Roger Eagle Un homenaje al apasionado discjockey, manager y promotor británico cuando se cumplen diez años de su muerte
Son santos modernos. Son héroes y pioneros, aunque nadie les recuerde. Son todas aquellas personas que, sin esperar nada a cambio, nos enseñaron la verdad musical. Nos abrieron la puerta a un mundo de discos gloriosos que cambiarían nuestra vida para siempre. Nos dieron una educación alternativa. Santos modernos; cada uno tiene los suyos, y de nada serviría que les mentara mi santoral particular: Víctor López, Agustí Estrada, Pol Malone, David Christian. Para ustedes son sólo nombres. Pero son estos héroes anónimos, la gente que pasó su vida grabando cintas, pinchando en bares, recibiendo a teenagers en sus casas con el único fin de enseñar y compartir, los que han inspirado a generación tras generación. Nada se explica sin estos curators del pop excepcional. En Inglaterra, pocas cosas se explican sin Roger Eagle.
Epifania 1
Roger Eagle es una especie de Forrest Gump de los discos bonitos, y no me refiero por lelo. Lo que pasa es que el hombre estuvo en varios vórtices de erupción pop maravillosa, creando la acción. Aquel tipo alto como un pino, “con más pinta de teddy boy que de mod”, entró por azar a pinchar en el Twisted Wheel de Manchester en 1964. Como les veo de pie y no de rodillas habré de asumir que no han oido ustedes hablar del Twisted Wheel. Veamos: el TW era el club más mítico de Inglaterra. Todo, o sea, todo lo que implica cultura de club y apreciación de la música negra viene por él. Aquel antro en donde se pinchaba beat cambió radicalmente en el instante en que dejaron entrar a Eagle a la cabina con su maleta llena de música negra: R&B, soul, jazz, blues. Ray Charles, Coasters, Sugar Pie DeSanto, Bo Diddley, Stax y Motown. De cara a éstos, su pasión era evangélica; su dedicación, total.
Y allí empieza todo: una generación entera de fanáticos recibiendo su bautizo de fuego en la pista. Durante cuatro años, Eagle fue el embajador del R&B en Inglaterra. Y no solo pinchaba: también editaba la primera revista dedicada exclusivamente a aquel sonido: The R&B Scene. Por supuesto, aquellos discos mágicos fertilizarían a una generación de mods maníacos, de los que saldrían mil bandas igualmente maníacas de R&B inglés, de donde saldrían a su vez los músicos blancos más importantes del mundo. Todos ellos admiten (de Eric Burdon a Clapton, incluso -ugh- Elton John) que la reputación del club era única, el examen definitivo: si te aceptaba la audiencia del TW (evangelizada por Eagle) ya eras un músico de R&B. Sin Eagle no se explican los Rolling Stones, ni el Northern Soul (ni todos los cultos dance posteriores, house incluido), ni siquiera Led Zeppelin. La bola de nieve empezó a rodar por la pasión de aquel tipo anónimo enamorado de sus discos.
Epifanias 2 y 3
¿Y qué pasa si les importa un rábano la música negra? Pues que tendré que lanzarles dos puñetazos extra de dañina razón. Como todo héroe moderno, Eagle nunca dejó de moverse. En 1968, y tras empezar a desilusionarse con la creciente estrechez de miras de los soul fans, Eagle abrió The Magic Village (en Manchester) para traer a tocar a a los mejores grupos underground: Jethro Tull, Pink Floyd, Ten Years After, Joe Cocker, etc. Él levantó, armado únicamente de energía inagotable y dedicación ilimitada, el rollo psicodélico-freakie norteño.
Como Eagle no tenía suficiente con haber sido catalizador de dos de las escenas más importantes del mundo, nuestro hombre fue también padrino del punk y el indie. En 1976, Eagle fundó Eric’s, en Liverpool. Como sigo sin verles de rodillas, voy a tener que contarles que una nueva generación fue iluminada allí, y que sin Eric’s y su política musical no existirían Julian Cope o Teardrop Explodes, Deaf School, OMD, Echo & The Bunnymen, Wah! y tantos otros. Todos ellos pasaron media vida en el club (viendo tocar a Ramones, Buzzcocks, Clash) y la otra media en la salita de estar de Eagle, sentados con la boca abierta mientras un señor malhumorado y con ojos de orate les ponía disco tras disco de dub surreal, jazz furioso y rockabilly loco.
Todos utilizan ahora las mismas palabras a la hora de hablar de él: “una inspiración” y “una educación alternativa”. Sin Eagle no existirían Ocean Rain ni Fried. Eagle era el hombre que, según Jeff Barrett (Heavenly Records) “provocaba que pasaran cosas”. El Origen de las Especies.
¡Sombreros fuera!
Roger Eagle murió el 4 de mayo de 1999. Barrett y Heavenly inauguraron en abril del 2009 un tributo descargable en su web (Caught by the river) por el que pasaron mil lumbreras del pop: Bill Drummond, Ian Broudie, Kevin Pearce, Dave Balfe (ex-Bunnymen y dueño de Food Records) y más. Si quieren leer el catecismo de Eagle, si quieren aprender que Otis murió por nuestros pecados, que “el jazz negro americano es el sonido de la supervivencia humana”, que la música grandiosa debe estar basada en “brutalidad, religión y un ritmo bailable” vayan allí. Y descúbranse, hagan el favor.
Kiko Amat
http://caughtbytheriver.net/2009/04/remember-roger-eagle/
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 03 de julio del 2009; las ilustraciones originales del tributo son de Kavel Rafferty)