9 de nov. 2007

Hungry Beat IX con The Bite


Con este cartel excepcionalmente espartano que nos hemos sacado de la manga en cinco minutos post-carajillo, La Escuela Moderna se complace en invitaros a la próxima verbena Hungry Beat. Nuestra novena, y parece que era ayer.

Lo celebraremos en uno de los santos lugares de La Escuela Moderna, el Espai Jove de l'Eixample (Ali Bei 120, Metro Marina) el día viernes 16 de noviembre hacia las 21:30.

El calendario de festejos lo iniciarán THE BITE, el cuarteto de punk-mod-powerpop barcelonés que está a punto de sacar su 10" de debut en Daily records. Para el que pregunte, The Bite tienen en el pop ruidoso de 1979 su sonido ideal: The Jam, The Chords, The Undertones, The Purple Hearts... Con algo de rockanroleo antipódico a lo Radio Birdman y feedbacks rompe-guitarras marca The Who por si acaso faltaran ingredientes. Jaleo con Ben Shermans, en resumen. Arrogancia original que no requiere de artismos ni explicaciones: Never explain, never apologize, que decía el sabio de John Osborne.

Tras ellos, los pinchadiscos de Hungry Beat (Miguel, Jose, Uri & Kiko Amat, más su nuevo miembro Jordi "DJ Castañazo" Geli ) pondremos todos esos discos raros que hemos acumulado tras años de ventolín y cajones y dedos sucios: DIY de tres copias, indie escocés prehistórico, 60's punk rayado, soul con zapatillas, pop épico, revivalismo mod, punk-del-que-se-puede-bailar y freakbeat que airea fulares. Para connoisseurs y aficionados, siempre.
Y, como en ocasiones anteriores, a los diez primeros (que lo pidan) les regalamos estupenda cinta recopilatoria.

Todo lo demás ya se sabe: cerveza asequible, pista amplia, patio andaluz, camarería amable y solícita, discos que no tiene ni cristo, baile sin subvenciones. Autoayuda a base de singles gloriosos: Hungry Beat.

Estáis todos invitados.
La Escuela Moderna

Modernismo combativo

The Jam El trío inglés de pop impetuoso que lideró Paul Weller, hoy revisitados en directo sin su líder y alma mater

Las canciones son el mejor medio para conquistar el tiempo y efectuar un viaje místico al pasado. La frase es mía, aunque suene a que la dijo el Neal de Els Joves en un momento de particular fumadez. Escuchando determinadas canciones uno retrocede en el tiempo al momento en que las escuchó por primera vez. Y servidor de ustedes, si escucha el disco In the city de The Jam, es catapultado a sus 14 años. Bam. Ustedes se preguntarán, con razón, para qué rayos querría uno volver a esa edad concreta. Reventarse granos de la nariz, organizar pajathones en el lavabo paterno o llevar el peinado más absurdo de la Tierra no parecen a primera vista cosas que uno desearía revisitar. Lo importante aquí, ven, son los Jam y los cambios que desencadenaron.

¿Alguien recuerda el momento exacto en que cambió su vida? ¿El vórtice catártico de mutación personal? Yo sí. Mi vida pre-Jam se sostenía con el Thriller de Michael Jackson, ropa comprada por mi madre y una completa desorientación vital. Y de repente, In the city (1977). Ojos centelleantes como bolas de discoteca, pulso trotante, sudor-en-manos. El impulso, la voz, la fiereza del sonido, los riffs con los que empieza el tema principal. ¿Cómo decirles? Fue como abrir una trampilla al otro lado de la cual están todas las cosas que vale la pena celebrar: la juventud, la belleza, la pasión, la rabia. Y, de repente, encontrar una voz parecida a la tuya diciendo cosas que aún no sabías cómo verbalizar. “En la ciudad hay mil caras que resplandecen / Y esas caras doradas tienen menos de 25 / Quieren decirte, quieren contarte / Sobre la idea joven” (In the City). O “Cualquier cosa que quieras hacer / Cualquier lugar al que quieras ir / No necesitas permiso para todo lo que quieres” (Art School). ¿Ah, no? ¡Viva!

