúpidas y desacomplejadas (”Fruits” dice, mientras suena un badajo, “Tengo todos mis frutos aquí para ti, rojos, verdes, naranja, amarillos e incluso alguno azul”), o por el aire ramoniano que desprende “Smells dead”… todo en este disco, con su sonido de cacharroso garaje stoniano pasado por el cedazo de la contemporaneidad más fresca, me retrotrae a una época en que la música era más inocente y, porque no decirlo, más excitante y divertida. Todo de cara a barraca y sin pose arty ni nada (por eso no vais a ver la crítica de este disco en ninguna revista guais).
En suma, que si algo de lo que os he dicho tiene algo de sentido para vosotros, sabreis que hacer si veis este disco en alguna tienda. Fijaros bien: es rosita y tiene en la portada un dibujo a lápiz en el que se pueden apreciar muchas cosas: un tío desnudo tocándole las tetas a una tía, una fábrica, unas palmeras, un flotador, una cobra, una botella de vino y una tortuga. Lo cojeis, os lo poneis bajo el brazo, canjeais vuestro dinero por él en una suerte de transubstanciación misteriosa, os lo llevais a casa… ¡y a disfrutar que son dos días! Y si no lo encontrais, lo pedís, leñe.
Uri Amat
(Reseña publicada en Absolutzine)