19 de març 2008

Juliette, te quiero así


Entrevista con Juliette Lewis Fue teen revolucionada de Hollywood, y la muy bruta le chupó el dedo a Robert de Niro en un filme. Hace unos años se reinventó como la Joan Jett del nuevo milenio, contorsionándose en escenarios y amando el rock’n’roll locamente. Desde Vanidad, nosotros te cantamos: Juliette, te quiero así. Juliette, ah ah ah.

Uno
‘Sé unas cuantas palabras en español’, dice en inglés.
Oh. De repente no quiero tener esta conversación. La he tenido un millón de veces en la vida, y es más aburrido que ver pintura secar. En un momento empezará a enumerar las palabras que conoce, y luego hablaremos de diferencias climáticas (Madrid es más seco, Hollywood más húmedo), de precio de los alquileres, de que en tal año estuvo en Barcelona y fue al “Gaudy Park” (no hay manera de que se aprendan el nombre real, pero ya me he cansado de corregirles).
No pienso tener esta conversación. Odio pronunciar palabras sin sabor, aunque mi interlocutora sea Juliette Lewis.
Sí, la Juliette Lewis.
Estoy en un piso del barrio barcelonés de La Ribera, apoyado en la puerta del balcón, y tengo un bulldog enano olisqueándome los bajos de los Sta-Prest. Aunque parece uno de esos perros asentidores de fieltro que la gente ponía en los coches en los 70’s, no lo es -éste vive- y temo que tras el examen olfactivo decida aplicar una meada territorial en mis zapatos.
Fuera, perro, fuera.
Ante mí está Juliette Lewis, sentada con el cuello rígido y la mirada fija en mi cara; más que nada porque no puede volverse: el maquillador la tiene firmemente agarrada por la barbilla. A su alrededor, una flotilla de atrezzistas y fotógrafos gravitan alrededor de la actriz de Hollywood mutada en cantante de ROCK.
Que me dice de repente: “Un café, porr favorr”.
Estoy a punto de decirle que vale que sea periodista musical, pero que aún conservo algo de amor propio, y que si quiere un palanganero que... Pero la Lewis continúa: “¿Cómou te llamas? Una cerveisa. ¿Cómo se va a...?”.
Ah, ya veo. Estamos en plena clase de Spanish for beginners.
‘Sabes español práctico’, le digo en inglés, con la condescendencia del trilingüe.
‘Impráctico también, me contesta en inglés. Y luego, en español: “Dame un beso”.
Su frase enciende un reguero de pensamientos:
a) Aunque no me lo haya dicho a mí de veras, voy a almacenar este recuerdo para sacarlo en noches frías de invierno.
b) Juliette Lewis no es tonta. La rapidez mental con la que ha dicho impráctico evidencia alguien articulado, y entrenada en las lides del ingenio conversacional.
c) ¿Por qué asumía yo que era tonta? Quizás porque, como las viejecitas que agredían al actor que hacía de Antoniu en la serie catalana Poble Nou, no distingo entre realidad y ficción. Toda una vida consumiendo obsesivamente discos y películas ha borrado esa línea. Para mí, la Lewis era la redneck monosilábica de Kalifornia. O la insufrible marisabidilla de Maridos y mujeres. O sea, era de verdad una de estas dos tiparracas. Pero no lo es, claro.
d) Lo que significa, sin duda, que el tonto soy yo.

Dos
En caso de que alguien no lo sepa (porque no va al cine, o lleva 30 años secuestrado por el Frente de Liberación Nacional Corso), Juliette Lewis es una actriz de Hollywood con fama de “versátil”. Se dio a conocer a lo bestia con un remake de El Cabo del miedo (1991) donde, en una escena memorable, le chupaba el pulgar a Robert de Niro. Ecs. La Lewis, en cualquier caso, ha salido en un montón de películas: Natural Born Killers, ¿A quién ama Gilbert Grape? y muchas más. La revista Empire la escogió #75 en su lista de Estrellas de Cine Más Sexis de la Historia, una tibia posición que parece más insultante que otra cosa. Juliette Lewis ha pasado desde hace unos cuatro o cinco años a capitanear un grupo de ROCK del voluminoso, Juliette & The Licks. Los Licks suenan a riffarama de radio yanqui, todo AC/DC super-producido y Aerosmith encerado, y encantarán a quien sienta inclinación hacia este tipo de cosas.
Esto que acaban de leer era una crítica condensada de la carrera de Juliette Lewis, que Kiko Amat les ha ofrecido gustoso.

