22 de juny 2006

Vanguardismo a 33 rpm

Vinilo Una exposición en el Macba explora la relación de las vanguardias artísticas con el sonido y las portadas de LP.

Mi boina
Es gigantesca, negra y tapa la luz del sol. Mi boina -acabo de descubrir que siempre ha estado ahí arriba, en mi cráneo- se materializa en el Macba, cuando veo que la exposición que he estado insistiendo para cubrir no es la que yo he estado insistiendo para cubrir. Sorpresa: ni portadas de Reid Miles para Blue Note, ni los EPs franceses de los Small Faces, ni el “hágalo-usted-mismo” del punk y post-punk inglés, ni el enrevesado arte de la psicodelia inglesa, ni el simpático ruralismo de los LPs de reggae sixties, ni el primer hardcore americano, ni ninguna de estas cosas. Vinil se centra en discos de vinilo “colonizados” por artistas de vanguardia. La especialización de la colección privada de su comisario, Guy Schaert, crea un tamiz temático que excluye de la exposición otro tipo de portadas. Por consiguiente: Boinas fuera.

Las vanguardias
Para explicar Vinil hay que entender la forma en que los movimientos artísticos de vanguardia del s.XX exploraron el universo sonoro como nueva vía de creación. Desde los dadaístas utilizando la voz (Hausmann, Schwitters, Hugo Ball... todos dando alaridos), pasando por los formalistas rusos, los futuristas italianos y su arte del ruido, hasta llegar a Fluxus, la Bauhaus, el grupo CoBrA, los letristas y la poesía sonora, vemos como artistas plásticos politizados y de bastante mala leche se introducen en la expresión sonora como medio de experimentación y comunicación con la audiencia. Gritan, rompen, rasgan o –como es el caso del listo de John Cage y su famosa pieza de silencio total de 1952, 4’33’’- se callan como putas.
Así, Vinil mezcla por un lado los experimentos sonoros que todos estos artistas realizaron con afán de crear una nueva música, y por el otro nos muestra el resultado gráfico de utilizar el soporte de aquellos experimentos como medio de expresión. De lo primero encontramos ejemplos visuales como un video de Ben (Vautier) interpretando tres piezas Fluxus, una de las cuales muestra al artista elevando con irritante lentitud un violín para luego destrozarlo de un golpe; la propuesta del propio Ben de que poner un disco de 45 rpm a 78 rpm “est una création musicale”; el también Fluxus Nam June Paik diseñando objetos para hacer ruiditos (como su escultura sonora Schallplatten-Schaschlick de 1962, hecha con álbumes); Milan Knizák cortando distintos discos de vinilo y pegándolos entre ellos indistintamente en su Destroyed Music, etc. Dado que la mayoría de estos artistas pertenecen al grupo Fluxus, voy a permitirme graciosamente un inciso explicativo-demoledor.
El grupo Fluxus fue fundado en 1962 por George Maciunas. Su idea era "democratizar el arte”, y uno de los medios eran partituras extremadamente simples que todo el mundo fuese capaz de reproducir. Un ejemplo claro es Instruction de George Brecht, que suena así: “Pon la radio. Al primer sonido, apágala”. Muy bonito. Desgraciadamente, esto no es democratizar el arte; es hacer el zángano. Como diría Stewart Home, a la vez que todo el mundo puede tocar esas partituras, uno se pregunta qué clase de botarate querría hacerlo. Apagar radios o levantar teléfonos (Three telephone events, del mismo autor) no son acciones que le llenen a uno de gozo, no. Según Home “a la vez que los estetas burgueses (...) pueden apreciar tal gesto, un proletario consideraría que realizar esa acción es ridículo. Así, por una parte las partituras Fluxus invitan a la participación, pero la tradición intelectual de la que surgen esas actividades las hace ajenas al gusto popular, impidiendo inevitablemente esa participación”. Fin del inciso.
En 1935 la aparición del formato de 33 rpm provoca que empiece a utilizarse el espacio de portada –que en los discos de 78 rpm llevaba solo el nombre del sello y el troquelado para la galleta interior- como vehículo para ilustraciones. El resto de la exposición nos muestra el intrigante arte que surge de esa invasión del espacio por las vanguardias. En Vinil hay cientos de ejemplos, siempre respetando la mencionada acotación cronológica y estilística: de Fluxus (el lúdico Filliou, Joseph Beuys) a la poesía sonora, beats, dial-a-poem, música industrial a destajo (Laibach, Vivenza), experimentos con percusión, Satie y Miró, entre muchos otros, algunos sobrios y elegantes, otros faltones y angulares. Una sección vital muestra las colaboraciones de destacados artistas plásticos con músicos de rock: Warhol para la Velvet Underground –el platanito pelable del primer disco, o el White light/White heat- el “I cry for you” de Lichtenstein para Bobby “O”, Peter Blake y el Sgt. Peppers de los Beatles, ya saben. De ellos, el premio de pestilencia se lo llevan las portadas de Warhol para Aretha Franklin, Lennon o Bosé (además, vaya tres discos inmundos) y la de Paolozzi y Alan Jones para el Red Rose Speedway de los Wings. Ah, y el fétido Face Dances de Blake para los Who. En la esquina completamente opuesta, la de la belleza beligerante, están las portadas de Raymond Pettibon para Black Flag o Sonic Youth, las de Kraftwerk, las de los Residents o las de Glenn Branca. En general, un viaje enriquecedor al arte de cubierta de la música avanzada y los experimentos con cosas que hacen bip-bip.

¿Y aquí?
Aquí bien, gracias. Una de las partes más fascinantes de la exposición es la sección L’ambit espanyol, comisionada por el veterano experimentalista barcelonés Victor Nubla (ex-Macromassa) en que se muestran los devaneos de la cultura gráfica hispana con el arte de portada. Están de nuevo todos los industriales y experimentadores (Esplendor Geométrico, Vagina Dentata Organ), las míticas cubiertas de los progresivos (Ia & Batiste, Màquina!, el hermoso single de Concèntric Miniaturas, el desplegable Barcelona Postal de Sisa), la Guillermina Motta pop de Enric Sió, el Equipo Crónica trabajando para Ovidi Montllor y, aunque poco punk, sí hay bastante nueva ola. Los dibujantes de cómic abundan: Gallardo firma el legendario single de Paraíso, Mariscal el Fiesta Independiente del sello Flor y Nata, Mauro Entrialgo ilustra para Munster, Ceesepe dibuja para Ketama... Un inmenso placer visual, como ven. El rincón destacado de esta parte lo ocupa el célebre Lou Reed-Nazario-gate. El cantante neoyorquino se apropió de una ilustración del dibujante barcelonés –sustituyendo su nombre por “Brent Bailer”- para la portada del directo Take no prisoners de 1979, creyendo sin duda que nadie en nuestro desierto cultural vería el LP de marras. Pero triunfó el bien, no sufran: Bastantes años después (en el 2000, para ser exactos) Nazario conseguiría cobrar una respetable suma a modo de indemnización por el hurto.
Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia el día 14 de junio de 2006)