Pero me dejé llevar por la emoción sin explicar por qué The Jam. The Jam son uno de los grupos más importantes del pop. Existieron de 1977 a 1982, cuando su líder, ideólogo y compositor Paul Weller los disolvió en la cúspide de su fama, antes de que se diluyera la idea. Ese gesto, por sí solo, justificaría su existencia. Pero es que además, The Jam sacaron 6 álbumes impecables de furioso arte pop con influencias de Tamla Motown, los Who, el punk y la psicodelia inglesa; muchos nombran como favorito All Mod Cons (1978), pero el mío es Setting Sons (1979). Por las increíbles miradas a la vida de la clase obrera inglesa en Saturdays kids (el lad inglés retratado entre pintas, coches Cortina y council houses), Private hell (el infierno cotidiano) o Smithers-Jones (la agonía calma del oficinista recto, correcto y narcoléptico). Por los temas políticos: The Eton rifles, un ataque a la clase alta que Weller escribió tras ver a unos alumnos de Eton mofándose de una manifestación contra el desempleo, y Little boy soldiers, el himno antimilitarista. Por esas dos inspiradas viñetas de relaciones humanas que son Burning sky o Thick as thieves, la mejor descripción jamás hecha de una amistad fracturada con los años: “Estábamos unidos como ladrones, íbamos a estar juntos siempre / En aquel momento lo creíamos, pero resultó que al final / Robamos la amistad que nos mantenía unidos”. Acérquenme un pañuelo, deprisa.
Los Jam, además, metieron 40 singles en las listas, lo que les hace una de las mejores bandas de singles de la historia. Weller recuperó y revitalizó él solito la idea mod –con su imagen, su sonido, sus guitarras Rickenbacker y declaraciones de pertenencia- una identificación subcultural que cientos de adolescentes continuarían. Paul Weller era, como Jonathan Coe dijo de BS Johnson, el “modernista combativo de clase obrera, con fiero genio y visión de túnel”. Muchos jóvenes vieron en su música el primer ejemplo de expresión surgida de la propia experiencia, autoenseñanza y testarudez, en lugar del medio académico. Weller, aunque ahora haya cambiado de idea en casi todo, fue como un Dios Catalizador; tras escuchar a los Jam, la gente empezaba fanzines, formaba grupos, lo que fuera. The Jam son esenciales también por esas reacciones.

Y ahora me dicen que The Jam vienen a tocar aquí, rebautizados como From The Jam y sin Paul Weller, y ustedes me preguntan: ¿Vas a ir? Y solo les puedo contestar lo que decía Lermontov en Las Zapatillas rojas: “Para mí, esto es una religión. Y a uno no le gusta ver su religión practicada... así”.
Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 7 de noviembre de 2007)

The Sea and Cake: Si el 6 fos el 9, si el jazz fos pop

Everybody (Thrill Jockey, 2007) és un dels pocs discs actuals que fan honor a la llarga cadena d’influències autoadjudicades sense fer el ridícul, i sense ser un pastitx. De fet, creant un so nou per un nou món. The Sea and Cake, els seus autors (especialment Sam Prekop, l’home de la batuta), ho fan semblar tot tan natural que la única possible conclusió és que ho duen cosit a l’ànima. És soul music, gent.

