5 de jul. 2005

La bofetada antiliteraria

Antiliteratura Arte y narrativa unidos en un festival que es un ariete contra la concepción clásica de la literatura

“Tengo un rebote muy grande contra la literatura española”, me dice el hombre enfadado. “Una literatura que parece escrita en una lengua muerta y que no ha cambiado desde el siglo XVIII”.
Estoy sentado en una terraza de la calle Hospital, viendo caer mi mandíbula a cámara lenta mientras me habla un hombre enfadado con el clasicismo de algunas formas culturales de la península. Es obvio que este hombre siente la necesidad constante de, como decía Amis en su crítica despedazadora del Hannibal de Thomas Harris, “desenvainar la pluma y blandirla al sol para que lance destellos cegadores”. El hombre enfadado en cuestión se llama Javier Montero, y es el artífice del Festival Antiliteratura, unas jornadas de arte y literatura enmarcadas en el año del libro. Sólo la entrevista a Montero daría para llenar diez artículos como éste (verán un fragmento de ella un poco más abajo) pero de momento que les quede claro que acaban de salir las plumas justicieras, y sus destellos serán sin duda cegadores. Mejor que nos pongamos todos las gafas de sol.

La situación
El festival Antiliteratura (cuya intención es, según el programa, “poner la literatura contra las cuerdas”) se celebra del martes 14 al viernes 17 en la sala La Capella de la calle Hospital, en pleno centro de Barcelona, en pleno Sónar Festival. Eso significa que, según va avanzando el festival, la atmosfera circundante se asemeja paulatinamente a La invasión de los ultracuerpos; los aliens se van reproduciendo hasta que al final la minoría no contaminada tiene que huir o enfrentarse a ellos en desigual lid. Cuando llega el viernes, la imagen del centro de la ciudad es una de aquellas caricaturas del lumpen que aparecían en el semanario victoriano Punch: cientos de vagabundos de ojos hundidos realizando intercambios dudosos. Sólo que los asistentes al Sónar no pertenecen al lumpen; más bien lo contrario. Quien llena las salas del Sónar es el raver europeo de clase media, dispuesto a arrastrar sus sandalias al ritmo de cualquier umba-umba que le dé la categoría de hipster que anhela.
Me disculparán los meandros que acabo de tomar, pero tenía que situarles para que comprendieran el Beirut que he vivido. Cada día que bajé en Vespa por la calle Hospital me imaginé blandiendo una cimitarra de huno y decapitando ultracuerpos, para llegar luego a una sala donde se agrupaban sólo unas decenas de personas. Humanas, eso sí.

El espectáculo
La intención de Antiliteratura es unir narrativas aparentemente dispares (video, poesía, documental) en un intento de revitalizar una literatura anquilosada en sus trincheras formales. Así, no es tanto antiliteratura (pues ésta debería tomar la forma de los bomberos quema-libros de Fahrenheit 451 cuya actuación tanto hemos anhelado con algunos autores) sino neoliteratura; concebir el medio como algo mucho más amplio y donde no reinen sólo cuatro diplodocus cansinos. En el trascurso de las jornadas me perdí a Miguel Morey, los pioneros del live cinema The Light Surgeons y el colectivo berlinés de terrorismo pop Column One, pero vi a todos los demás. Y fue algo así:

David Toop: Músico, escritor y “comisario de sonido”, el artista inglés ha colaborado con Brian Eno, publicado tres libros, grabado álbumes, escrito artículos para periódicos y más cosas que me agotaría contarles. Digamos sólo que, como dirían el El Gran Lebowski, Toop “no es precisamente un peso ligero”. En La Capella, y armado sólo de un Mac y una mesa de sonido, el multidisciplinario Toop deja ir un discurso coherente que une narrativa personal y ensayo sobre el sonido, y que acompaña con acústica que produce en su ordenador. Inspirado y lúcido, el artista une sus comentarios sobre el misterio del ruido y el ambiente con referencias que van desde los Everly Brothers a Yasunari Kawabata. El crepitar de fondo y los sonidos de lluvia, mezclados con su recitado, crean una sensación que recuerda a la voz interior de Charlie Sheen hacia el final de Apocalypse Now. Preclara, precediendo un crescendo, anticipando algo.