Tres
Una hora y media antes de la clase de español estoy en el Hotel Spa-Senator, al lado del campo del Barça. Es un sitio odioso al que nunca en la vida voy a volver, así que podría empezar a mear en las alfombras o robar los pomos dorados de las puertas. Pero no lo hago. Principalmente, porque Vanidad me ha mandado aquí a entrevistar a Juliette Lewis y, aunque nadie en esta ciudad lo crea, soy un profesional.
Estoy en un sofá sentado, mirándome los zapatos mientras la crew del reportaje fumetea apocalípticamente en el exterior. Ya les han informado, como a mí, que el hotel pide miles de euros por dejar hacer fotos en su interior. Esto es tan ridículo que me río, como se reirían también ustedes si hubiesen visto el hotel de marras.
Dejo de reírme cuando veo que la crew enciende los cigarros con los anteriores cigarros, en una fumeteación en cadena francamente alarmante, mientras parlotean nerviosos en sus móviles. ¿Quizás esto es grave, y no el motivo de chanza que asumía yo?
Al poco tiempo me entero de porqué es grave. En lugar de hacer las fotos fuera, o en cualquier maldito lado, como haría yo, hay que atravesar Barcelona para ir al piso de una de las fotógrafas. Por la luz, que allí debe provenir de un sol distinto del que tenemos al lado del hotel. Entre dientes balbuceo que si ponemos en práctica esta precipitada solución, después del desplazamiento-maquillaje-vestuario-fotos sólo quedarán unos pocos minutos para mi entrevista. A estas alturas (la experiencia, ¿saben?) ya he asumido que mis escritos son la última cagarruta del proceso, pero incluso así me parece un poco gordo pretender que comprima todas las preguntas en 10 minutos.
Nada, nada. Opina el maquillador, opina la fotógrafa, opina la encargada del vestuario y hasta opina un señor con camisa de fuerza de por allí a quien se están llevando a rastras al frenopático: Hay que ir al piso, y a mis palabras que las zurzan.
El estruendoso ninguneo al que estoy siendo sometido es interrumpido por la aparición de Juliette Lewis, que aparece en medio del hall como una divinidad rockera. Lleva pantalones de cuero estrechos a lo Seditionaries, un collar plateado con las palabras “Licks”, y cara de cansancio. Una cara de hermosa Diosa cansada, no la cara de trapo de cocina arrugado que hacemos usted y yo cuando estamos cansados. Todo el mundo se presenta, y ella les besuquea (¡de verdad!) uno a uno. Cuando me toca el turno a mí, lo que digo me sale del alma:
‘Yo sólo soy el escritor, me temo’.
Juliette Lewis me mira (pensando, sin duda, “ya se nota, feto”) y no me da beso alguno. Me encanta mi trabajo.

Cuatro
Como todo el mundo sabía, en el piso-solarium no hubo tiempo para hacer la entrevista. Juliette Lewis se inventó, imagino que para que no me tirara por el balcón, media hora de entrevista conmigo antes del concierto. La cita no existía, pero para cuando me enteré, las cosas mundanas ya no me importaban y además –previsor que es uno- me aseguré de ello antes de recorrer de nuevo toda la Diagonal.
No, la entrevista se hará por teléfono en unos días, “así tienes tiempo de escuchar los discos”. Oh, yupi.
Juliette Lewis me llama a casa. Esto me pasa continuamente, no crean. Cuando cuelgue tengo que poner una conferencia con Mick Jagger. Luego ceno con Robert de Niro; para preguntarle la marranada del pulgar. Y antes de ir a la cama creo que jugaré al mus con Dios. Pero ahora llaman; debe ser Juliette. ¿Me disculpan?