Sonar a coses concretes, tenir influències òbvies, no és un crim. Teenage Fanclub –per dir un exemple– no s’han allunyat mai gaire del pop produït de Big Star, i ningú els ha denunciat encara. El pop és així. Es repeteix, s’enfonsa, torna a sortir a la superfície, i els seus acords es van canviant la roba per lluir millor en els balls de noves dècades. D’altra banda, hi ha grups que aconsegueixen un so tan particular, tan diferent de tot el que els precedia, que sembla que hagin inventat el que fan. Aquest és el cas de The Sea and Cake. Porten passaports marcats amb els segells del krautrock, la música brasilera, el jazz d’Impulse, el soul de Curtom o el dub jamaicà, però el que surt dels seus instruments és un pop que balla el hulahop, tan nou i estrany i dolç i rítmic que sembla que surti del no-res. I tanmateix, les influències mencionades es poden percebre, traient el cap pel darrere d’un determinat conjunt de notes. És només que és un flaire subtil en lloc d’obvi. Elegant. El toc d’algú que sap transformar les proteïnes assimilades en un nou gest.
The Sea and Cake potser són, com insinua la seva pàgina Myspace, un “supergrup del postrock” (tres paraules ben lletges, per cert, especialment “supergrup” i “rock”). Això és perquè es van formar el 1994 quan estaven a altres grups i ho van fer per un projecte únic que –després de set LPs– ja no ho és. Els anomenen supergrup, doncs, perquè Sam Prekop (guitarra, veu, líder) i Eric Claridge (baix) venien de Shrimp Boat, i Archer Prewitt (guitarra) és dels The Coctails, i John McEntire (bateria) és un Tortoise. I els anomenen postrock, imagino, perquè ningú sap què dir. Ja els he dit que The Sea and Cake eren difícils de desar a calaixos amb etiquetes. Jazz-pop, kraut-bossa, groovin-pop, melodic dub-pop... Podria passar el matí tractant de clavar-los l’agulla d’entomòleg, però no ho faré. És millor que els ho expliqui Sam Prekop, el cervell al sol.

El periodista anglès Kevin Pearce va dir fa anys que hi havia quelcom de gloriós en el fet que cada disc de The Sea and Cake sonés exactament com un disc de The Sea and Cake. O sigui, que havíeu aconseguit un so completament distintiu, impossible de confondre.
Vaja, això és un compliment molt alt, i crec de veritat que el so surt natural. No ens interessa premeditar cap direcció específica ni establir cap norma a què ens puguem adherir. Cada disc, espero, reflecteix acuradament el que ens interessa a cada època, és tot molt del moment. Però com que portem junts tant de temps, cada moment duu al darrere molta història, i aquest és un avantatge del qual intentem treure partit.

Tots els vostres discs em donen una estranya sensació de calma i plenitud, sense que això impliqui gens d’efecte new age / so-de-les-balenes. No gaire gent provoca aquesta placidesa.
Crear calma i placidesa mai ha estat la nostra ambició directa. Entenc perfectament com això s’esdevé, només que no és intencionat. M'interessa trobar la bellesa pura en la música, no només que sigui bonica sinó que es noti l'esforç de buscar la perfecció. Aquestes cançons poden evocar els elements que tu hi sents.

Malgrat el vostre so completament personal, vàries coses el permeten. Hi ha una mica de Marcos Valle i Joyce i brazilian, potser alguna cosa afrancesada, molt jazz, un pessic d’indie-rock (com a Crossing Line), un pessic de rock alemany (a Left on)... Diries que és una descripció correcta?
M’agrada tot el que menciones. Sóc especialment fan de Joyce, i Kraftwerk sempre han estat una inspiració. Diria que recentment he tractat de no escriure cançons que sonessin influenciades directament per la música brasilera. Em sembla que durant una època vaig estar perillosament a prop de convertir-me en un “estilista”, quelcom que mai m’ha interessat.

Hum. O sigui, que m’he inventat això del so francès.
No. Jo el que diria és que no sóc cap expert en música pop francesa, que no en conec la major part, però va haver-hi una època en què m’interessava molt Serge Gainsbourg. Morricone també ha estat una gran influència, i fins i tot avui m’adono que s’ha filtrat a la majoria de coses que escric. Això té a veure amb les seves melodies, molt intrincades però a la vegada molt directes.

El que és curiós és que, sigui el que sigui el que llenceu a l’olla, tots els vostres discos són bàsicament i decididament pop.
Crec que sempre hem treballat dins de la tradició del pop. Per molt que a vegades sembli que ens allunyem del cercle, el que fem és encara essencialment música feta per un grup pop.

En la meva opinió, un dels senyals d’identitat del grup és la veu. Una veu molt conversacional i pròpia, molt cool. Em fa pensar una mica en Mose Allison.
Bé, gràcies, una influència molt important en la meva manera de cantar ha estat la música de DJ jamaicana, específicament U Roy, Big Youth i Prince Jazzbo. Sempre m’ha sorprès per la seva natura conversacional i la seva qualitat rítmica. Pots cantar amb i en contra del ritme, per sobre i per sota de la música. És una gran influència en el meu fraseig.