Luke Fowler: El director de documentales escocés parece fascinado por los personajes extremos, y por ello las dos obras que vemos el día 15 versan sobre el anti-psiquiatra R.D. Laing y el artista punk Xentos Jones. En el primero, What you see is where you are at, se muestran destellos de aquel a quien la prensa británica bautizó como “El hombre que dijo que los locos no eran locos”. Laing creía que la gente con depresiones nerviosas podía curarse mejor en un entorno amigable que con electroshocks y drogas, y por ello creó una especie de comuna con funciones psiquiátricas. El resultado, que Fowler describe con ritmo abrupto, es turbador y demencial. The Way out, por otro lado, es un documental sobre el antiguo miembro del grupo The Homosexuals, a la sazón uno de los más bizarros de la explosión punk rock británica; y creánme si les digo que la competición era dura. “Por supuesto que quiero romper el orden. Es tan rígido”, comenta en un momento dado Xentos, para al momento dirigirse a su audiencia con un genial “¿Qué quereis de mí? ¿Que me meta la guitarra en el culo?”. Descerebrado autor de música gloriosamente extraña, sus socios hablan de él como alguien en constante estado de conspiración. Vean el documental o no, pero yo les recomiendo que busquen el disco The Way Out -grabado bajo el seudónimo L. Voag- y se maravillen con la inmensa belleza de lo descoyuntado.

Doseone: Es un señor pequeño y con cresta mohicana que forma parte de lo que se ha dado en llamar hip hop abstracto, y que ejemplarizan las producciones del sello Anticon. En Antiliteratura, sin embargo, Doseone viene sin ritmos, dispuesto a efectuar un recital de poesía angulosa y cubista que es tan alejada del cliché rap como la música que normalmente practica. Mientras en la pantalla van apareciendo algunas de las palabras que utiliza el recitador (“dinero”, “lago helado”, “miedo”), Doseone lanza poema tras poema, algunos con conciencia de clase, otros más oníricos, para finalizar con un recitado a mil por hora que deja bien claros sus deberes en la siempre competitiva comunidad hip hop.

La oveja negra: Su “sesión de literatura sónica” es una mezcla de imágenes, textos en pantalla, música electrónica y actores que controla desde las bambalinas el organizador del Festival, Javier Montero. Un chico y una chica recitan historias de pareja, y de extraterrestres, y de extraterrestres en pareja, mientras tras suyo se nos muestran fragmentos de La semilla del diablo, del Lucifer Rising de Kenneth Anger, del productor jamaicano Lee Perry haciendo el ganso, del músico de free jazz Sun Ra haciendo lo mismo, de la película de los Monkees Head, y vayan ustedes a saber qué más. Personalmente nunca me siento cómodo observando a actores (esos seres histriónicos), pero en este caso el ambiente de confusión funciona; el montaje apocaliptico se desvela como una clara crítica de la sociedad del espectáculo que bien vale un poco de arte dramático.

El artífice
Vaya. Me parece que al final no voy a disponer de espacio suficiente para loar en su justa medida a Javier Montero, una rara avis ibérica que debería ser clonado para repoblar las zonas más agrestes de nuestra geografía. Pero he de decirles que es un anglófilo radical (“Después de ver la cultura literaria inglesa, España me dejó desolado”, comenta), que viene de una escena de arte y videos, que es madrileño pero vivió en Londres nueve años (donde trabajó en el programa de TV Eurotrash), que escribió un libro llamado Guerra Ambiental que nadie entendió (“lo ponían en la sección de ecología”, admite) y que afirma que “lo que se entiende aquí por literatura me da ganas de llorar”. Tratando de aunar –como es moneda común en países más avanzados que el nuestro- diversas disciplinas no excluyentes (“spoken word, literatura que me gusta, vídeo, humor”, dice), se decidió a organizar este festival, que es como un bofetón bien administrado en la cara de determinados sectores literarios; una bofetada pequeña, quizás, pero que dolerá más cuantos más se apunten.
KIKO AMAT

(Artículo publicado anteriormente en el suplemento Cultura/S de LA VANGUARDIA del día 29 de junio del 2005)