Cinco

Tienes un gusto musical extraño para una actriz de tu talla. Quiero decir, que en tu ambiente no sé si hay mucha gente a quien le gusten los Stooges, o las Runaways.
Con las Runaways me comparan, no puedo decir que me gusten tanto, y he empezado a escuchar a Iggy hace poco. Pero siempre he sido una amante de la música en toda su variedad, de Miles Davis a Nina Simone a Queens of the Stone Age, Neil Young, Tom Petty...
¿De dónde viene pues ese amor musical? ¿Quién fue tu introductor a ese mundo?
Gracias a mi padre (el actor y músico Geoffrey Lewis) de niña empecé a escuchar Steely Dan, Rickie Lee Jones y a los Who; a los 16 escuchaba mucho rock de los 60’s y fue muy importante para mí descubrir a Janis Joplin. Más adelante, cuando buscaba mi propia identidad durante la adolescencia, Run DMC y música dance. Tuve también una etapa de nueva ola con The Cure y New Order. Toda esta música acompaña mi estado de ánimo. Escucho también mucho jazz, no me ciño a ningún género. Bitches Brew de Miles Davis, por ejemplo; muchos aspectos de mi naturaleza están modelados por ese disco. Tiendo a buscar el bajovientre, lo underground. Gracias a antiguos novios conocí a los Pixies, o a Elton John. Me encanta el sonido, soy hipersensible a él; andando por aeropuertos reconozco a distancia las líneas de bajo del hilo musical: “¡Eh, eso es Eddie Money!”.
Todo esto que has dicho debe hacerte una rara en Hollywood. Nadie habla tanto de discos allí.
Eso es una generalización. ¿Qué es Hollywood? La gente habla de Hollywood como si fuese un sitio muy concreto. En Hollywood habita gente muy diferente (Cambiando aparentemente de tema) A mi hermano le encantan Fugazi y odia a los Beatles. ¿Cómo puedes odiar a los Beatles? Hollywood está hecho también de freaks circenses, ex-presidiarios, gente radical... Es un medio muy interesante y variado. Y estoy segura que Johnny Depp, por ejemplo, tiene una colección de discos fascinante.
De acuerdo. Pero tienes que admitir que todos los grupos formados por actores de Hollywood han sido siempre una porquería. Como el de Russell Crowe.
Eso es porque eran actores practicando su hobby. Para mí es una nueva carrera. No me metí en esto para hacer un disco testimonial; quiero llegar a mi sexto y séptimo LP. Porque amo tanto la música, para mí es Todo o Nada.
Este suicidio profesional tuyo me recuerda a la decisión del Coronel Kurtz en Apocalypse Now de no aceptar el cargo de Jefe del Estado Mayor y volver a la escuela de Marines. A su edad.
(Se muere de risa) Sí, ese es un buen análisis de lo que he hecho. Este volver a lo básico me ha hecho apreciar lo que tenía antes. Ahora vivo en un autobús, y lo otro me parece un lujo. Para mí, esta nueva vida era una necesidad; necesitaba encontrar otra manera de expresar mis emociones. Es un placer volver a sentir miedo y nervios antes de subir a un escenario.
Parece imposible que un actor experimentado pueda volver a sentir miedo escénico. Aunque sea en otro medio.
Cuando actúas estás buscando la verdad; la emoción. En música es lo mismo. Buscas la verdad en tu interior. Estoy haciendo esto porque busco una revelación, no para esconderme. Quiero volver a ser una niña de 10 años cada vez que subo a un escenario.
Por un momento me había parecido oír “revolución” en lugar de “revelación”. Qué susto.
¡También es una revolución! Es mi propia revolución: poner gozo y poderío en la cultura mayoritaria. El lugar de las mujeres en todo esto es ser una diosa sexual o una pedorra del pop, pero yo quiero hacer un show lleno de emoción y verdad.
Es curioso, porque el sexismo empapa incluso a los sectores más contraculturales de la sociedad. Leyendo sobre ello te das cuenta de que Abbie Hoffman, los White Panthers, John Sinclair, se pasaban el día hablando de revolución pero utilizaban a las mujeres de cocineras o receptáculos de su simiente.
Completamente de acuerdo. Sin embargo, no soy una feminista odia-hombres. Lo que busco es unidad. A lo largo de la historia se ha abusado de las mujeres porque teóricamente son más “frágiles”. Pero yo quiero ser algo mucho más grande. Quiero reencontrar la sensación de comunidad en la música en directo. Quiero que, cuando toco, todos seamos iguales y juguemos todos al mismo juego.
Habiendo experimentado ambos: ¿Te has encontrado con más machismo en el cine o en la música?
Siendo actriz el machismo es algo muy complejo, especialmente por esa visión americana de la belleza que es como una obsesión nacional. Es algo cultural; por lo que sé, esto no sucede en Europa. En cualquier caso, soy un espíritu independiente, y nunca me he encontrado con una especial resistencia por el hecho de ser mujer.