Potser va ser la teva veu la que va fer que el teu disc en solitari What’s your new professor sonés tant a The Sea and Cake sense ser un disc del grup.
És cert, no hi ha manera de fugir de la meva veu. Realment és l’única manera que tinc de cantar, així que si canto és lògic que la gent pensi en The Sea and Cake. Les cançons per si mateixes estan, en una fase molt primigènia, tallades amb el mateix patró, així que el meu material solo podria també haver estat del grup. La diferència està en la gent amb qui contacto per posar en pràctica les meves idees. En qualsevol cas, sempre hi ha una connexió, sigui vocal o musical.

Els crítics tendeixen a afegir la paraula “críptiques” darrera la paraula “lletres” quan parlen del grup. Realment, algunes de les combinacions de paraules sonen xocants, estranyes.
N’estic d’acord. Les millor lletres també romanen xocants per mi. El cert és que no m’interessa un estil d’escriptura lineal, i que les impressions són per mi més importants que qualsevol missatge. Hi treballo molt, en les lletres, així que naturalment són essencials. Tanmateix, no sóc molt preciosista a l’hora d’escollir les paraules, em sento bastant alliberat de les seves limitacions, i això segur que contribueix que siguin bastant críptiques.

Quina és la prioritat que tots els membres de The Sea and Cake –donat que teniu altres grups– adjudiqueu al grup?
Per mi tots els objectius són iguals, només que es transformen en centrals depenent del moment. Bàsicament, quan The Sea and Cake comencen a treballar, aquesta és la prioritat per tots nosaltres. D’altra banda, depèn de mi de que The Sea and Cake estiguin o no actius.

Les cançons s’atribueixen a tot el grup. Ens pots explicar com funciona el procés compositiu?
Començo amb una col·lecció difosa d’idees en guitarra, que presento a Archer i Eric. Juguem amb elles, noves idees emergeixen, coses canvien, s’afegeixen arranjaments, i aleshores ens reunim amb John. Llavors ja treballem amb el que tenim com a grup. En aquest punt es graven els temes bàsics. Posteriorment m’enduc les gravacions al meu estudi i treballo en la veu. És en aquest punt quan sembla un treball en solitari. També sento que tinc un poder considerable sobre la música segons com canto, ja que abans de posar veus les peces encara són llibres oberts. Finalment, però, considero que la música està escrita per tots, perquè si un element canviés, el resultat seria completament diferent.

Xicago és un dels punts de referència de la música negra americana, sigui blues, soul o house. Quina és la teva relació amb tota aquesta cultura i com t’ha influït?
Encara em recordo del primer cop que vaig agafar una guitarra i vaig intentar tocar Xicago blues. Vaig créixer obsessionat amb la música de Xicago, i a casa escoltava tot el dia Curtis Mayfield, així que es pot dir que és una enorme influència. Quan vaig començar a tocar en un grup m’interessava més la història del jazz de Xicago, especificament AACM, i també em fascinava que Sun Ra hagués treballat aquí. Al final, però, en sóc només un fan, i realment no tinc una connexió cultural amb la música afroamericana.

Et preguntava això perquè trobo que The Sea and Cake és un dels grups menys “blancs” de tots els grups formats per gent blanca. I que això s’aconsegueix tocant música que no està basada d’una manera directa en paràmetres o acords del blues / r&b / soul.
Vaja. Això sí que és un compliment.

