No seré yo el que niegue las excelencias de un buen disturbio en defensa propia o cuando las circunstancias desembocan en ello, por ejemplo si en medio de una manifestación la gente es acosada por la policía y las cosas se van de madre y se acaba quemando algún cajero o volcando un coche-patrulla. Me parece perfecto (o como mínimo justificado).
Pero ayer mi conciencia se acabó escorando hacía el lado con el que ya llevo meses coqueteando, esto es, la no-violencia como medio para conseguir un fin. Ese fin que podriamos definir como "revolución" ( cambios radicales en el sistema que repercutan en la mejora de la calidad de vida de la inmensa mayoría de personas del mundo) no se va a conseguir por una vanguardia o élite que guie a los demás desgraciados a la verdad universal como si fueran un rebaño de ovejas descarriadas. Hace falta mucha gente y años de trabajo, hay que lanzar lazos con la gente "normal", los que van al Heron City a ver pelis de Van Damme, o la familia de clase baja que va a comprar los regalos de navidad al centro de Barcelona. Hay que atraerlos al lado de la política radical, porque también ellos tiene sueldos precarios como muchos de nosotros, gastan el 60% de su sueldo en una hipóteca que no acabaran de pagar hasta el fin de sus días, ven como se malgastan sus impuestos en decorados multimillonarios como el Forum mientras sus hijos no se pueden ir de casa… que abracen ideas anti-capitalistas y de justicia social solo es cuestión de convencer, explicar y que comprendan que es una batalla que también es suya.
Pero pasó lo que más temía. Una manifestación anti-fascista en homenaje a Roger, un okupa asesinado por un skin descerebrado era la ocasión perfecta para conseguir la adhesión a su causa o como mínimo la simpatía de una gran mayoría de personas que tienen conciencia y un corazoncito ahí abajo. Todos los que estuvieron en las manifestaciones contra la guerra deberían haber estado ayer allí, en Urquinaona. Pero habría unos 490.000 menos. ¿Y imaginais el porqué?
Pues posíblemente por ese centenar de crusties (me niego a usar con ellos la palabra "punks") que aprovecharon la mínima ocasión para destrozar la plaça Sant Jaume y el Belén y todo lo que se les puso por delante en una exhibición de fanatismo y agresividad macho injustificada. A la gente no le gusta tener miedo y ayer los que daban miedo eran ellos, que no se engañen. A mi me dió mucha grima.
Dejemos las cosas claras, me la suda la Navidad, el Belén y me la suda la Plaça Sant Jaume, por mí como si se hunde un dia con todos dentro, pero ayer no era el momento y si sirvió para algo fue para dar mala fama a un colectivo y unas ideas por lo general intachables.
Se supone que era una manifestación anti-violencia, anti-fanatismo y anti-fascista, para más inri como recuerdo a un pobre chaval que murió a consecuencia de sus ideales libertarios. De acuerdo que cosas como estas hacen hervir la sangre y no es de extrañar que los ánimos estén muy crispados pero, manteniendo la cabeza fría, era la ocasión perfecta que tenía el movimiento okupa o todos los anti-fascistas en general para lavarse la cara frente a la ciudadanía corriente que (no nos engañemos) se enteran de lo que ocurre por los medios de comunicación. ¿Porqué darles motivos a éstos medios para que saquen las fotos más espectaculares y los titulares más sensacionalistas? ¿No hubiera estado bien una bonita marcha multitudinaria, no violenta y (por favor) sin los cuatro crusties alienados cuyo arbol ("anarkia y birra fría") no les deja ver el bosque? ¿No tenían flautas que tocar y perros que alimentar?
Supongo que a los activistas más concienciados de, repito, este tan respetable movimiento les debe joder igual que a mí que todo su trabajo para justificar, extender sus ideas y hacerlas comprensibles para la mayoría de la gente se vaya al garete en media hora por culpa de los de siempre, los que acaban convirtiendo centros sociales en chutaderos y ideas gloriosas en tópicos de barra de bar y en esloganes vacios para justificar sus miserables (y alienadas) vidas.