Quizás una de las ventajas de tu nueva carrera musical es que no hay intermediarios. No tienes que tratar con directores, o guionistas, o productores.
Dices “tienes que tratar” como si fuese un sacrificio. Para mí es un placer. Actuar es una colaboración; cuando hago de actriz estoy interpretando la visión de otro. Cuando hago música, en cambio, estoy creando mi propia visión. Si me pongo plumas en la cabeza, es MI visión. Somos yo y mi banda interactuando directamente con el público. Además, nunca he tenido la ambición de convertirme en directora, como otros actores. Me gusta conducir y que se me ocurra una canción. Eso es magia.
Ya. Llevo toda una vida escuchando discos y aún no entiendo qué es la música, y cómo se crea. Es puro vudú.
Sí, flota en el aire. Tienes visiones extracorpóreas. Tienes que estar dispuesto a ponerte en una posición estúpida, o vulnerable. Eso es aplicable a cualquier acto creativo. Hay que ser muy sincero.
Pero esa sinceridad puede ser incómoda de escuchar.
Muchas de mis canciones no tienen demasiado sentido, o son muy abstractas. Otras son metafóricas. La verdad es que intento no escribir demasiado autobiográficamente. Muchas veces me pongo en la piel de otro, como en “Death of a whore”. Es una canción muy visual, quería transmitir la sensación de persecución, de sentirse cazado. La verdad es que aún estoy evolucionando como compositora.
Escribir es un acto mayormente subconsciente. A menudo se filtran partes que el artista no preveía descubrir.
Cuando murió un amigo, escribí dos canciones sobre ello. Pero nunca pude cantarlas en directo. El tema me tocaba demasiado de cerca.
Exponerse así da un poco de miedo. Te deja en una posición muy vulnerable.
Pero cuando lo pones en una canción trasciende el tema original. Puede convertirse en muchas cosas distintas dependiendo de quién la escuche. Puede ser curativo. Mira a Clapton, cuando escribió la canción sobre la muerte de su hijo. Pocas veces se ve algo tan terapéutico, y tan valiente. Pero a la vez, otros autores pueden ser muy autoindulgentes.
Imagino que el truco a la hora de crear es mantenerse en esa línea que separa la sinceridad de la autoindulgencia.
Exacto. Y mantener el ego a raya, sobretodo. Nada de ego.
¿Dirías que la escena Riot Grrrl impregnó con su ética algo de lo que haces?
La verdad es que me perdí ese movimiento. No escuchaba eso, en aquel momento. Me iban otro tipo de mujeres, como Janis o Grace Jones. Es otro tipo de poder femenino, el que percibes cuando canta Tina Turner, o PJ Harvey. Con esas mujeres sentí afinidad, porque como ellas quería ser yo misma, no una imitación de nada. Como Patti Smith: tan potente, tan política.
Muchos artistas americanos huyen del compromiso político, por lo que pudiese pasar.
Es un reto, porque si expresas emociones políticas, tienen que ser sinceras. Y a la vez, muchas veces estás tan enfadado que desaparece la poética. Un buen ejemplo de cómo hacerlo es “Ohio” de CSNY (la canción que el grupo de hippies millonarios compuso después del asesinato policial de cuatro estudiantes en los disturbios de Kent State en 1970). ¡Esa canción es tan emocionante! Pero lo que yo hago a menudo es despotricar. Tiene que ser inteligente y divertido, eso sí, como lo que quise hacer en “American boy”. “American idiot” de Green Day es otro buen ejemplo.
Un creador tiene que ignorar por completo la posible reacción adversa del público, según lo veo.
Desde luego. Yo siempre he hablado contra las drogas, sabiendo que podría alienar a un sector amplio de mi audiencia a quien le encantan (Se ríe). Llevo 12 años sobria, pero incluso cuando tomaba algo de vez en cuando opinaba que eran como una muerte lenta.
Sin duda, la cocaína es la muerte de la música magnífica. La mayoría de álbumes grabados bajo su efecto son basura pomposa.
También la marihuana puede hacer que sus consumidores se conviertan en idiotas vagos con ínfulas de superioridad moral. En eso trato de inspirar a la gente: es más duro sentir la pena que evitarla. Pero vale la pena lo primero.
¿Cuando antes decías “sobria” querías decir totalmente sobria? ¿Straight edge, incluso para el delicioso vino? Dime que no.
¡Claro que no! Aunque soy bastante moderada, de vez en cuando me calzo los zapatos de bailar y me bebo algún vaso de vino.

Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en la revista Vanidad #143 de marzo de 2008)