Per acabar, un inevitable moment nerd-fan-coleccionista. Digues discos i artistes que hagin modulat la teva visió de la vida, el món, la cultura, l’amor... I coses que estiguis descobrint ara.
Algunes de les coses que estic escoltant últimament són les recopilacions d’Studio One que treu Soul Jazz; s’està tornant una obsessió, la veritat. També l’últim disc de la Colleen, Les ondes silencieuses, em va agafar completament per sorpresa. És malèvolament bonic. També m’agrada molt el nou disc de Fennesz amb Sakamoto, Cendre. I hi ha un excel·lent grup de Baltimore que es diu Beach House, amb disc homònim. El nou de Panda Bear, Person Pitch, és genial.
Alguns dels artistes més importants per mi són: Sun Ra, Miles Davis, Lee Perry, Brian Wilson, Morricone, Walker Evans, Morton Feldman, Phillip Guston, Paul Klee, Atget, Curtis Mayfield, Neil Young i Nina Simone.
Kiko Amat

(Article publicat originalment a la revista Benzina #20, octubre de 2007)

5 de nov. 2007

Paul Weller: El Apolo Mod (una entrevista)



Paul Weller es pura realeza pop. Un noble guapetón de linaje mod inglés, y una celebridad de las que provocan a su paso que la gente se fracture el cuello estilo Linda Blair tratando de verle. Esa fama, Weller la ha alcanzado a base de hacer discos intensos y bellos, y colocando durante tres décadas muchas canciones en el Top 10 británico. Paul Weller (1958, Woking) fue el líder y fundador de The Jam, posteriormente de The Style Council, y desde 1990 exitoso artista en solitario con nombre y apellidos. En términos de talento musical, Weller es pues un apolíneo Dios Viviente del Pop que comparte limbo con Pete Townshend, Ray Davies o Curtis Mayfield, pero también una personalidad compleja y un señor con genio del que hace tartamudear a entrevistadores.
Condensar en pocas palabras lo que sus dos ex-grupos representan es imposible. The Jam eran más que un grupo, como se dice del Barça. Una forma de vida, un ejército, algo a lo que pertenecer. Las canciones de Weller eran los Mandamientos, y en cuanto a seguimiento enfervorizado y fiel, los Jam no tenían parangón. Las pocas bandas de su época que provocaban una identificación social semejante (Dexys Midnight Runners, Madness o The Specials, por ejemplo), Weller los desecha hoy de un manotazo: “No veo ninguna conexión con esos grupos. Los pocos que me gustaban en el momento eran Wire, Gang of Four, Slits o Joy Division”.

Pero si The Jam eran un fenómeno único, su siguiente grupo, The Style Council, fue un refugio de incomprendidos. Weller desechó por completo la idea de grupo de rock, dejó de tocar la guitarra para expresar su rechazo, y se lanzó a realizar música de inspiración negra que rompió en parte con el legado de pop fiero de The Jam. Cambios grandes, que el músico desdeña hoy; pues Weller, oh no, ha cambiado de idea. “Eso era sólo como me sentía en la época. Lo cierto es que el rock no está muerto; está vivo y bien saludable. Todo lo que dije entonces fue porque estaba muy involucrado en política, típico de los primeros 80. Las comunidades estaban fracturadas, al igual que los sindicatos; mis ideas surgían de ese ambiente”. El Weller que en 1988 diría “Para mí, la música rock es un anacronismo” toca hoy rock de bandera y se codea con Oasis y Ocean Colour Scene, grupos que –de existir- hubiese crucificado en su juventud. “La vida es así” –dice, sin asomo de ironía- “La gente cambia según van pasando los años. Todo eso es algo que ya no me importa”. Pero, ¿Y todos esos looks magníficos, esas declaraciones inspiradoras? “La mayoría me dan algo de vergüenza. Me da escalofríos ver algunas de esas fotos. Tienes que comprender que yo crecí en público. Las etapas peores de una vida, en mi caso fueron registradas y analizadas. Aquellos peinados...”.

Otro cambio de Paul Weller ha sido su actitud política. De vociferante socialista (uno de sus éxitos, Shout to the top, decía sin tapujos: “No te equivoques / Esto es lucha de clases”) y miembro de la plataforma Red Wedge, Weller ha pasado a un apoliticismo muy brit-rock. “Ya no me identifico con aquello. Todos los políticos me decepcionaron. Creo que es un gran timo, ¿no? Todos ellos, los Blairs y los Bushes, tienen planes ocultos. Estoy muy desilusionado, pero aún estoy contra la guerra. No me parece bien que un gobierno pueda ir y bombardear a esos pobres desgraciados”. Adiós Weller El Dandy Rojo, Hola Weller El Lad (Lad: joven inglés fan de la ropa casual, el fútbol, emborracharse y las chicas) ¿Muy Oasis? “Me encantan los dos primeros discos de Oasis, recogieron bien el espíritu de los 90. Un grupo indie shoegazer hecho de lads a los que les gustaba solo follar y el fútbol. Un grupo que no temía no ser intelectual; no sé si esto era bueno o malo, pero sí diferente. En cuanto a la bebida, somos una nación de borrachos. Es un rollo isleño: o bebes o te vuelves loco. Las épocas en que he sido abstemio me he aburrido mucho”.

Dos cosas para las que Weller nunca ha tenido opiniones contradictorias han sido los discos buenos y su pertenencia al lóngevo culto mod. Para lo segundo, solo tiene elogios: “Aunque se inspire en parte en el pasado, creo que lo mod es aún relevante y contemporáneo, y evoluciona constantemente con el tiempo. El rollo mod va de coger como una urraca todo lo que sea bueno. Cuando apareció el punk, para mí fue lo mismo: Chicos buscando su voz, creando caminos. Es un viaje formativo de auto-conocimiento juvenil, inherente a Inglaterra, único, algo que incluso hoy empapa toda la cultura; mira el peinado del cantante de los Arctic Monkeys, tío. Algo poderoso, chicos creciendo y entrando a formar parte de subculturas, de pandillas, exhibiendo su estilo y escuchando música enorme”. Discos, siempre discos: la universidad del fanático Weller y su mayor influencia. “Toda la vida soul, de los 50, 60 o 70. Reggae y ska también, claro. Compro discos a destajo, y siempre tengo la sensación de que se me escapan cosas. De ahora me gustan Hard-Fi, Arctic Monkeys, The Enemy (que tienen muy buenas letras) y los Babyshambles. Pete (Doherty) tiene mucho talento, a pesar de todas las gilipolleces que hace”.

Weller ha tenido siempre la antena bien puesta. En los 90, fue uno de los únicos artistas pop que abrazó el nuevo house americano, llegando incluso a grabar un disco que rechazó Polydor. “Todavía me encanta el house de los 80 y 90: Promised land, Blaze, Join hands... Fue frustrante cuando la prensa nos destrozó. Seis años después, la gente empezó a comprender”. Señalar el camino a seguir ha sido siempre algo muy Welleriano; muchos fans conocieron a escritores como Colin McInnes, poetas como Adrien Henri, dramaturgos como Joe Orton y bandas como The Action gracias a las declaraciones de amor de Weller. Es imposible pues despedirse del Modfather sin preguntar quiénes fueron los que le marcaron el camino a él. “Los grupos con los que crecí: Beatles y Who. John Lennon hablaba en una entrevista de Buffalo Springfield o El libro tibetano de los muertos, y yo salía corriendo a comprarlos”. Weller quizás habrá cambiado, pero su entusiasmo juvenil nunca lo hará.

Kiko Amat


(Entrevista publicada originalmente en el periódico El Pais del 26 de octubre de 2007. El artículo aparecería en una forma abreviada por razones de espacio; esta versión es la que estaba pensada como definitiva)


Nota: Algunas respuestas de Weller no aparecerían en el artículo final. Para los coleccionistas de trivia Welleriana, el músico definiría lo rave como "basura aporreante para borrachos", declaró sentirse halagado por la eclosión del mod revival de 1979, reaccionó ante nombres como Orange Juice y Vic Godard como si fuese la primera vez que los oía en su vida, afirmó que en Inglaterra "siempre han existido grandes peinados, lo que no sé si es una cosa buena" y puso como ejemplos de canciones favoritas de ahora mismo el "Wear it in your face" de The Dells y una versión reggae del "Crazy mixed-up girl" de cuyo autor no recordaba el nombre "pero era algo así como The Creators". Weller, además, dice totally man e innit todo el rato, rie más de lo esperado, no tiene ningún interés -como ya se ve en el artículo- en casi ninguno de sus aesthetics ni declaraciones pretéritas y suena, en general, como un señor inglés cualquiera al que nos hubiésemos encontrado en los urinarios y con el que intercambiáramos unos cuantos clichés meadores.